Recordarnos

Capítulo 14

Capítulo 14

Megan

 

Temas como Miranda y Jason son un punto de quiebre entre nosotros, cosa que deja en evidencia lo frágil que es esta relación y, lamentablemente, creo que siempre será así. Por ello es que no quiero arriesgarme con Tyler. Sé que mis acciones dicen lo contrario cuando digo delante de Charlie, o de cualquier otra persona, que él y yo estamos juntos de alguna manera, pero admito que algunas veces se me sale sin pensarlo. 

Sí, es una mala jugada de mi parte decir este tipo de cosas cuando en realidad pienso todo lo contrario, pero ¿qué más puedo hacer?

En silencio, seguimos a Charlie hacia una piscina gigante de pelotas de colores en la que no piensa dos veces antes de lanzarse. Me alegra verlo tan feliz, es algo que no he visto mucho en estos días y me estaba empezando a preocupar. 

—¿Crees que tendrá problemas en la escuela para socializar?

La pregunta de Tyler saca a relucir mi preocupación más próxima. El próximo lunes Charlie inicia la escuela y tengo miedo de que no le guste o lo traten mal. Los chicos a esa edad a veces son tan malos y estar solo en esa etapa, agregando todo lo que ha pasado, no será fácil para él. 

—Espero que no, eso haría todo más complicado. 

Tyler se cruza de brazos sin despegar la vista de nuestro hijo. Hay momentos en los que se hace más evidente que son padre e hijo, como ahora mismo. Cuando Charlie está concentrado en algo pone la misma expresión y su parecido se hace casi imposible de pasar por alto. 

—Al menos aquí está socializando con normalidad. 

Aparto la mirada de él para centrarla en mi hijo. Está hablando con una niña y un niño de su edad; la niña dice algo y ambos niños asienten de acuerdo antes de correr en dirección a la rampa más alta. 

—Es un ambiente diferente, pero me pone más tranquila verlo. 

Tyler se mueve de un pie a otro, mirándome de reojo al tiempo que yo hago lo mismo. 

—¿Cuándo es su próxima reunión con la psicóloga?

—El martes —informo, metiendo mis manos en los bolsillos de mi pantalón—. No ha tenido otro ataque de pánico, así que eso es un avance. 

Vuelve su atención al niño y lo imito. 

Dios, es tan difícil tener que estar con él con esta necesidad de acercarme más. Es como un imán y yo soy de puro acero, no puedo mantenerme alejada. 

Pero lo intento con más ahínco. 

Me giro a tiempo para ver a Charlie correr hacia nosotros con una sonrisa gigante en la cara. 

—Tía Megan, he hecho dos nuevos amigos y quieren que vaya con ellos a su mesa —dice en voz alta—. Emma, la niña, está de cumpleaños y quiere que esté allí cuando corte el pastel. 

—Por mí está bien, Charlie, pero tengo que hablar con sus padres antes. 

Él asiente repetidas veces. 

—Sabía que dirías eso y se lo dije a ella, está buscando a sus padres ahora para que les preguntes. 

Tyler ríe, pasando un brazo sobre los hombros de Charlie. 

Dios Santo, sí que ha crecido. Ya le llega a Tyler al esternón, y Tyler es muy alto. Se nota que va a tener su altura y no la mía. 

—Te adelantas a todo, ¿cierto, chico?

Charlie sonríe con petulancia, un gesto que demuestra que no heredó nada mío, sacó todo de su padre. 

—Es que soy muy inteligente, Ty. 

Tyler ríe más fuerte. 

—Sí, amigo, lo eres. 

Unos minutos después estoy frente a una mujer un poco mayor que yo de aspecto amable y que está feliz de recibir a Charlie mientras cortan el pastel. Tyler y yo esperamos a un lado del lugar, viendo cómo nuestro hijo canta el cumpleaños a una niña que acaba de conocer. 

—¿Te lo imaginas cuando lleve a una chiquilla a casa?

Gimo, pensando exactamente lo mismo. 

—Ni lo digas, vamos a estar muy ocupados con él. —Lo señalo—. Míralo, es un niño guapo y va a tener a un montón de niñas detrás. —Miro a Tyler—. Además, si hereda tu talento para hablar, Dios ayude a esas pobres chicas. 

Tyler sonríe con orgullo, justo como sabía que haría. 

—Tenía talento de adolescente, ¿no?

Miro hacia otro lado, evitando que vea mi sonrojo. Por supuesto que tenía talento, Charlie es la evidencia de su gran talento. 

—No sé tus primeros años de adolescencia, pero el Tyler de 18 años sabía cómo envolver a una pobre chica con facilidad. 

Él no responde, así que lo miro. Está sonriendo como si hubiera ganado un gran premio. Es un idiota que sabe lo que provoca, pero le gusta oírlo. 

—No tuviste opción, nena, quedaste flechada al instante. 

Ruedo los ojos. Idiota, ya lo dije. 

—Y tú también, no te hagas el tonto. 

Se encoge de hombros. 

—No he dicho lo contrario. —Su expresión pasa a una nostálgica de un segundo a otro—. Nadie me ha golpeado tan fuerte como tú, nena. 




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