Capítulo 25
Tyler
¿Por qué cuando las cosas toman un buen curso la vida te envía una bola curva?
¿Acaso la vida no quiere que nos acostumbremos a la facilidad?
Megan y yo llevamos una semana en paz felicidad, disfrutando de nosotros y de Charlie, agradeciendo al cielo que las cosas entre nosotros vayan bien. Entonces, el hermano de Albert se aparece en nuestra puerta un día y nos toma por sorpresa.
Sabíamos que el hombre quería quitarnos la custodia de Charlie, pero no esperábamos que fuese tan rápido.
Es domingo, Charlie está jugando a algún videojuego en la consola que le regaló Alan y Megan está preparando el desayuno cuando llaman a nuestra puerta. Me levanto, frunciendo el ceño. No tengo idea de quién pueda ser, no estábamos esperando a nadie.
Cuando la abro, un hombre alto, delgado, de cabello oscuro y expresión circunspecta me devuelve la mirada. No parece particularmente feliz y me pregunto qué lo trajo hasta nuestra puerta.
—Buen día, ¿en qué puedo ayudarle?
Me da un repaso y arruga la nariz con desprecio.
—Supongo que eres Tyler Maddox.
Doy un paso fuera y dejo que la puerta se cierre detrás de mí hasta que no puede ver hacia dentro.
No me gusta nada su actitud.
—¿Quién es usted y qué hace en mi casa?
Voy a tener que hablar con el guardia de la puerta para que no deje entrar a cualquier persona que quiera vernos, me parece algo poco profesional de parte de ese hombre.
—Soy el hermano de Albert y estoy aquí para ver a Charlie.
No está pidiendo permiso ni preguntando si es apropiado verlo hoy, está exigiendo ver al niño, lo que me hace odiarlo un poco más.
—Lo siento —le doy una sonrisa condescendiente—, tenía que llamarnos antes de presentarse, el niño no lo puede recibir en este momento.
Frunce el ceño, visiblemente insatisfecho con mi respuesta.
Que se vaya al diablo, no puede venir a nuestra casa a hacer exigencias. Puede ser el tío adoptivo de Charlie, pero eso no le da derecho a venir aquí y ordenarme que le deje ver al niño. Si lo hubiese pedido amablemente se lo habría permitido, pero está actuando como si fuera el rey de Inglaterra y tuviéramos el deber de hacer lo que dice.
Y su acento es francamente molesto, si me preguntan. Demasiado refinado para mi gusto.
—Soy su tío, tengo el derecho de verlo.
—Y yo soy la persona que está a cargo del niño, yo decido qué es lo mejor para él, y en este momento su presencia no es lo mejor para él.
Tuerce el gesto y alza la barbilla, orgulloso. No me importa lo que diga, no va a ver a Charlie.
—No tienes idea de a quién te estás enfrentando.
—No me importa quién seas, no vas a venir a mi casa a dar órdenes como si fueras dueño y señor del lugar —zanjo—. Si quieres hablar con Charlie, pedirás permiso y te comportarás como un visitante normal, no como si fueras el rey de Inglaterra. ¿Entendido?
Él no mueve ni un músculo, sus ojos fijos en mí con una mueca horrenda en su boca. Sabiendo que no va a decir nada más, entro al apartamento y cierro la puerta en su cara.
Me paso la mano por el pelo, pensando en si debo contarle a Charlie que su tío está aquí. Él debe saberlo, pese al comportamiento de ese hombre.
—¿Quién era? —pregunta Megan, saliendo de la cocina.
Voy hasta ella y la empujo dentro de la cocina nuevamente, mirando sobre mi hombro a Charlie. Está ocupado con algún juego de carreras de autos.
Vuelvo mi atención a Megan.
—Era el hermano de Albert, y fue muy grosero.
Ella abre la boca sorprendida.
—¿Ese hombre ha venido a nuestra casa? —sisea. Le hago señas para que baje la voz, no quiero que Charlie escuche nuestro dilema—. ¿Qué dijo?
—Me ordenó dejarle ver a Charlie, y yo lo mandé a freír rábanos.
Entorna los ojos.
—¿Te ordenó? —repite, yo asiento—. Tiene la pinta de ser un imbécil.
Sonrío, posando mis manos en sus caderas.
—Lo es. —Me giro hacia Charlie, llevándola conmigo, y mi sonrisa va muriendo—. ¿Crees que debemos decirle?
Ella, apoyando una mano en mi pecho, mira a Charlie. Permanece en silencio por un par de segundos antes de suspirar.
—Sí, es lo mejor.
Asiento de acuerdo. También creo que es lo mejor. Él puede ser indeseable, pero Charlie merece saber que su tío está en la ciudad y quiere verlo.
—Ese hombre va a darnos problemas, ¿cierto? —murmura Megan, su frente arrugada con preocupación.
Quisiera decirle que no, que estamos bien, pero no sería sincero.
—Creo que sí. —La envuelvo con mis brazos, pegándola a mi pecho—. Pero estaremos preparados.
Sus brazos también me rodean y se funde en mi abrazo. Se siente demasiado bien tenerla cerca, no puedo creer que me haya otorgado la oportunidad de reivindicarme y que esté feliz de volver a estar conmigo.