Capítulo 5
Tyler
Charlie quería saber por qué estaban tomando su sangre, alegó muchas veces que no estaba enfermo y que no era necesario lo que le estaban haciendo. Megan lo tranquilizó un par de veces, pero él volvía a lo mismo.
—Pero es que no lo necesito, tía Megan —dice cuando la enfermera tiene todo preparado.
Se me ocurre una idea, algo que me ha rondado la mente todo el rato.
—Oye, Meg, ¿podemos hablar un segundo?
Ella me mira con el entrecejo fruncido y, dándole una mirada rápida a Charlie, me sigue fuera.
—Regresamos en un segundo.
Charlie nos mira como si fuéramos unos traidores que lo dejamos solo en una mala situación y quiero reír por su dramatismo. Una vez afuera, Megan se cruza de brazos y espera a que hable.
—Creo que le tiene miedo a las agujas.
Su expresión pasa de la curiosidad al entendimiento y su boca se abre mientras asiente.
—Tiene sentido. —Ríe bajito, bajando la cabeza para no dejar ver esa sonrisa tan bonita que tiene—. Hace un tiempo, cuando tuvo una fractura menor en la muñeca luego de que un compañero lo empujó sin querer, se negaba a que le pusieran tratamiento por la vena, solo quería irse a casa.
Río, negando con la cabeza.
—Es hereditario, cariño —confieso—. Odio las agujas.
La enfermera sale al pasillo y se para a nuestro lado, sonriendo con amabilidad.
—Disculpen que los moleste, pero me parece que sería una mejor opción tomar un poco de su saliva con un hisopo.
Megan asiente de inmediato.
—Sí, es la mejor opción, el niño le tiene pavor a las agujas. —Su expresión se torna culpable—. Lo olvidé.
La enfermera le pone la mano en el hombro en señal de apoyo.
—Te preocupas por él y eso es lo importante.
Supongo que el abogado o alguien de su oficina le hizo saber la situación. O, tal vez, fue Megan quien le soltó la historia en medio de su nerviosismo cuando a Charlie le dieron ganas de ir al baño hace unos minutos y fui con él.
Ella se va a hacer el papeleo para cambiar el método de recolección de muestras y regresa media hora después con un equipo diferente. Este contiene tubos al vacío como el de recolección de sangre, pero con un hisopo dentro y son más largos. Charlie se relaja al ver que no hay agujas y nos da una sonrisa de alivio a Megan y a mí.
—Abre la boca, cariño —le pide la enfermera y él lo hace.
Ella recoge la muestra y luego se va, diciéndonos que nos enviarán el resultado en unos días. Cuando salimos de la clínica, Charlie nos pide que vayamos a desayunar a una wafflera y es imposible decirle que no al pequeño. En serio, este niño tiene mi corazón en su mano.
—¿Por qué me llevaron al médico? —cuestiona cuando cada uno de nosotros tiene un plato delante—. No estoy enfermo.
—Es por rutina, Charlie —se apresura Megan a decir—. Tus abuelos, Tyler y yo queríamos asegurarnos de que están bien.
Él asiente, poniendo su atención en los waffles que tiene enfrente. Le doy una mirada a Megan y ella me mira de regreso.
Tenemos que hablar con él, preguntarle si quiere irse con nosotros, pero sé que ella, como yo, tiene miedo de que la respuesta sea no. Si Charlie no quiere que lo creímos nosotros, será más difícil conseguir su custodia y su adaptación será más lenta. Quiero que mi hijo tenga lo que quiere, pero dolerá si no es quedarse con nosotros.
Asiento y Megan me regresa el gesto, levando sus ojos hacia Charlie.
—Oye, cariño —lo llama—. Sé que es doloroso hablar de esto, pero tengo que decirte algo importante.
Charlie la mira, su ceño fruncido.
—¿Van a irse?
Su pregunta me toma por sorpresa, y a Megan igual.
—No, todavía no —contesto, pero mis palabras no hacen nada para calmarlo—. ¿Qué ocurre, Charlie?
Su labio inferior sobresale en un puchero y sus ojos se llenan de lágrimas.
—Van a dejarme —dice bajito—. Se van a ir y me van a dejar con mi abuelos, ¿verdad?
Miro a Megan para encontrar que ella también tiene los ojos llenos de lágrimas y su labio inferior tiembla con violencia.
—No, Charlie, no vamos a dejarte —asegura ella—. No es eso lo que queremos decirte.
Charlie levanta la cabeza, esperanzado.
—No se irán.
Megan me mira y yo a ella, y decido tomar la batuta.
—Escucha, amigo —intervengo, poniendo una mano sobre la de mi hijo—. Nos iremos, sabes que nuestras vidas están en Estados Unidos, pero queremos que vayas con nosotros.
Charlie suelta una exhalación, parpadeando.
—¿Quieren que me mude con ustedes?
—Sí, cariño, queremos te mudes con nosotros. —Ella le sonríe, pero está tensa, puedo verlo—. Puedes venir a mi casa o la de Tyler, o podemos buscar una casa grande para los tres. Lo que tú quieras.