Recordarnos

Epílogo

Epílogo

Tyler

La cara de Megan se contorsiona de dolor y solloza mi nombre una vez más. Verla sufriendo hace que algo dentro de mí se rompa de formas que no tenía idea que podían romperse.

—¿Nombre de la paciente?

Apenas registro a la enfermera que corre al otro lado de la camilla, también empujando hacia la sala de partos.

—Megan Pacciani.

Ella y el otro enfermero que empuja la camilla empiezan a hablar en términos médicos que no entiendo mientras yo me quedo mirando a Megan.

—Tranquila, nena, todo va a estar bien —le aseguro.

Ella respira de forma entrecortada cuando la contracción termina y asiente, sosteniendo mi mano con fuerza.

—Lo sé, no te preocupes.

Llegamos a unas puertas dobles y la enfermera se mete en mi camino antes de que pueda seguirlos.

—Sr. Maddox, tenemos que checar el estado de la paciente y arreglarla para la sala de partos. Cuando estemos listos, lo llamaremos para que la vea.

Quiero discutir, pero ella no me da tiempo de hacerlo. Se aleja y las puertas se cierran en mi cara. Sabiendo que es un protocolo que deben seguir, aprovecho de avisarle a mis padres y los de Megan que ella está en trabajo de parto. No tuve tiempo de decirle a nadie porque nos agarró en medio del almuerzo.

He estado volviendo a casa durante el almuerzo para asegurarme de que ella estuviera bien. Hace un par de semanas que entró en el mes y el médico dijo que podía dar a luz en cualquier momento.

Luego de avisarle a mis padres y a los de Megan, le envío un mensaje a Darla para que esté al tanto y ella nos desea la mejor de las suertes. También le mando un mensaje a los chicos para que estén pendientes de mis asuntos en la empresa.

Entonces, espero. No me queda de otra.

Al cabo de unos minutos, mis padres, los de Megan, Megara y su esposo llegan, y justo cinco minutos después de su llegada, me avisan que puedo ir a acompañar a Megan mientras ella dilata lo suficiente para ingresar a la sala de partos.

No le toma mucho tiempo, pero a mí me parece una eternidad. Verla llorar del dolor me hace sentir muy mal. Quisiera estar en su lugar y que ella no tenga que sufrir para traer a nuestra pequeña bebé al mundo.

Supimos que sería una niña hace un par de meses cuando la hermana de Megan hizo una gran fiesta de revelación de sexo y baby shower en una. Creo que todavía no me he hecho a la idea de que tendremos a una pequeña niña con nosotros para que le haga compañía a Charlie.

Cuando al fin nos llevan a la sala de partos, después de que me hagan ponerme todo un equipo médico, empieza la peor parte. Megan llora mientras puja para sacar a nuestra hija de su interior y, a medida que pasan los minutos, me pregunto si no es mejor hacerle una cesárea.

Pero antes de que pueda sugerirlo, el doctor anuncia:

—Veo la cabeza.

—Oh, gracias a Dios —dice Megan entre dientes.

—Lo estás haciendo muy bien, nena. —Paso una mano por su frente para quitarle el cabello de la cara—. Ya falta poco.

Una nueva contracción llega antes de que ella pueda decir nada y esta vez el doctor anuncia que la cabeza está afuera.

No pasa mucho tiempo antes de que un llanto llene la habitación y le pongan a nuestra sobre el pecho a Megan. Ella es perfecta, incluso llena de sangre y una sustancia viscosa color blanco.

Y tiene un buen par de pulmones.

Aprieta sus ojos con fuerzas mientras llora, hasta que Megan le susurra unas palabras. El silencio se hace y ella empieza a moverse, buscando la fuente de voz.

—Eso es, cariño, estoy aquí contigo —continúa diciendo—. Te estuvimos esperando con ansias.

—Es tan perfecta, Meg —murmuro y mi pequeña hija mueve su cabeza cuando me escucha—. Hola, bebé. Me has hecho el hombre más feliz del mundo por segunda vez en mi vida.

—¿Cuál es su nombre? —pregunta la enfermera, acercándose a nosotros.

—Annie Sophia —responde Megan con los ojos llorosos, haciendo sonreír a la enfermera con ternura.

—Ese es un nombre muy bonito. —La enfermera extiende sus manos en dirección a nuestra hija—. Necesito llevarla para limpiarla, pero la traeré pronto.

Megan asiente y la enfermera se lleva a Annie. Ella empieza a llorar de nuevo y quiero pedirle que no la aleje de nosotros, pero es algo que debe hacerse.

Soltando un suspiro, vuelvo mi vista hacia Megan, que luce muy cansada, pero con una sonrisa enorme.

—Gracias, nena, por darme el mejor regalo que alguna vez va a existir.

—Disfrútalo, cariño, porque es el último.

Quiero refutar, pero sé que ahora es un caso perdido. Luego puedo convencerla de que tengamos uno más.

Me quedo mirando a Megan por unos largos minutos. La enfermera trae de nuevo a Annie y nos dice que tenemos un tiempo con ella antes de que tenga que llevarla para hacerle un chequeo general.




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