Receta para conquistar al chef

Capítulo 9: Pan para espesar

Si había algo que Rebeca aprendió con los años, es que siempre era viable tener planes de contingencia. Como cuando debía rendir una crema y le echaba pan para espesarla.

¿Cindy se manchaba la camisa? No importaba, ella tenía una guardada.

¿Uno de sus estudiantes o empleados ingresaba a la cocina con barba? Ella siempre traía una máquina de afeitar en la cartera.

Fue por ello que había estado investigando a posibles socios en caso de que la corona no aceptara su informe y propuesta.

Llevaba quince años en el negocio y cuatro trabajando como chef ejecutiva en una universidad de renombre, así que tenía a su disposición posibles perfiles a considerar. Sabía que estaba en una carrera a contrarreloj, pero no quería tomar una decisión precipitada.

—Chef Rebeca —Su jefa, la coordinadora de carrera, le hizo un ademán para que se acercara a su oficina. Otros cuatro colegas estaban allí. Lucían bastante entusiasmados—. ¿Se enteró del nuevo programa que está planificando el canal once? Los alumnos no dejan de hablar de ello. Están reclutando a chef de toda Inglaterra.

—También escuché eso —dijo Biden, uno de sus colegas y encargado de la materia de coctelería—. Dicen que no será como otros programas de competencia de cocina.

—Evidentemente, es marketing —comentó Liliane, su amiga más cercana en el trabajo.

—Yo no lo creo. Conozco a un colega que me dijo que los reclutados e incluso los jueces son Chefs y celebridades bastante prominentes —expuso otro de sus compañeros—. Incluso hay un rumor de que Orlando Gamal estará en el programa.

Todos jadearon, impresionados. Rebeca se tensó.

—¿Cómo juez o como participante? —inquirió Liliane.

—Obvio que como juez. Dicen que este año posiblemente consiga su tercera estrella Michelín. Y sus restaurantes también tienen tres cubiertos. ¿Saben lo difícil que es conseguir ambas cosas? —inquirió Vicent, fascinado—. La revista Británica lo ha catalogado como el “Chef más influyente de Gran Bretaña”. Ha cocinado incluso para el primer ministro. Nadie tendría oportunidad con él de ser un participante.

—Y es muy guapo —acotó Liliane—. Eso dispararía la audiencia.

—Pero nada de eso es importante —interrumpió su jefa—. Lo relevante aquí, es lograr que alguno de ustedes ingrese a ese programa. Le daría muy buena publicidad a la universidad, así que, si alguno de ustedes llega a recibir una invitación, no deberían pensarlo dos veces para aceptarla. Sin importar que tan intimidados se sientan o si tienen pánico escénico.

La idea no sonó como una locura. Aunque todos eran profesores, la mayoría de ellos eran dueños de restaurantes y con una amplia trayectoria en la cocina. Sin embargo, ir a un programa era otro nivel. La mayoría allí tenía demasiados asuntos que atender, quitando el hecho de que eran profesores de universidad.

—Jefa, agradecemos su fe en nosotros, pero la mayoría de esos programas ya tienen todos los puestos llenos —intervino Rebeca.

Su jefa le regaló una extraña sonrisa.

—Bueno, sobre eso…

—Oí que el chef Emir también recibió una invitación —susurró Biden, interrumpiéndola, como si lo que acabara de decir fuera el chisme más suculento de todos. Rebeca le prestó atención—. Creo que lo hicieron a propósito, ¿se imaginan a esos dos en un mismo programa como jueces? Ambos se detestan, ¡la tensión dispararía la audiencia!

—¿Hablas de Emir Uzun? —inquirió Rebeca, con el ceño fruncido.

Rebeca disfrutaba de la cocina, pero nunca se involucró demasiado en sus círculos sociales porque tenía cosas más importantes que hacer. Sin embargo, hasta donde ella sabía, Orlando fue el mentor de Emir.

¿Desde cuándo se odiaban?

—El chef Emir fue pupilo del chef Gamal, pero tuvieron una disputa hace tres años y él renunció a su puesto de chef en uno de sus restaurantes y ahora trabaja en el Cerf Doré que queda en Londres, la misma cadena que le hace competencia al chef Gamal en Italia y Francia.

Una idea iluminó el cerebro de Rebeca.

¡Allí estaba!

—Jefa, tomaré mi hora de almuerzo —dijo, saliendo de la oficina, apresurada.

—¡Pero…! —su jefa intentó detenerla, pero Rebeca salió corriendo como si su vida dependiera de ello. La mujer volvió a caer sobre su silla y suspiró. Miró con reproche a Biden—. ¿Por qué tenías que interrumpirme cuando estaba a punto de decirle que recibió una invitación?

—¡Pensé que la íbamos a persuadir para que aceptara!

—¡No la persuades con chismes, Biden!

—Perdón, me emocioné —dijo, avergonzado—. ¿Realmente cree que acepté ir a ese programa? Rebeca es demasiado… indiferente con cosas como estas. Nunca ha tenido intención de resaltar en el mundo de la cocina.

—Y aun así lo ha hecho —comentó la mujer—. Imagina si se propusiera hacerlo. Tenemos que asegurarnos que Rebeca acepta ir a ese programa, ¿entendido?

Todos asintieron, aunque en el fondo sabían que sería una tarea con pocas probabilidades de éxito.

Rebeca caminó tan rápido como pudo, con una sonrisa desquiciada.

Allí estaba la solución de sus problemas. Emir tenía la experiencia, la trayectoria y, estaba segura, el desprecio suficiente hacia Orlando para aceptar ser su socio.

¡No podría negársele!

¿Eso despertaría la ira del conde?

Era lo más seguro.

¿Le importaba?

En lo más mínimo.

Por un momento, dudó de su plan. Asociarse con un hombre que conocía muy poco, ¿era menos arriesgado que asociarse con Orlando?

—Pero a quién tenemos aquí.

Alzó la mirada. Su sangre comenzó a calentarse al ver a Orlando caminar lentamente hacia ella por el pasillo. Presionó sus labios.

—Keppel.

Orlando se detuvo frente a ella, con una sonrisa gélida—Agradecería que me llamara Gamal en público. Sería desafortunado que terminara hundida solo porque tuvo la intención de revelar mi verdadero apellido.




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