Verdades Y Latidos.
El sol se estaba poniendo, tiñendo el cielo de tonos naranjas y violetas cuando Aylin y Ethan regresaron juntos a la cabaña. El silencio entre ellos era espeso, lleno de palabras que ninguno se había atrevido a pronunciar aún. Cada paso que daban juntos marcaba el final de una etapa y el inicio de algo nuevo, incierto.
Aylin iba un poco detrás de él, aún sintiendo el eco del territorio prohibido en su interior. Su cuerpo estaba cansado, pero su mente se sentía más clara que nunca. Ahora sabía lo que era capaz de hacer… pero también lo que podía llegar a perder si no tenía cuidado. Lo que más la inquietaba, sin embargo, era lo que había sentido cuando pensó que no volvería. Y no era miedo. Era dolor por dejarlo a él, a Ethan, sin despedirse.
Cuando entraron en la cabaña, ella se quedó de pie cerca de la puerta mientras Ethan dejaba caer su mochila en un rincón. Se giró para mirarla. Sus ojos estaban más oscuros de lo normal, y no por la falta de luz.
—¿Puedes decirme ahora qué pasó ahí dentro? —preguntó, su voz baja, contenida.
Aylin tragó saliva.
—No todo… No aún. Pero sentí cosas que nunca había sentido. Vi cosas que ni siquiera puedo explicar con palabras. Y por un momento, pensé que no regresaría.
Ethan se acercó un paso.
—No debiste ir sola.
—Era mi prueba. No tenías que salvarme —respondió con suavidad, pero firmeza.
Él apretó la mandíbula, frustrado.
—No quería salvarte, Aylin… quería estar ahí por ti. ¿Eso es tan difícil de entender?
La sinceridad en su voz la dejó sin palabras por un momento.
—Al principio —dijo ella, bajando la mirada—, solo querías mantenerme lejos. No me mirabas como tu pareja. Me tratabas como una carga.
Ethan se pasó una mano por el cabello, exhalando con fuerza.
—Lo sé. Y me odié por eso cada día. Desde el momento en que la Luna te marcó como mi pareja, todo en mí gritaba que debía protegerte. Pero mi mente… mi orgullo no lo aceptaba. Pensé que si lo ignoraba, si te alejaba, el lazo se rompería solo.
—Pero no se rompió —murmuró Aylin.
Él asintió.
—No. Se volvió más fuerte. Me volví más débil. Y cuando entraste al territorio prohibido sola, me sentí vacío, como si algo en mí se estuviera muriendo.
Ella se acercó un poco, con los brazos cruzados, como si también se protegiera de lo que él estaba diciendo.
—¿Y ahora qué sientes? —preguntó, con voz apenas audible.
Ethan no respondió de inmediato. Se acercó a ella lentamente, hasta quedar solo a unos centímetros.
—Siento que fallarte fue lo peor que he hecho. Que mereces a alguien que no tarde tanto en ver lo que realmente vale. Que si me dejas, lo entenderé… pero no dejaré de sentirlo.
Aylin levantó la vista y encontró sus ojos. Ya no había rabia. Solo verdad.
—No quiero que me protejas por deber. Ni que me quieras por obligación.
—No lo hago —respondió él, con firmeza—. Ya no es el vínculo el que me arrastra hacia ti. Soy yo. Solo yo.
Aylin sintió cómo el pecho le dolía de tantas emociones contenidas.
—¿Y si no puedo controlar lo que soy ahora? ¿Y si me pierdo?
Ethan levantó la mano y acarició su mejilla con una ternura que le hizo temblar.
—Entonces iré tras de ti. Las veces que haga falta. Aunque me cueste todo.
Ella cerró los ojos ante el contacto. Por un segundo, no fueron Alfa y pareja destinada. Solo fueron Aylin y Ethan, dos almas heridas que, por fin, empezaban a encontrarse.
—No me dejes más —susurró ella.
—Nunca lo haré —prometió él.
Y por primera vez desde que todo comenzó, Aylin creyó en sus palabras.
Ese atardecer no solo marcó el fin de la prueba… sino el inicio de algo más profundo: una conexión que ya no dependía del destino, sino de elección. Y ambos acababan de elegirse.