Recordarnos

Capítulo 26

Capítulo 26

Megan

Por medio de nuestro abogado, contactamos al tío de Charlie y le propusimos verlo bajo nuestra supervisión. El hombre no quería hacerlo e hizo un escándalo (palabras del abogado), pero terminó accediendo, sabiendo que no podría verlo de otra forma.

La reunión tiene lugar en un restaurante al aire libre que nos da privacidad, pero también nos brinda el público necesario para que las cosas se lleven y no haya ningún tipo de percance.

Mi tía nunca me habló de este hombre, no tengo idea de cómo sea, pero lo poco que he escuchado de él en los últimos días es suficiente para saber que no es agradable. Creí que, al tener contacto con Albert, pese a que el resto de su familia no lo quiere, tendría cualidades redimibles. Pero no es el caso, y temo que vaya a hacer algo en contra de la tranquilidad que hemos logrado construir para Charlie.

Llegamos al lugar, con un Charlie indiferente y un Tyler con mala cara, y como ellos no van a cooperar voy a tener que ser yo quién haga de mediadora, cosa que no quería hacer. No hace falta que me forme mi propio juicio para saber que el tipo va a caerme mal, sin embargo, haré el esfuerzo.

—¿Puedes quitar tu mala cara? —suplico, mirando al frente.

—Tía Megan, yo no tengo mala cara —responde Charlie, frunciendo el ceño.

Le sonrío.

—No te lo decía a ti, cariño, sino a Tyler.

Ambos miramos a Tyler, que ahora tiene cara de sorpresa, pero no hace falta que actúe sorprendido cuando los dos, Charlie y yo, lo hemos visto con cara de pocos amigos desde que salimos de casa.

—¿Qué? —Intenta hacerse el inocente, pero mi ceja alzada y la risita de Charlie le tumban el teatro. Rueda los ojos, soltando una exhalación—. Bien, voy a comportarme.

Me pongo de puntillas para dejar un beso en su mejilla y luego me giro hacia la entrada del restaurante.

—Bien, acabemos con esto.

El lugar es muy hermoso, al estilo de una cabaña con un porche grande que alberga la mitad de las mesas. El resto están adentro, supongo que no todos aprecian la brisa templada de las noche en Chicago.

Una agradable anfitriona nos escolta hacia la parte posterior, donde están las mesas al aire libre, yendo directamente hacia el tío de Charlie.

El hombre se pone de pie al vernos llegar, pero pasa de nosotros para dirigirle una sonrisa cortés a Charlie.

—Charles, qué gusto verte.

Charlie se acerca a él, tendiéndole la mano, que este hombre estrecha.

—Hola, tío Henry. —Se gira hacia nosotros—. Ellos son mi tía Megan y Tyler.

Al hombre no le queda otra opción más que mirarnos y sonreír falsamente en nuestra dirección.

—Es un gusto conocerlos al fin. —Señala las sillas libres—. Siéntense, por favor.

No me cae bien, con unos minutos en su presencia me basta para llegar a esa conclusión.

Tomo asiento, Tyler hace lo mismo a mi lado y Charlie a mi otro lado. El hombre ocupa su puesto justo frente a mí antes de mirar a la mujer que nos ha escoltado hasta aquí.

—¿Puedes decirle a tu incompetente compañera que se apresure a traer el vino?

La sonrisa de la mujer flaquea y luego pasa a ser helada.

—Estoy segura de que ella vendrá pronto. —Mira en nuestra dirección—. Que tengan una excelente velada.

El tío de Charlie (ya me está hartando llamarlo de esa forma porque ese desgraciado no lleva la sangre de mi hijo) murmura algo que suena mucho a “incompetentes”, pero habla tan bajo que ninguno alcanza a escucharlo con claridad.

—He pedido té helado para nosotros y agua para Charlie, no es bueno que ingiera azúcar por las noches, espero que estén bien con ello.

Charlie arruga la nariz.

—A mí me gusta el té helado —masculla Charlie, bajando la vista con pesar.

—Es por tu bien, muchacho —zanja el hombre.

Echo un vistazo a Tyler con las cejas alzadas al mismo tiempo que él me mira. Tiene tantas ganas de golpear al tipo tanto como yo, pero se está conteniendo.

Yo no soy tan buena guardándome las cosas para mí misma.

Eso de ser mediadora me ha durado unos pocos minutos.

—Disculpe, el niño puede tomar té helado, no lo tiene prohibido. —Mi voz es amable, pero firme. Que sepa que no voy a dejarme ganar por él.

—No estoy seguro de que sepa el daño que provoca el azúcar en el organismo de los niños a ciertas horas, señorita.

Esbozo una sonrisa venenosa.

—Sé muy bien qué cosas le hacen daño a Charlie y qué no, y el té helado no le hará daño. —Él abre la boca, estoy segura de que para seguir discutiendo, pero no le permito hablar—. Charlie está bajo nuestra tutela, nosotros elegiremos lo que es dañino para él.

Cierra la boca y me devuelve la sonrisa, que es igual de venenosa que la mía.

Va a ser un hueso duro de roer, pero estoy segura de que no será peor que los hombres que me rodean en el trabajo, esos que creen que no puedo hacer las cosas mejor que ellos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.