Rechazada Por El Alfa

Capitulo 32

Ecos del Pasado.

La unión entre Aylin y Ethan había sellado mucho más que un lazo entre dos corazones; había despertado fuerzas antiguas que yacían dormidas en lo más profundo de la tierra, en las raíces del linaje que Aylin representaba. La marca aún ardía suavemente en su piel, un calor que no dolía, sino que palpitaba como un eco constante de algo más grande. Algo que aún no comprendía del todo.

La noche después del ritual, Aylin no podía dormir. Se levantó en silencio, dejó un beso en el hombro de Ethan, y salió de la cabaña. El bosque parecía distinto, como si cada hoja susurrara secretos a su paso. Caminó descalza por el sendero iluminado por la luna hasta llegar al lago de aguas negras. Allí, todo había comenzado. Fue donde soñó por primera vez con su verdadera forma… y donde casi la pierde.

Se arrodilló a la orilla y miró su reflejo. Pero no vio solo su rostro: vio otros. Decenas. Cientos. Rostros similares al suyo, con ojos carmesí, rodeados por fuego, agua, tierra, viento. Vio guerras antiguas. Vio amor. Vio traición. Y sintió una voz, suave pero firme, dentro de ella.

"Eres la última… y también la primera."

Un escalofrío recorrió su columna. Se levantó lentamente, sabiendo que algo se acercaba. No un enemigo… sino una verdad.

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A la mañana siguiente, Aylin convocó al consejo. Ethan la observó con atención mientras ella caminaba con paso seguro hasta el círculo de piedras donde los alfas discutían las decisiones más importantes. Caleb, el anciano guía, estaba allí también.

—¿Qué sucede? —preguntó Ethan, tomando asiento a su lado.

—He visto algo —dijo ella con tono firme—. O mejor dicho, lo he sentido. Nuestra unión no fue solo un ritual. Fue una llave. Y la cerradura ya se abrió.

Los ancianos se miraron entre sí, inquietos.

—¿A qué te refieres, Aylin? —preguntó Caleb.

—Hay un lugar —respondió ella—. Más allá de las montañas del norte. Se llama Kareth-Alar, el Santuario del Origen. Nadie ha ido en generaciones. Dicen que fue destruido… pero yo sé que aún existe. Lo vi. Lo sentí. Allí están las respuestas. Sobre mí. Sobre nuestro linaje. Sobre lo que viene.

Ethan se puso de pie.

—No podemos arriesgarte de nuevo. No ahora que te hemos recuperado. El enemigo puede estar acechando.

—Precisamente por eso debo ir —replicó Aylin con calma—. Porque si yo no entiendo el poder que llevo dentro, ¿cómo voy a proteger a los nuestros cuando vuelvan a atacar?

Silencio.

Fue Caleb quien habló, después de un largo instante.

—Entonces no vayas sola. Hay alguien que puede guiarte. Alguien que ha estado allí antes… aunque ya no lo recuerde del todo.

Los ojos de todos se volvieron hacia el anciano.

—¿Quién? —preguntó Aylin, intrigada.

Caleb bajó la cabeza.

—Mi hermana. Ha estado perdida en sus visiones desde hace décadas… pero hay momentos en que la claridad regresa. Ella fue una de las últimas guardianas del Santuario. Si alguien puede llevarte, es ella.

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Esa noche, Aylin se despidió de Ethan con un beso y un abrazo prolongado. Él no intentó detenerla esta vez. Solo la abrazó más fuerte, como si con eso pudiera quedarse con una parte de ella hasta su regreso.

—No tardes —le dijo, susurrando contra su cabello—. Cada día sin ti se sentirá como una eternidad.

—Volveré —prometió ella—. No como la misma… sino como la que debo ser.

Y entonces, Aylin partió.

Con la luna en lo alto.

Con fuego en las venas.

Y con un destino que, por fin, estaba comenzando a revelarse.




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