Aquel lunes, después de nuestra “Luna de Miel”, solo fue el inicio de lo que se convertiría en una fatídica semana para mí. Apenas veía a Odell, al final no sabía si se marchaba demasiado temprano, o si ni siquiera regresaba a dormir, y las pocas ocasiones en que nos cruzábamos, ni siquiera podía entablar una conversación con él ya que siempre llevaba prisa, un beso fugaz en la frente o en la mejilla era todo el contacto que había entre nosotros, una verdadera tortura.
Decidí dejar de intentar, iba a esperar a que su molestia disminuyera, y mientras tanto, buscaría algo más en qué gastar mis energías. Joder, prácticamente habíamos regresado al inicio, y eso me resultaba realmente frustrante, pero, a pesar de todo el distanciamiento, agradecía que no hubiese decidido desaparecer por completo, y apreciaba cada beso en la mejilla o frente como una señal de que tampoco quería sacarme de la suya.
Los sentimientos podían ser muy difíciles de entender, la verdad, sentía tantas cosas por él, pero no lo que esperaba de mí y ese era el problema de todo.
—Nena, deja de pensar en la inmortalidad del sapo —Darcy me dio un ligero golpe en la cabeza. —. Mejor presta atención a lo que te explico.
—Lo hago —claramente mentía, ya que no tenía idea sobre qué cosas cotorreaba en aquel momento. —. ¿De verdad no quieres trabajar? Tu bebé ya no es tan pequeña, y así generarías más ingresos.
Ella mordió ligeramente su labio inferior, mientras observaba en derredor, contemplando el lugar, que por el momento se encontraba vacío.
—Me gustó estar al mando —sonrío. —. Y aplicar todos los conocimientos de la universidad. Después de dar a luz dejé todo atrás para dedicarme a mi hija, y no me arrepiento. Pero sí extraño todo esto.
—Entonces aceptar dirigir este club —le pedí, tomando sus manos. —. Quiero dejarlo en tus manos.
—P-Pero, creí que esto era importante para ti.
—Lo es —declaré. —. No pienso irme a casa a tejer, voy a abrir otra sucursal en el otro extremo de la ciudad, también en el centro, y luego vamos a expandirnos, que en casa ciudad del país haya un “Leo´s NightClub”, formaré mi propio imperio en base a la sed de diversión, locura y desenfreno que tiene las personas. Algo en lo que soy experta.
Ella esbozó una sonrisa ladina.
—Te apoyo en su totalidad, nena. —me dijo, acercándose a mí. —. Pero ¿qué dirá tu padre?
—Al diablo con él, ni siquiera planea heredarme el control de sus empresas. —resoplé, sonando más resentida de lo que pretendía.
—Y supongo que Elías está encantado con la idea, ¿no? Después de todo, él te obsequió este club.
Mi rostro se ensombreció.
—Sí —murmuré bajo, desviando la mirada para evitar delatarme ante ella. Sentía que la situación con Elías sería difícil de explicar, comenzando por el hecho de que mis amigas me creían perdidamente enamorada de él. —. Desde un principio me dijo que confiaba en mí, y que sabía que llevaría este lugar a niveles inimaginables… quiero demostrarle que no se equivocó.
«Al menos no con eso»
—También confío en ti, nena, sé que lo lograrás —me abrazó desde la espalda, apoyando la barbilla en mi hombro. —. Me encanta tu deseo de triunfar, otra que tuviese un padre millonario y un marido billonario preferiría simplemente disfrutar de la vida, más, sin embargo, aquí estás, buscando tu propio camino.
—Es lo que siempre he deseado. —mordí mi labio inferior, alzando la mirada hacia el balcón VIP donde acostumbraba a reunirme con Elías, y podría jurar que en aquel momento pude verlo ahí de pie, con sus intensos ojos puestos en mí, al igual que aquella noche.
Lo extrañaba, al carajo el orgullo, lo echaba tanto de menos.
—Darcy —suspiré, mientras me aferraba de sus manos. —. ¿Tú estabas enamorada cuando te casaste?
—Por Dios, no —respondió entre risas. —. Lo quería, de eso no había duda, y disfrutaba del buen sexo que me daba, volvió mis días de universidad más llevaderos, pero solo me casé con él porque el idiota me embarazó; recién graduada, sin un trabajo fijo y sin deseos de intervenir el embarazo porque me encariñé con la idea de ser madre. Tuve que afrontar mi destino junto a él.
—¿Y él sabía que no lo amabas?
—Sí, lo sabía. Y aun así decidió intentarlo.
Tragué saliva, mientras continuaba con la mirada puesta en el balcón.
—¿Y pudieron sobrellevarlo, pese a que todo?
—Bueno, míranos ahora; se convirtió en mi amigo, mi amante y compañero de aventuras. Logramos acoplarnos el uno al otro, y vaya que disfruto de su compañía… somos un gran equipo.
—Un gran equipo —repetí, inclinando la cabeza hacia un lado, para apoyarla en la suya.
Deseaba eso, no se escuchaba tan mal. ¿Quizás una sociedad? Como la que había hecho Sloan, solo que esta incluiría más que solo coger salvajemente.
—Sí, aunque no te diré que en ocasiones no siento deseos de un bocadillo más fresco. —comentó con picardía, sacándome de mi ensimismamiento, y en ese momento me percaté de la presencia del hombre a quien mi amiga le coqueteaba descaradamente.
El buen Hugo, quien solo permanecía de pie bajo el umbral, cuidando de mí, como lo había hecho toda la semana.
—Compórtate. —le murmuré, presionando los labios para no reír.
—¿Por qué? Reconoce que está rebueno. —soltó un par de carcajadas.
Pues, no iba a negarlo, Hugo tenía lo suyo, y se veía jodidamente atractivo vestido totalmente de negro, con esa aura imponente y seria. Aunque, a decir verdad, durante toda aquella semana en que Elías ni siquiera me miraba, sentía como si estuviese ovulando, todo hombre que se cruzara frente a mí me parecía apetecible.
—¿Y cómo haces para… ya sabes, serle fiel? —inquirí, con curiosidad.
—Pues, me repito a mí misma que soy una mujer casada. —se alzó de hombros, mientras se apartaba para dirigirse a la caja tras la barra.
Solté una ligera carcajada, imaginándome en una situación similar. Sería muy a menudo, claramente, ya que siempre he sabido apreciar la belleza masculina, y ¿por qué no? También la femenina.
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Editado: 18.11.2024