Rechazada Por El Alfa

Capitulo 38 Final.

El Último Latido del Alfa.

El invierno llegó temprano aquel año, cubriendo la tierra con un manto blanco que parecía silenciar incluso los recuerdos. Las secuelas de la guerra y el sellado del Vacío habían dejado una calma inquietante en el Santuario, como si el mundo contuviera la respiración, temiendo lo que pudiera venir después. Pero entre los escombros de lo que fue, algo nuevo comenzaba a florecer.

Aylin caminaba por los campos nevados, sola, envuelta en una capa blanca que se confundía con el paisaje. Cada paso que daba era firme, aunque en su interior aún pesaban las marcas del ritual. Las runas negras seguían en su piel, no como heridas, sino como cicatrices de una elección que había cambiado el curso del destino. Era la heredera del error, sí… pero también la que lo enfrentó.

Ethan la alcanzó al borde del río congelado. Su cabello ondeaba con el viento, y sus ojos dorados ya no brillaban con rabia o dolor, sino con algo más profundo: aceptación.

—¿Te vas a ir? —preguntó él, deteniéndose a su lado.

Aylin respiró hondo, observando cómo el vapor escapaba de sus labios como si cada exhalación soltara una parte de su pasado.

—No lo sé. Una parte de mí siente que mi deber aquí ha terminado. Pero otra… —volteó a verlo—. Me dice que esto apenas empieza.

—No quiero perderte —murmuró Ethan, acercándose, tomándola de las manos—. Ya no. No después de todo lo que pasamos.

—No me perderás —dijo ella, sonriendo con dulzura—. Solo necesito entender quién soy ahora. Ya no soy solo humana… ni solo loba… ni solo Alfa. Soy algo que aún no tiene nombre.

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El Consejo se reunió por última vez en la Gran Sala. Aylin se presentó ante todos con una decisión firme: renunciaría al liderazgo de la manada. No por debilidad, sino por sabiduría. Era hora de dejar el poder a quienes pudieran cuidar del presente, mientras ella se encargaba de velar por el futuro.

Ethan, aunque al principio se resistió, finalmente comprendió. El amor verdadero no aprisiona, acompaña. Y así, aunque su compañera se marchara del territorio, su vínculo no se rompería. La había marcado con su alma. Y ella a él.

Siria fue elegida como nueva Alfa del Santuario, con Caleb como su segundo al mando. Ambos recibieron la bendición de Aylin bajo la luna llena. Los lobos aullaron con respeto, no como despedida, sino como homenaje.

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Una semana después, Aylin partió al norte. Nadie supo con certeza a dónde iba, solo que seguía las huellas de un conocimiento más antiguo que el mismo linaje de los Alfas Carmesí. Se decía que buscaba el Origen: el lugar donde se formaron los primeros lazos entre hombre y lobo, donde podría encontrar respuestas sobre su verdadera naturaleza.

En su viaje, atravesó montañas cubiertas de bruma, cruzó mares en sueños, y escuchó voces de los que vinieron antes. Aprendió que el equilibrio no era una meta, sino un camino. Que el Vacío no podía ser destruido, pero sí entendido. Y que su existencia no era un error… sino parte de una profecía olvidada.

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Años después, se convirtió en leyenda.

Se decía que cuando una manada caía en desesperación, una mujer de ojos azules y cabello negro como la noche aparecía en sus límites, ofreciendo una elección, no una salvación.

Los cachorros crecieron escuchando historias de “la Alfa sin trono”, la que se enfrentó al Vacío y vivió para contarlo. La que amó al Alfa más fuerte de su generación, pero no dejó que el amor le impidiera volar.

Y Ethan, aunque envejeció entre su manada, jamás tomó otra compañera. Todas las noches miraba al cielo estrellado, sabiendo que, en algún lugar del mundo, Aylin también lo miraba.

Y a veces… sentía que ella lo escuchaba.

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Muchos creen que la historia terminó con el sello del Vacío.

Pero los sabios dicen que mientras haya un corazón valiente, una decisión por tomar, y una oscuridad acechando en los bordes del mundo...

La leyenda de Aylin y Ethan seguirá latiendo.

No como una historia de guerra.

Sino como un canto eterno de amor, destino… y libertad.

FIN.




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