Un silencio sepulcral predominaba en aquel lugar; ensordecedor, abrumador y distante. Podía percibir los acelerados latidos de mi corazón, el cual golpeaba fuerte contra mi pecho, como si quisiera perforarlo y saltar de él, mientras veía con ojos amplios, llenos de consternación, aquella carpeta amarilla que continuaba extendida en mi dirección.
—¿D-Divorcio? —fue lo único que pude formular en aquel momento.
—Puedes revisar los términos; como no hicimos capitulaciones, la mitad de todo lo que tengo te pertenece. La casa es tuya en su totalidad, puedes obtener la cantidad de autos y otros objetos de mi marca que desees, hacer con ellos lo que te plazca.
«Dios mío… ¿divorcio?»
—Si deseas llevártelos y revisar a profundidad cada pequeño detalle con tu abogado, eres libre de hacerlo. Es decisión tuya…
—Divorcio —murmuré una vez más, mientras me acercaba al escritorio a pasos lentos, tomando los papeles de su mano. Tragué saliva, antes de verlo. —. ¿Es esto lo que quieres, Elías?
Sus ojos conectaron con los míos por cuestión de segundos, antes de que desviara la mirada hacia los papeles en mis manos.
—Encontrarás también la más importante de todas las cláusulas —continuó hablando, decidido a ignorar mi pregunta, manteniendo la cabeza agachas y los brazos reposando sobre el escritorio, viendo fijamente los dedos de sus manos entrelazados. —. Y es que la sociedad con tu padre perdurará lo que dure la existencia de M-ODELL, seguiré siendo su socio mayoritario, y solo tú o él podrá romper dicha sociedad.
Amplié los ojos, consternada.
—¿Esto es lo que quieres, Elías? —repliqué, sintiendo que un nudo se formaba en mi garganta. La verdad, no sabía cómo sentirme en aquel momento; me sentía diminuta, paralizada, avergonzada y rechazada.
Ni siquiera sabía el porqué de aquellas emociones, si un año atrás habría estado saltando de alegría por esquivar una bala y salir vitoriosa. Pero aquel momento se sentía como todo, menos una jodida victoria. Estaba perpleja, dolida, sorprendida y no poco enfadada, me encontraba sumergida en un batido de emociones, y no me gustaba. No me gustaba en lo absoluto y cada segundo que pasaba, esas emociones se transformaban en una profunda aflicción.
—¿Esto es lo que quieres? —repliqué, perdiendo la paciencia mientras tomaba el atrevimiento de apoyarme sobre su escritorio y sujetarlo del mentón con firmeza, obligándolo a alzar el rostro. —. Respóndeme, ahora. — mi voz falseó al final.
En ese momento sus ojos se conectaron con los míos, y una punzada de dolor atravesó mi pecho al ver en sus ojos rojizos la tristeza que lo invadía, y algunas marcadas ojeras que evidenciaban que las lágrimas de hacía unos minutos no fueron las primeras que había derramado.
—Esto es lo mejor. —declaró finalmente, y tragó saliva.
En aquel momento experimenté una oleada de sentimientos encontrados donde se confundían la impotencia, frustración, y la melancolía.
—¿Lo mejor? —una risa cargada de amargura brotó de mis labios. —. Bien, si es lo que deseas, ¡divorciémonos! Tanto que declarabas amarme, qué poco duró ese amor —reproché, pese a saber que no tenía ningún derecho a hacerlo, y dejé los papeles sobre la mesa. —. Aún no los firmaré, primero haz que quiten todo lo que supuestamente me corresponde, porque no quiero nada de lo que hay aquí, no quiero tu maldito dinero, no soy una buscona interesada. —expresé con resentimiento, empujando aquellos papeles en su dirección, antes de darle la espalda para dirigirme hacia la puerta.
Me ofendía en gran manera que me tratasen como a una codiciosa, cuando nunca en la vida me había importado el jodido dinero.
—Rebeca —escuché el sonido de su silla siendo empujada, seguida por sus pesados pasos viniendo en mi dirección, pero no me detuve y continué avanzando. —. ¡Chére!
Sentí su mano aferrarse de mi brazo, obligándome a parar cuando estaba a centímetros de la puerta, tan cerca, que podía estirar mi mano y tomar la perilla.
—En ningún momento me he referido a ti como una buscona o interesada.
—¿Ah no? —respondí, con amargura. —. Estás pretendiendo que todo lo que me ofreces podrás contentarme. Hablaste incluso de la sociedad con mi padre, refiriéndote a eso como lo más importante…
—¡Pero porque eso fue lo que te ató a mí para iniciar! —exclamó, exasperado, mientras soltaba mi brazo y retrocedía un par de pasos. —. Zut… ¡Zut!
Observé perpleja como empezaba a maldecir, lucía frustrado y parecía como si estuviera teniendo una especie de batalla interna consigo mismo.
—Yo te arrastré a esto, pero te juro que no tenía ni la menor idea. Solo intento enmendar las cosas.
«¿Enmendar qué?»
—¿De qué hablas, Elías? —inquirí, cruzando los brazos sobre mi pecho, mientras me acercaba a él.
Tragó saliva, y retrocedió, negando con la cabeza. Se veía sumamente decepcionado, y podría decir que hasta avergonzado. Podía ver en su lenguaje corporal lo tenso e incómodo que estaba, era claro que me ocultaba algo.
—Elías, por favor, habla conmigo. —acorté el espacio entre nosotros a pasos lentos, evitando tornar aquella situación hostil, y estiré una mano hasta posarla en su mejilla.
Él cerró los ojos, suspirando, y su cuerpo se relajó de manera perceptible bajo mi tacto, antes de posar una mano sobre la mía, y besar mi palma.
—Ni siquiera puedo mirarte a la cara sin sentirme avergonzado. —declaró, el tono en su voz era de aflicción.
—Háblame, por favor. —posé la otra mano en su mejilla, hasta ahuecar su rostro, intentando lograr que me viera a los ojos.
—Te juro que no lo sabía, Chére —sus ojos se conectaron con los míos, y podía notar la tribulación que al parecer había en su interior. —. Esa noche… —tragó saliva. —. La noche en que discutimos, si bien reconozco que me dolió y resintió en gran manera el que dijeras no amarme, lo cual se evidenció en lo que pasó después en el baño, que por cierto lo lamento tanto, no fue lo que provocó mi distanciamiento, desde un principio supe que se me sería difícil ganarme tu amor. Lo que lo hizo, fueron tus palabras posteriores, hablaste sobre haberme conocido sin la presión de perderlo todo si te rehusabas a ser mi esposa, y dijiste que las cosas habrían sido más reales, en ese momento todo, absolutamente todo lo que pasamos durante ese año y meses se derrumbó ante mis ojos.
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Editado: 18.11.2024