Rechazada Por El Alfa

Capitulo 35

La Guerra Final.

El cielo amaneció gris. Pesado. Como si incluso los dioses hubieran contenido la respiración en la víspera del enfrentamiento más esperado y temido de todos los tiempos. La guerra final no era solo una batalla por territorio o poder: era el clímax de siglos de secretos, traiciones y sangre no derramada. Y al centro de todo… estaba Aylin.

En el bosque sagrado, la manada de Ethan se alistaba en completo silencio. No había gritos, ni discursos vacíos. Solo miradas determinadas, armas bendecidas con plata pura, y lobos transformándose en fila como un ejército sincronizado con la naturaleza misma. Aylin caminaba entre ellos, con su túnica de tela carmesí y el cabello largo ondeando como llamas negras. No llevaba miedo en la mirada. Solo propósito.

—¿Estás lista? —preguntó Ethan, ajustando su armadura de cuero oscuro.

Ella lo miró, asintiendo.

—No nací lista. Me forjé para esto.

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El enemigo apareció a mediodía, como una sombra que cubría el horizonte. Eran más de lo esperado. Manadas de clanes exiliados, renegados de linaje puro, cazadores humanos aliados con brujos y criaturas manipuladas. Al frente, un rostro que Aylin no olvidaría jamás: Arlan, el Alfa Caído. Aquel que años atrás intentó tomar por la fuerza el poder carmesí, fracasando... y prometiendo regresar.

—Aylin —gruñó desde lo alto de su lobo negro como la noche—. Te convertiste en el monstruo que tanto juraste no ser.

Ella dio un paso al frente, con el viento soplando tras ella.

—No soy un monstruo —respondió—. Soy la voz de los que nunca pudieron gritar. Y hoy… terminará tu reinado de miedo.

Arlan sonrió con burla. Alzó el puño. El ejército enemigo rugió.

Y así, la guerra final comenzó.

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El primer choque fue brutal. Lobo contra lobo. Metal contra garra. Magia contra instinto. Aylin y Ethan luchaban espalda con espalda, cada movimiento fluido y letal. Los árboles crujían por los cuerpos lanzados, el suelo se teñía de rojo, y los aullidos se mezclaban con hechizos antiguos lanzados por los brujos aliados de Arlan.

En un momento crítico, Aylin fue rodeada por cinco criaturas invocadas. Con un grito, activó la marca carmesí. Su cuerpo se envolvió en un halo de fuego sagrado, y con un movimiento de sus manos, desató una onda de energía que redujo a cenizas a sus enemigos.

Desde la distancia, Siria, la anciana guardiana del Santuario, observaba desde lo alto de un risco. Con ella, una docena de sabios que habían regresado del exilio. Cuando vieron la señal de Aylin, comenzaron a entonar el Canto del Origen. El bosque tembló. La tierra se abrió.

Los árboles respondieron.

Las raíces atraparon a los invasores.

El bosque estaba del lado de Aylin.

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Arlan, viendo cómo sus fuerzas comenzaban a ser repelidas, decidió terminarlo personalmente. Saltó desde su bestia hacia Aylin, transformándose en su forma más feroz, cubierto por runas oscuras. Aylin lo enfrentó, sin transformarse. Su poder no estaba en la forma… sino en el alma.

El combate fue titánico. Puños, garras, explosiones de poder. Pero Aylin ya no era la misma chica que había sido rechazada. Ya no era la humana frágil que buscaba aceptación.

Era una Alfa.

Era la Alfa Carmesí.

Con un grito que resonó en el plano espiritual, canalizó la energía del Santuario. Una columna de luz descendió del cielo, envolviéndola por completo. Aylin elevó las manos, y una lanza de energía pura atravesó el pecho de Arlan, sellando no solo su cuerpo… sino su esencia oscura.

Todo se detuvo.

Los enemigos comenzaron a huir.

El silencio reinó en el campo de batalla.

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Horas después, mientras los heridos eran atendidos y los caídos honrados, Aylin se arrodilló en medio del claro donde comenzó todo. Ethan llegó a su lado y la envolvió en un abrazo.

—Lo lograste —susurró él.

—Lo logramos —corrigió ella.

Caleb se acercó con Siria, ambos con lágrimas de orgullo.

—Hoy comienza una nueva era —dijo Caleb—. Y tú, hija del equilibrio, serás su guardiana.

Aylin miró al cielo. La luna, ahora llena, brillaba más clara que nunca.

—No más rechazo —dijo en voz baja—. No más silencio.

La manada aulló al unísono.

Y en ese aullido, se escribió el final de una guerra…

… y el comienzo de una nueva historia.

Una historia donde la humanidad y lo sobrenatural ya no se enfrentaban, sino que se entrelazaban en armonía. Donde la Alfa Carmesí reinaba, no por miedo…sino por amor.




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