La Rechazada.
El viento frío de la noche acariciaba la piel de Aylin mientras caminaba por el bosque. No entendía qué hacía allí, pero algo dentro de ella la impulsaba a seguir avanzando. Su largo cabello negro con mechones blancos se movía con la brisa, y sus ojos azules reflejaban la luz plateada de la luna.
El pueblo donde vivía siempre había sido tranquilo, pero últimamente, una sensación extraña la inquietaba. Había escuchado rumores de lobos merodeando cerca, aunque nadie los había visto realmente. Aylin nunca había creído en historias de hombres lobo… hasta que sus ojos se cruzaron con los de Ethan.
Lo había visto por primera vez en la cafetería donde trabajaba. Alto, con una presencia imponente y unos ojos dorados que parecían brillar con su propio fuego. Desde el primer momento, sintió que algo en él la atraía de una manera inexplicable. Pero lo que más la desconcertó fue la forma en que él la miró: primero con sorpresa, luego con furia.
Esa misma noche, sin saber cómo, terminó en el bosque. Y allí estaba él, esperando por ella.
—Tú… —murmuró Ethan con voz grave, mirándola fijamente.
Aylin sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—¿Quién eres? —preguntó con un hilo de voz.
Ethan dio un paso hacia ella, su expresión llena de conflicto.
—Eres mi pareja —dijo finalmente, como si las palabras le pesaran—. Pero esto… es un error.
El corazón de Aylin se encogió.
—¿Un error? —repitió, sin entender.
—No puedes ser mi compañera —su voz sonaba firme, pero había una tormenta en sus ojos—. Eres humana. No perteneces a mi mundo.
Aylin sintió que algo dentro de ella se rompía. No entendía lo que estaba pasando, pero esas palabras dolían más de lo que deberían.
Ethan la miró una última vez, y entonces, como si con ese acto estuviera sellando su destino, pronunció las palabras que la condenaron:
—Te rechazo.
Aylin sintió que el aire le faltaba, que el suelo bajo sus pies se desvanecía. Sin saber cómo, su cuerpo tembló y su pecho ardió con un dolor desconocido. Pero Ethan ya se había dado la vuelta, alejándose sin mirar atrás.
Y Aylin se quedó allí, sola, con el corazón destrozado por alguien que, hasta hace unos minutos, ni siquiera sabía que existía.