Recordarnos

Capítulo 18

Capítulo 18

Megan

 

Bajo del auto y espero a que Charlie se ponga a mi lado para tomar su mano y caminar hacia la puerta de la casa de los padres Tyler. Nos retrasamos porque él está nervioso y nada de lo que eligió para ponerse le gustaba. Estuvo al borde de un ataque de pánico y yo casi llamo a Tyler para cancelarlo, pero logró tranquilizarse y aquí estamos. 

Charlie está serio, retraído, y su mano tiembla cuando toma la mía. No tiene de qué preocuparse, ya se lo he dicho, pero es imposible saber cómo va a reaccionar ante las cosas últimamente. No quiero tener que caminar a su alrededor con cuidado, quiero que tenga las preocupaciones de un niño de diez años, pero las circunstancias que lo envuelven no son las normales, así que no puedo exigir tal cosa, solo debo apoyarlo. 

—¿Estás segura de que voy a caerles bien? —pregunta bajita cuando llegamos a la puerta. 

Me agacho para mirarlo a los ojos y paso una mano por su cabello. 

—Ellos van a amarte, Charlie. 

Él asiente, poco convencido, y respira profundo, cerrando los ojos por unos segundos antes de mirarme de nuevo. 

—Vamos. 

Me levanto de nuevo y llamo a la puerta, deseando que no sea ninguno de los padres de Tyler. Esta reunión no puede llevarse a cabo en la calle. Tal vez debía avisar a Tyler para que se encontrara con nosotros aquí afuera antes de ir dentro. 

Parece que lo mismo que pienso lo estaba pensando él porque es quien abre la puerta, sonriendo al vernos. 

—Aquí están. —Me da una mirada extraña y luego pasa a Charlie—. Mis padres están emocionados de conocerte, campeón. 

La frente de Charlie se arruga con desconcierto y sus ojos se encienden con esperanza. 

Pobre bebé. 

—¿En serio?

—Nunca te mentiría, amigo. —Tyler me mira—. Tus padres, tu hermana y su prometido están aquí. 

Así que he llegado elegantemente tarde. Diablos, ahora la reunión de Charlie con los padres de Tyler va a ser un circo.

—Diantres —mascullo, sacándole una sonrisa a ambos chicos. 

—Tía Megan, puedes decir palabrotas, no voy a imitarte. 

Es un niño demasiado bueno. 

—Pero no quiero, cariño. 

Tyler, aún riendo, me mira:

—¿Listos?

Asiento y él abre la puerta, dejándonos pasar. Charlie me toma de la mano más fuerte y no me suelta en todo el trayecto a la sala de estar. Tyler me da una mirada interrogante y solo me puedo encoger de hombros. Se le nota a Charlie lo temeroso que está por este evento y se me parte el corazón por él. No merece pasar por nada malo. 

Tyler se nos adelanta y entra primero a la sala, haciendo que la conversación general se detenga. 

—Mamá, papá, Charlie está aquí —anuncia y se gira, extendiendo una mano hacia el niño—. Ven, campeón. 

Charlie me mira y le sonrío, haciéndole saber que estoy con él. Todavía aferrado a mi mano, se acerca a Tyler. 

—Hola —dice bajito y escucho a mi hermana hacer un sonido de ternura. 

La madre de Tyler se levanta y camina hacia nosotros, agachándose cuando llega hasta Charlie. 

—Hola, Charlie, soy Maggie. —Maggie le tiende la mano y él se la estrecha—. Estoy encantada de conocerte. 

Está a punto de largarse a llorar y no deja de repasar cada detalle de la cara de su nieto. Debe estar anotando cada similitud que tiene con su hijo, que son bastantes. 

—También es un gusto conocerla, señora Maggie. 

Ella ríe, aprovechando para limpiar una lágrima que se le ha escapado. 

—Dime solo Maggie. 

—Maggie —repite Charlie, asintiendo. 

La madre de Tyler se levanta y en ese mismo lugar se detiene el Sr. Maddox, haciendo que Charlie levante la mirada para verlo a los ojos. 

—Charlie, soy Ruben, el padre de Tyler. —Charlie lo mira con lo que parece miedo, pero sonríe cuando el padre de Tyler lo hace—. Eres un chico muy grande. ¿Cuántos años tienes?

—10, señor. 

—Todo un hombre. 

Veo a mi hijo hincharse de orgullo y le doy al Sr. Maddox un “gracias” articulado. Él asiente y regresa a su puesto. 

—Charlie, me dijo Tyler que te gustan los macarrones con queso —comenta Maggie mientras me siento junto a mi madre, Charlie pisándome los talones—. ¿Es cierto?

Él me mira antes de decir:

—Sí, me encantan. 

—Qué bueno, porque fue lo que hicimos para cenar. 

Los ojos de Charlie se iluminan y el nerviosismo acaba por desaparecer. Sabía que ellos estarían felices de tenerlo aquí, que todo iría bien, pero por más que le repetí esas palabras a Charlie él tenía que verlo con sus propios ojos. 

Una chica que reconozco de las veces que he venido antes me trae una copa de vino y a Charlie de la una lata de Coca-Cola, provocando que salte de alegría. Va a estar rebotando de aquí para allá por el azúcar que está a punto de ingerir, pero no puedo decirle que no a nada que lo haga feliz de alguna u otra forma esta noche. 




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