Recordarnos

Capítulo 17

Capítulo 17

Tyler

 

Megan se ha quedado de piedra, puedo ver a su cerebro hacer cortocircuito en este instante. Yo no estoy mucho mejor, no tengo idea de dónde ha sacado Charlie tal cosa y tampoco sé qué demonios responder a eso. ¿Qué se le puede decir a un niño que quiere que las personas que lo adoptaron luego de que sus padre murieron se muden juntos? Es complicado, y estoy por ceder y decirle que vamos a pensarlo, pero eso puede desatar a una Megan enojada.

Sin embargo, pensándolo bien, es culpa de nosotros por hacerle creer que estamos juntos. Si el niño no tuviera la certeza de que Megan y yo somos una pareja, no haría una sugerencia como esa, estoy seguro. No se le puede culpar, él solo está preguntando algo que sería normal que una pareja considere.

—Charlie —jadea Megan y respira profundo antes de continuar—, Tyler y yo no hemos hablado de eso aún, pero lo vamos a tener en consideración, ¿está bien?

—Sí —concuerdo—. Nada nos gustaría más a ambos que vivir contigo, pero hay cosas de las en las que tenemos que ponernos de acuerdo antes de tomar la decisión. 

La expresión de Charlie decae y sus hombros se hunden. El chico de verdad quiere que vivamos juntos. 

—Pero Tyler pasa tanto tiempo aquí que no te das cuenta que se va a casa a dormir —Megan intenta animarlo y fracasa. 

—Pero sí me doy cuenta que no está. 

Ella me mira y hago lo mismo con ella. Tenemos un aprieto del que debemos tener cuidado a la hora de salir. 

—Vamos a pensarlo, ¿está bien? —Le digo a Charlie con una sonrisa—. Cuando hayamos llegado a un acuerdo serás el primero en saberlo. 

Él asiente antes de bajarse del taburete e ir a su habitación. Megan suelta una exhalación, llevándose una mano a la frente. 

—De todo lo que podía pedir viene con esto. 

Me acerco a ella y pongo mis manos en sus hombros, masajeando el área. Deja caer la cabeza hacia atrás, disfrutando el contacto. 

—No te preocupes, lo olvidará pronto. 

Ella gime en desacuerdo. 

—No lo creo, cuando tiene una idea es imposible hacerlo cambiar de opinión. —Se levanta y dejo caer mis manos a mis costados—. Será mejor que vayas a cambiarte, yo iré a dejar a Charlie en casa de mis padres y luego iré a la oficina. 

Se está cerrando en banda, está huyendo de la situación. No es una sorpresa, pero no voy a esconder que me causa molestia. 

—Como quieras —susurro. 

Tomo mis cosas y me despido de Charlie, evitando a toda costa ver a Megan a la cara. No debería molestarme que Megan ponga un límite, pero no lo puedo evitar. 

¿Tan malo sería para ella que estuviéramos juntos de verdad?

Ni siquiera voy a responder a ello o mi enojo será peor. 

 

 

Llegar a la oficina y encontrarme cara a cara con Miranda no es algo que quiero, pero el universo hoy quiere darme una paliza mental antes de la media mañana, tal parece. 

No tiene una cara amable, al contrario, parece molesta. ¿Quiero saber por qué? Por supuesto que no. ¿Va a darme ese privilegio? Ni en un millón de años. 

Entro al ascensor y me paro junto a ella, evitando mirarla. Para mi desgracias, cómo no, solo somos nosotros en el armatoste. Los primeros segundos no dice nada, y asumo que está tratando de ponerme de los nervios. Cree que haciendo esperar su discurso va a lograrlo, cosa que deja saber que no me conoce. Más bien es un alivio que no hable, me estoy librando unos segundos más de su discurso molesto. 

—Me encontré con esa mujer cuando llegué hace quince minutos. —Está hablando de Megan, por supuesto. No respondo antes su comentario, sé que ha terminado de hablar—. Es una grosera, me insultó. 

Dejo ir el aire, sintiéndome cansado y eso que solo son las nueve de la mañana. 

—¿Qué le dijiste? —inquiero—. Megan no sería grosera a menos que la molestes. 

Se encoge de hombros, mirando al frente. 

—Puede que le haya dicho que dejara de ser una perra contigo, lo normal. 

Lo normal.

Me paso una mano por el cabello, preguntándome qué hice para merecer este castigo. 

—Miranda, Megan y yo tenemos suficientes problemas entre manos como para que te agregues como uno más. —Evita mirarme, pero me muevo hasta estar frente a ella—. No quiero que le digas nada, nunca. Te lo advierto, no hagas nada que provoque que te aleje de nuevo de mí. 

Ella se desinfla, bajando sus ojos. Al menos parece arrepentida. 

—Lo lamento, ya la mujer esa me ha dicho lo mismo y llegué a la conclusión de que lo mejor es mantenerme al margen. 

¡Gracias, Dios mío!

¿Era muy difícil hacer esto desde el principio? Me habría evitado muchos problemas si hubiera actuado con tanta madurez desde antes. 

Paso un brazo sobre sus hombros y la acerco a mí, dejando un beso en su frente. 




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