Rechazada Por El Alfa

Capitulo 29

La Primera Sangre.

La luna llena se alzaba como un centinela silencioso en el cielo nocturno, bañando el bosque en una luz plateada y misteriosa. Las sombras se alargaban entre los árboles, como si el propio bosque supiera que algo se avecinaba. La tranquilidad era solo una máscara... una que estaba a punto de romperse.

Aylin se encontraba en el centro del claro de entrenamiento. Su respiración era firme, su mente enfocada. A su alrededor, los guerreros más leales de la manada formaban un círculo, observándola. Ella no estaba allí para demostrar fuerza física. Estaba allí para demostrar control.

—Una vez que lo liberes —le había advertido Caleb horas antes—, no podrás encerrarlo de nuevo tan fácilmente. El linaje carmesí es fuego. Quema, consume. Solo tú decides si lo diriges… o si te consume.

Aylin cerró los ojos. Sintió el calor crecer en su pecho, como una corriente subterránea. Su sangre vibraba. Era como si cada latido despertara recuerdos que no eran suyos. Voces, imágenes, dolores antiguos. Guerras olvidadas. Poder.

El suelo tembló levemente. Una brisa roja se elevó a su alrededor, y el silencio fue reemplazado por un murmullo de asombro. Sus ojos se abrieron: completamente carmesí. Pero no había odio. No había descontrol. Solo propósito.

Ethan, que observaba desde la distancia, sintió algo en su interior quebrarse. No de miedo, sino de respeto. La mujer que una vez rechazó ahora brillaba como una reina guerrera, y por primera vez entendió la magnitud de lo que ella era: no un error del destino, sino una fuerza que este mundo había estado esperando.

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Esa noche, los exploradores confirmaron lo inevitable: la manada enemiga había cruzado la frontera. Eran más de lo esperado. Bien organizados. Bien armados. Y liderados por un Alfa que parecía no temer nada.

—Vienen por ti —dijo Ethan mientras se preparaban—. No por el territorio. Por tu sangre.

Aylin asintió sin inmutarse.

—Entonces les daremos una bienvenida que no olvidarán.

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El primer enfrentamiento fue rápido y brutal.

La batalla estalló en los límites del río que dividía los dos territorios. Garras y colmillos se cruzaron bajo la luna. Los aullidos desgarraban el cielo. Pero entre el caos, Aylin avanzaba con una serenidad que helaba la sangre. No era solo una guerrera, era un huracán de precisión.

Cada enemigo que se le acercaba era derribado, no por salvajismo, sino por maestría. Su poder carmesí emergía como una extensión de ella misma: una danza de fuego y energía que no dejaba nada al azar.

Fue entonces cuando lo vio.

El Alfa enemigo. Alto, corpulento, con ojos de hielo y una cicatriz que le atravesaba el rostro. Su presencia imponía. Pero lo que la hizo detenerse no fue su apariencia... sino su aura. Oscura. Antinatural.

—Así que tú eres la reliquia que tanto buscan proteger —dijo él, caminando hacia ella con una sonrisa torcida—. Pequeña para contener tanto poder.

—Y tú eres el necio que cree que puede controlarlo —respondió Aylin, firme.

—No quiero controlarlo. Quiero absorberlo. Y tú, niña… eres solo el recipiente.

Antes de que pudiera dar un paso más, Aylin alzó una mano. La tierra se partió bajo sus pies, una ráfaga de energía roja emergió como un látigo, empujándolo hacia atrás.

La batalla entre ambos comenzó.

No fue rápida. No fue limpia. Fue brutal.

Él era fuerte. Muy fuerte. Un Alfa forjado en oscuridad y ambición. Pero Aylin tenía algo que él no: un propósito. No peleaba por poder, ni por venganza. Peleaba por su manada. Por su lugar en el mundo. Por su derecho a ser quien era.

Con un rugido final, canalizó toda su energía en un estallido que iluminó el bosque. El Alfa enemigo cayó de rodillas, sangrando, derrotado, pero aún con una sonrisa torcida.

—Esto no ha terminado…

—Pero tú sí —respondió Aylin, con los ojos aún encendidos—. Y la próxima vez que alguien venga por mi sangre… se la haré tragar.

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Cuando volvió con la manada, herida pero firme, todos se arrodillaron.

No porque ella lo exigiera.

Sino porque lo merecía.

Y esa noche, Aylin no solo fue reconocida como pareja del Alfa.

Fue reconocida como la Alfa.

La heredera del linaje carmesí.

La dueña de su propio destino.




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