Rechazada Por El Alfa

Capitulo 36

El Regreso de Damien.

El eco de la guerra aún resonaba en los árboles cuando el primer presagio apareció: un cuervo negro como la noche sobrevoló el Santuario tres veces, y luego desapareció entre las montañas del norte. Siria fue la primera en advertirlo. Estaba recogiendo plantas sagradas en los límites del bosque cuando se detuvo en seco y alzó la mirada al cielo.

—Ha regresado —murmuró—. El que fue olvidado… pero jamás derrotado.

Aylin, aún ocupada con la restauración de los límites de la manada, sintió un escalofrío recorrerle la columna. No supo de inmediato por qué, pero su lobo interior gruñó con una inquietud que no sentía desde antes de la guerra.

Horas más tarde, en la torre de observación, llegó un mensaje en forma de ceniza flotante. Nadie la vio entrar por la ventana, pero la ceniza formó una palabra en el aire frente a Ethan:

"Damien."

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Damien había sido el primero en buscar el poder del Alfa Carmesí, incluso antes de Arlan. Un lobo errante, inteligente, seductor, pero corrompido por una obsesión con el equilibrio absoluto. Creía que los humanos eran la raíz de la debilidad del mundo sobrenatural, y que solo una limpieza total permitiría que los lobos dominantes volvieran a gobernar. Fue expulsado, traicionado por sus propios seguidores y maldito para vagar en el exilio entre dimensiones.

Pero ahora, había regresado.

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La noche en que la luna se volvió escarlata, Aylin lo vio.

Estaba de pie sobre el lago congelado, inmóvil, como si el tiempo no le afectara. Llevaba un abrigo largo, negro, y su cabello oscuro le caía hasta los hombros. Sus ojos, de un rojo profundo como rubíes fundidos, se clavaron en ella.

—Hola, pequeña Alfa —dijo con una voz suave, pero cargada de siglos de rencor.

Aylin no se inmutó. Dio un paso adelante, sintiendo cómo la energía mágica se condensaba a su alrededor.

—No eres bienvenido aquí.

—Tampoco lo fui cuando lo entregué todo —respondió Damien—. Pero no estoy aquí por venganza… aún. Estoy aquí para advertirte.

Eso la descolocó.

—¿Advertirme?

Damien sonrió.

—La guerra que libraste fue una cortina de humo. Arlan fue solo un peón. Mientras tú luchabas por tu manada, alguien más se alimentaba del caos, creciendo, esperando el momento justo. Yo lo he visto. En el Vacío. En los rincones donde los Alfa Carmesí nunca miraron.

Aylin entrecerró los ojos, evaluándolo.

—¿Por qué me lo dices?

—Porque aunque me expulsasteis, aunque todos ustedes me dieron la espalda, tú eres la única capaz de detener lo que viene. Y aunque me duela admitirlo… si caes, todo caerá contigo.

Damien se giró para marcharse, pero antes de desaparecer, añadió:

—Nos volveremos a ver. Y cuando lo hagamos… tendrás que decidir si confiar en mí, o enfrentarte a lo que ni siquiera tú puedes imaginar.

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Ethan estaba furioso cuando Aylin le contó lo ocurrido.

—¡No podemos confiar en él! ¡Él fue el causante de la desaparición de medio clan del sur! ¿Ya olvidaste las profecías?

—No, Ethan. No las olvidé. Pero también sé que hay enemigos que solo se vencen con aliados incómodos. No estoy diciendo que le creamos… pero no podemos ignorarlo.

Caleb intervino desde el fondo de la sala del consejo.

—Damien siempre tuvo la vista puesta en el horizonte. Tal vez lo que vio es real. Tal vez... esta guerra no fue el final.

Un silencio cayó sobre todos.

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Esa noche, Aylin caminó sola hasta el borde del Santuario. Extendió la mano sobre una roca ancestral donde estaban grabados los nombres de los Alfa Carmesí que la precedieron. Uno de esos nombres… había sido borrado.

—Damien.

La roca respondió con un leve resplandor.

—¿Estás con nosotros… o contra nosotros?

No hubo respuesta. Solo el viento.

Pero Aylin supo, en lo profundo de su ser, que la verdadera guerra apenas comenzaba.

Y que el regreso de Damien no era una amenaza…

Era una advertencia.

Una grieta en la calma antes de la tormenta.

Una sombra que volvería a reclamar su lugar…

… o a destruirlo todo.




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