El Despertar del Linaje.
La tensión en el ambiente era tan densa que se podía cortar con un cuchillo. La noticia sobre la manada desconocida se esparció rápido entre los miembros del territorio, y con ella, el temor de una guerra inminente. Pero lo que más inquietaba a todos no era el enemigo… era lo que Aylin representaba ahora.
Ethan convocó una reunión con los líderes del consejo en el salón de piedra, el lugar más antiguo del territorio, construido por los primeros Alfas de su linaje. Era un sitio sagrado, donde se tomaban decisiones que cambiaban el destino de la manada.
Aylin caminaba junto a él, con la espalda recta, los ojos claros y fríos. Ya no era la chica tímida que apenas levantaba la mirada. Ahora era algo más. Su esencia brillaba, incluso cuando intentaba ocultarla. Su poder, ligado al antiguo linaje carmesí, despertaba poco a poco, y todos lo sentían, aunque no lo dijeran.
Al entrar, los presentes se pusieron de pie, como por instinto. Nadie dio una orden. Nadie habló. Solo la miraron. Ella les sostuvo la mirada uno por uno.
—Tomaré la palabra —dijo Aylin, antes de que Ethan pudiera hacerlo.
Él la miró de reojo, con una mezcla de sorpresa y orgullo. Le cedió el centro de la sala sin decir nada.
—Una manada desconocida se acerca. No sabemos sus intenciones, pero sí sabemos algo: están organizados, y han estado ocultos demasiado tiempo para ser amistosos. Y yo… soy probablemente la razón por la que vienen.
Un murmullo recorrió la sala, pero nadie la interrumpió.
—No voy a disculparme por existir. Por ser quien soy. Lo que llevo dentro, este linaje… no es una maldición. Es parte de nuestra historia. Oculta, sí. Peligrosa, quizás. Pero también poderosa.
Uno de los ancianos, el más viejo de todos, alzó la voz.
—Ese poder trajo destrucción siglos atrás. El linaje carmesí no fue exiliado por debilidad, sino por exceso. Por ambición.
—Y ahora está en mí —respondió Aylin, firme—. ¿Significa eso que soy una amenaza? ¿O que tengo una elección que los que vinieron antes no tuvieron?
Silencio.
—Puedo huir —dijo—. Puedo irme y llevarme el problema lejos. Pero también puedo quedarme, enfrentar lo que viene… y proteger esta tierra. No porque me lo deban, sino porque quiero. Porque por primera vez en mi vida… pertenezco a algo.
Ethan no pudo evitar acercarse y tomar su mano frente a todos.
—No lo hará sola —dijo él—. Aylin es mi pareja, sí. Pero también es mi igual. Esta es su manada tanto como mía. Y si vienen por ella… también vendrán por mí.
Una ola de asentimientos recorrió la sala. Era como si por fin, después de tanto resistirse, los lobos vieran en Aylin lo que ella siempre fue: una Alfa.
_________________________________________________
Más tarde, mientras el consejo organizaba las primeras defensas, Aylin salió a caminar al borde del bosque. Necesitaba sentir la tierra bajo sus pies, el aire en sus pulmones. Estaba cambiando, por dentro y por fuera. Lo notaba. Su cuerpo se sentía más fuerte, sus sentidos más agudos. Y sus sueños… cada vez más intensos.
Ese día, al cerrar los ojos bajo un roble antiguo, sintió una presencia. No física. No real. Una energía ancestral, como si alguien la observara desde otra dimensión.
—¿Me escuchas? —susurró.
La brisa movió su cabello, como una caricia. Una voz suave, femenina, respondió en su mente.
El linaje no te controla. Tú lo guías. Pero solo si dejas atrás el miedo.
Aylin abrió los ojos, sobresaltada.
—¿Quién eres?
La primera. La que cayó. La que espera… que tú no repitas mi error.
Entonces, un destello rojo cruzó su visión. No era amenaza. Era poder. El suyo. Aún dormido. Aún por despertar por completo.
_________________________________________________
Esa noche, en la cabaña, Aylin le contó todo a Ethan. Él la escuchó sin interrumpirla, pero cuando terminó, no dudó en abrazarla con fuerza.
—Lo que seas, Aylin… no cambia lo que eres para mí. No temo tu linaje. Solo temo no estar a tu altura.
Ella lo miró, seria.
—Entonces prepárate, Ethan. Porque cuando despierte por completo… el mundo temblará.
Y él sonrió.
—Entonces que tiemble.
_________________________________________________
El linaje carmesí despertaba.
La guerra se acercaba.
Pero Aylin ya no temía.
Porque ahora, por fin, era dueña de sí misma. De su poder. Y de su destino.