Rechazada Por El Alfa

Capitulo 26

Cicatrices del Pasado.

La noche cayó sin anunciarse, arrastrando consigo un aire denso, cargado de recuerdos que parecían despertar con la oscuridad. En la cabaña, Aylin no podía dormir. Ethan se había quedado afuera, sentado en la escalera del porche, mirando el cielo estrellado en completo silencio. Ella lo observaba desde la ventana, con el corazón latiendo rápido, no por miedo, sino por algo más profundo… algo que se había estado gestando entre ambos desde el primer momento en que sus destinos se cruzaron.

Después de unos minutos de duda, Aylin tomó una manta y salió.

Ethan no se volvió, pero sonrió apenas la sintió acercarse.

—No podías dormir, ¿verdad?

—Tampoco tú —respondió ella, envolviéndose con la manta y sentándose a su lado.

Ambos miraron al cielo sin hablar durante un largo rato. La luna estaba apenas menguante, escondida tras algunas nubes, pero su luz seguía presente.

—¿Alguna vez te has sentido… roto por dentro? —preguntó Aylin de pronto, sin mirarlo.

Ethan bajó la vista, sus manos entrelazadas sobre sus rodillas.

—Más veces de las que me gustaría admitir.

Ella lo observó de reojo.

—Antes de conocerme… ¿ya estabas roto?

Ethan tardó un momento en responder.

—Sí. Mucho antes. Mi padre era el alfa anterior. Él creía que el poder lo era todo. Me crió para ser fuerte, para no mostrar debilidad. Las emociones eran un obstáculo. El amor, una distracción. Cuando murió en combate, me dejó a cargo de una manada que no confiaba en mí. Y yo… me volví el lobo que él quería, no el que necesitaban.

Aylin lo escuchaba en silencio, sintiendo el peso de cada palabra.

—Por eso me rechazaste —dijo en voz baja—. Porque amar no estaba en tu plan. Porque yo no encajaba en ese molde de fuerza que heredaste.

Ethan asintió lentamente.

—Tú eras todo lo contrario a lo que aprendí a valorar. Humana, pequeña, dulce… Y sin embargo, desde que te vi, algo en mí supo que no podía ignorarte. Pero no lo entendí a tiempo.

Aylin se abrazó a sí misma, recordando los días en los que lo observaba desde la distancia, sintiéndose invisible.

—Y yo… solo quería que me vieras. No como tu pareja. No como una carga. Solo… como yo.

Ethan la miró entonces, por primera vez en esa conversación, y en sus ojos había una mezcla de arrepentimiento y admiración.

—Y lo veo, Aylin. Más claro que nunca. Te veo como la mujer que enfrentó su linaje sin temor. Como la Alfa que yo no tuve el valor de ser cuando me tocó.

Ella soltó una pequeña risa amarga.

—Nunca quise ser Alfa. Solo quería sentir que pertenecía a algún lugar. A alguien.

—Y lo haces —dijo él con suavidad, acercándose un poco más—. A este lugar. A esta manada. A mí.

Ella lo miró fijamente, con una mezcla de ternura y dolor.

—¿Y qué pasa si un día mi poder se descontrola? ¿Si me convierto en aquello que más temes?

Ethan no dudó.

—Entonces me quedaré contigo. Para ayudarte a recordarte quién eres. Para recordarte que tu luz no está en tu fuerza, sino en tu corazón.

El silencio que siguió no fue incómodo. Fue profundo, como un puente invisible entre dos almas que, a pesar de las cicatrices, comenzaban a sanar juntas.

Aylin apoyó la cabeza en su hombro, y por primera vez desde su transformación, sintió paz. No la paz del descanso, sino la de saber que, finalmente, estaba exactamente donde debía estar.

Ethan le acarició el cabello con lentitud.

—Podemos tener un nuevo comienzo —murmuró—. Uno sin juicios, sin miedo. Solo tú y yo, eligiéndonos cada día.

Ella cerró los ojos, respirando su aroma, sintiendo su calor.

—Entonces elijámonos, Ethan. Aunque el mundo nos rechace, aunque nuestros pasados nos persigan. Elijámonos.

Y en medio de la noche, bajo el cielo lleno de estrellas, sellaron esa promesa con un silencio compartido y una cercanía que ya no necesitaba palabras. Porque cuando el alma reconoce a su igual, el destino ya no importa. Lo único que vale… es la elección.




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