Capítulo 19
Tyler
Charlie inspecciona la habitación de mi infancia mientras yo lo observo. Es increíble tenerlo aquí, es algo con lo que nunca soñé, pero ahora que está pasando me pregunto por qué fui tan idiota. Este niño es lo mejor que pudo haberme pasado, es la luz que ha llegado a iluminar mi vida y a hacerla colorida.
Cuán diferentes habrían sido las cosas si me hubiese tomado las cosas de otra forma.
—¿Te gusta esa banda?
Señala un poster de Queen viejo colgado detrás de la puerta.
—Son los mejores. —Hace una mueca—. ¿No crees que digo la verdad?
—Son buenos, a mí también me gustan, pero no son mis preferidos.
Me cruzo de brazos, estirando las piernas. Estoy sentado en la cama, evitando sonreír antes las caras que hace.
—¿Quiénes son tus preferidos?
—The Beatles.
Arqueo las cejas, impresionado con su respuesta. Pensé que diría una banda moderna, algo de este tiempo.
—¿Cómo conoces a The Beatles?
Su expresión se torna triste y baja la vista, evitando verme a cara.
—A mamá le gustaba, la ponía todos los días mientras hacía la cena.
Tengo el corazón partido por todo lo que mi pequeño ha tenido que sufrir. No es justo que haya perdido a Albert y a Allie, ni que su vida haya cambiado tanto de un momento a otro.
—A mi padre también le gusta The Beatles —cambio de tema y él alza la cabeza, sus cejas alzadas en sorpresa—. Tiene todos los vinilos.
—¿Hablas en serio? —Asiento y sonrío ante su emoción—. Eso es genial.
—Puedo hacer que él te ponga uno después de la cena.
Sus ojos se iluminan y me hace sentir bien haber alejado su tristeza.
—Eso sería genial.
Me levanto, camino hacia él y lo abrazo.
—Todo por ti, amigo. —Me inclino y dejo un beso en su cabeza—. Vamos abajo, la cena ya debe estar lista.
Volvemos a la sala, donde la conversación ha pasado de nuevo a terreno neutral. Charlie corre hacia Megan y ella le sonríe cuando se sienta a su lado. La imito sin poder aguantarme, no puedo ocultar lo feliz que me hace que las cosas entre nosotros tres vayan bien. Hay un par de detalles que todavía nos tienen pisando con cuidado, pero poco a poco las cosas van tomando forma.
—La cena está servida —anuncia mamá unos minutos después y nos hace pasar al comedor.
Sigo a Megan y me siento junto a Charlie, ella al otro lado, ganándome una mirada entornada de parte de su padre. Sé que su familia me odia y no los culpo, y también sé que debo ganarlos si pretendo entablar una relación con ella, que es lo que más quiero y no es un secreto, pero por el momento solo estoy centrado en ella y Charlie. Así que ignoro adrede las miradas de advertencia y me centro en mi hijo.
—Charlie, ¿quieres una Coca-Cola, un jugo, un refresco de otro sabor? —pregunta mi madre y Charlie mira de inmediato a Megan—. Puedes elegir lo que quieras.
—Puedes tener lo que quieras —le dice Megan ante la evidente mirada interrogativa del niño.
—Es que sé que no es bueno ingerir dulces por la noche, pero quiero una Coca-Cola.
Este niño es más inteligente que el resto de los niños que he conocido, y no lo digo porque sea mi hijo.
—Tranquilo, amigo, no pasa nada —le digo y él asiente.
—Una Coca-Cola, entonces, gracias.
Mamá me mira, sus ojos brillando de orgullo. La entiendo, la primera vez que escuchas hablar a Charlie puede dejarte en shock.
De buena manera, por supuesto.
—Ahora lo traigo para ti —chilla, emocionada, y se va.
Megan le llena el plato a Charlie con una cantidad promedio de comida bajo la atenta mirada del niño. Se nota a leguas que le gustan los macarrones, no hace falta ni adivinarlo. Está prácticamente babeando mientras le ponen el plato enfrente.
—¿Estás emocionado por empezar la escuela, Charlie? —pregunta mi padre y me tenso, esperando que el tema no haga que Charlie se retraiga.
El niño, no muy feliz, hace una mueca.
—Estoy nervioso, pero la tía Megan me ha dicho que no tengo que preocuparme por eso porque encontraré amigos muy rápido. —No está convencido de las palabras de Megan y lo hace saber torciendo el gesto—. Espero que ella tenga razón.
Pongo una mano en su espalda y la froto, tranquilizándolo.
—Megan tiene razón, Charlie, vas a encontrar amigos muy rápido, ya verás.
Él se encoge de hombros, incrédulo también ante mis palabras.
Mamá regresa y pone un vaso frente a Charlie, acariciando su cabello antes de sentarse junto a mi padre.
—¿Sabías que a Megan también le costaba hacer amigos en la escuela? —comenta la señora Pacciani, llamando la atención de Charlie.