Rebeca Stain (versión Gratuita)

Capítulo 51

—E-Elías… —le hablé, casi suspirando, mientras me pegaba a su espalda, sintiendo el agua de la regadera mojarme también. Estaba tibia, y muy agradable al contacto.

Lo sentí tensarse y retrocedí un par de pasos una vez que se giró para verme de frente, entre sorprendido y consternado.

—Chére, ¿q-que…? —pareció quedarse sin palabras, mientras sus ojos recorrían mi cuerpo desnudo, y tragaba salivaba. —. Tienes que salir de aquí, Rebeca. —dijo con seriedad, antes de darme la espalda y volver hacia la regadera.

Lejos de obedecerlo, mi osadía me llevó a acortar nuevamente el espacio entre ambos para envolver su cintura con mis brazos, pegándome a su espalda, jadeando bajo y gustoso al sentir mis senos frotarse en ella. Apoyé el rostro ladeado en él y suspiré, sintiendo el agua comenzar a empaparme el cabello, y las gotas deslizándose por mi cuerpo.

—Te extraño, Elías —froté mi mejilla contra su piel, como si fuese un gatito buscando afecto… o más bien, un gato en celo. Él estaba realmente tenso, y permaneció inmóvil. —. Te deseo.

—Rebeca…

—Por favor. —le pedí, aferrándome más de él.

—Quiero que salgas, por favor. —el tono seco en su voz, acompañado de su lenguaje corporal tan rígido me indicaba que su petición era seria, no se trataba solo de orgullo, realmente quería que me alejara de él.

—B-Bien —expresé, sintiéndome un tanto resentida por su rechazo, antes de soltarlo y retroceder un paso. —. Pero primero, quiero que te voltees y me veas.

Ya que era claro que no tendríamos sexo, entonces iba a decirle lo que tenía planeado en el momento en que decidí entrar en aquella habitación. Sí, hablaríamos de nuestra relación.

—Rebeca.

Cerré los ojos, joder, realmente comenzaba a detestar como sonaba mi nombre de sus labios, pese al jodido y sensual acento francés.

—¡Quiero que te voltees y me veas, Odell! —exigí, con un ligero tono de frustración.

Permaneció quieto unos segundos, como si estuviese decidiendo si hacerlo o no, hasta que de pronto le bajó la presión a la regadera y se giró para verme. En ese momento comprendí su renuencia a hacerlo, la expresión en su rostro era fría, pretendía mostrarse indiferente, pero su cuerpo… su sexi cuerpo lo delataba.

Me estremecí, con un fuerte escalofrío recorriendo mi espina dorsal. Lo deseaba, con un furor que casi rozaba la locura, cada fibra de mi cuerpo rogaba por su tacto y sus caricias.

Era algo abismal.

El ambiente se tornó caliente, o quizás solo era yo que ardía por las llamas del deseo. Ambos permanecíamos a una distancia prudente, mientras la tenue lluvia artificial caía sobre nosotros. Intenté enfocarme, ¿qué era lo que iba a decirle? Mi mente se nubló por completo, no podía concentrarme y formular una oración coherente teniendo tremenda erección apuntándome.

Podía escuchar mi corazón latir, resonando en mis oídos, en tanto mi pecho subía y bajaba al ritmo de mi respiración pausada, mientras me armaba de valor para avanzar hacia él, a pasos lentos, permitiéndole contemplar mi cuerpo desnudo con aquellos intensos ojos oscurecidos por el deseo que ya no era capaz de ocultar, hasta que finalmente estuve frente a él, entonces lo miré hacia arriba, a través de mis pestañas, de una forma que pretendía ser seductora, antes de atreverme a estirar la mano para tocar su pecho.

Se estremeció.

Mordí mi labio inferior, posando ambas manos en su abdomen marcado, para luego deslizarlas hacia arriba, acariciando su piel tatuada, hasta rodear sus hombros con mis brazos y estirarme, poniéndome de puntillas para alcanzar sus labios, rozándolos con los míos. Entrelacé los dedos en su nuca, y me pequé más a él, sintiendo su erección rozar mi vientre, mientras entreabría los labios para atrapar su inferior entre ellos en una suave caricia.

No fui correspondida, más, aun así volví a hacer el intento. Moría por besarlo, quería saborear su tentadora boca hasta sentirme embriagada, morder sus labios hasta no dejar ninguna duda de cuanto lo deseaba. No iba a hablar, no podía, simplemente esperaba poder transmitir el cómo me sentía a través de lo único que podía hacer bien, además de administrar un negocio… sexo.

—No —jadeó en mi boca, casi sin voz, y tuvo el impulso de retroceder, pero al saber que si lo hacía lo más probable era que yo terminaría en el suelo, decidió pararse firme ante mí. Intentó echar la cabeza hacia atrás, pero mis manos en su nuca lo empujaban hacia adelante, manteniendo nuestras frentes juntas. Joder, podría sentir su fresca respiración en la comisura de mis labios, tentándome a seguir insistiendo. —. Lo mejor es que te marches.

—Por favor —supliqué, rozando mi nariz con la suya e inhalando el aroma masculino que emanaba de él. —. Por favor, termina esta tortura. Te necesito, te deseo. —gemí contra sus labios, antes de dejar un beso casto en ellos y comenzar a descender por su mejilla y mandíbula, hasta llegar a su cuello y apresar la piel de esa zona con mi boca, al mismo tiempo en que me frotaba contra su cuerpo, desesperada al sentir el mío arder como si hubiese tomado un afrodisiaco.

Así de intenso era lo que provocaba en mí.

En lo que pareció un impulso, posó las manos en mi cintura y me girar hasta quedar de espaldas a la pared, acorralándome con su voluminoso cuerpo de una manera tan sexi que me hizo jadear.

—No sigas, Rebeca. —pidió, pasando saliva como si tuviese la boca seca.

—Shh, llámame Chére —murmuré contra sus labios, manteniendo mis manos en su nuca, para impedirle apartarse. —. Soy tu Chére

Él jadeó fuerte, y sentí como se tensaba de pies a cabeza, mientras posaba las manos sobre la pared para sostenerse, a los costados de mi cabeza, una vez que mi mano se deslizó por su torso.

—¡Ah! Deberías detenerte, no soy tan fuerte… no podré contenerme.

—No quiero que lo hagas —respondí, antes de besarlo. —. Te deseo, Odell, te deseo con locura.




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