Recuerda Que Eres Mía

Cap. 2: Sin recuerdos

La sedaron para que pudiera dormir el resto de la noche porque sufrió un ataque de nerviosismo y el pánico, que le produjo toparse con su entorno. Antes que el pelinegro mandara a su hijo en busca de Antonie y el doctor, la enfermera a cargo ya estaba yendo con el médico, ya que una máquina monitoreaba los signos vitales, que ella revisaba cada cierto tiempo y le pareció realmente extraño, que está empezara a sonar.

A pesar que el pequeño niño quiso quedarse con su madre, quien seguía estupefacta, su padre lo mandó al departamento para que se aseara y durmiera, como padre debía velar por el bienestar de Fabrizio y cuidarlo. Un bambino de la edad de él, no podía estar todo el día en el hospital y más en temporada de colegio.

El hombre de cabellos negros sintió como una sequía se instalaba en su garganta mientras miraba atento al doctor, quien se revolvió el cuero cabelludo luego de hacerle exámenes a su paciente y diagnosticar lo que padecía.

—La lesión en el cerebro ha producido algunas complicaciones, la actividad cerebral estaba disminuyendo mientras permanecía dormida, pero ahora y después de corroborar con los síntomas, tiene amnesia retrógrada. —anunció el joven doctor, dándole a ambos hombres una noticia que tardaron en procesar. —Tiene inconvenientes para recordar lo que pasó luego de la fecha en donde está atascada. —continuó explayándose para que entendieran lo que salía de su boca. Eric De luca, aquel pelinegro que se sintió morir en ese momento desvió la mirada y se llevó ambas manos a la cabeza, maldiciendo en voz baja.

El otro hombre que escuchó, fue Antonie De Luca, quien simplemente tragó duro y se hizo pequeño cuando entendió lo que significaba aquello, comprendió el peso que traía consigo las consecuencias de ese accidente en donde no estuvo involucrado.

Su castaña estaba sin recuerdos.

—¿Cuándo recordará todo? —lo interrogó Antonie apresurado. No podía estar ocurriendo lo que sus oídos oyeron hace menos de un minuto. Las cosas iban bien, estaba saliendo lo que él quería que pase, pero ahora ella no recordaba nada. Ni siquiera a él.

—Dependerá de muchos factores. Por el momento, no la hostiguen ni la fuercen a recordar, eso solo la abrumará y por consecuente, traerá más secuelas. —respondió firme el doctor, analizando de reojo la reacción de ambos hombres. En uno de ellos, la preocupación estaba dibujada en su rostro mientras que, en el restante, había recelo y odio. —Deben hablar con el niño, signore De Luca. Explíquenle la situación, sus intenciones no son malas, pero me temo, que todavía no entiende que su madre está pasando por un momento difícil. —hizo un hincapié tomando en cuenta a Fabrizio. El padre asintió, su hijo era una cajita de sorpresas y era el más entusiasmado por tener de nuevo a su mamá.

Ya extrañaba verlo sonreír. Todo este tiempo sin Alessia había sido un infierno. Uno verdadero.

El doctor se despidió de Antonie y Eric, dejándolos en un intenso silencio en aquel pasillo de hospital. Sin embargo, antes que el médico se fuera totalmente, Antonie lo retuvo, preguntándole si podía entrar a verla, solo necesitaba comprobar con sus propios ojos, que su pequeña estaba bien, no obstante, antes que el profesional de la salud respondiera, Eric se adelantó con una línea recta en los labios. Frío. Indiferente.

—Ni se te ocurra, Antonie. Me niego rotundamente a que la veas. —prohibió Eric, girándose para mirar cara a cara al menor. Antonie sonrió con burla, importándole un mango que el doctor los estuviera viendo. Aquellos ojos azules contra los mieles de él, se llenaron de rivalidad, odio y tensión.

Antonie lo culpaba a él y Eric le reclamaba que no la hubiera protegido.

—¿Quién eres tú para prohibírmelo? ¿Su esposo, su marido? ¿Su hermano, primo o qué demonios, Eric? ¡Por tu culpa la mujer, que amo no me recuerda, por tu estupidez ella está así! ¡Es todo tu culpa, jodido demonio! —exclamó furioso, hirviéndole la sangre que se creyera con el derecho de ordenarle algo cuando no era nadie en su vida. Eric apretó los dientes con desenfreno, no iba a amedrentarse por ser solo su hermano menor.

—Solo conseguirás alterarla si entras a verla. ¿Quieres eso? ¿Eh? ¿Acaso no dijiste, que jamás harías algo para lastimarla? ¿O era una mentira? Entiende y deja de gritarme, no soy ningún sordo. —contestó dominante, plantándole una mirada, que Antonie ya conocía a la perfección. El doctor al no escuchar más discusión evitó comenzar otra y se fue para atender a su otro paciente, dejándolos en un silencio intensamente maldito.

—Ella no es tuya, Eric. —aclaró el menor, dándole a entender claramente, que ni siquiera hiciera algún acto sospechoso. El pelinegro lo desafió con una sonrisa malditamente mala. —No te aproveches ni intentes nada. Alessia es mía, supérala de una vez y déjanos en paz. —dictaminó como último tratado de paz, pidiéndole que acabe esta guerra, que empezó tan pronto Eric reconoció sus sentimientos.

Estaba jugando sucio, lo sabía perfectamente, pero haría lo que sea por tener nuevamente su amor. No se estaba metiendo en una relación, cuando jamás tuvieron algo, pensó Eric con todas las ganas de alejar a su hermano de Alessia.

—Dices que es tuya, pero no te recuerda. —le abrió los ojos. Antonie quedó estático, lloró tanto cuando supo que despertó y cuando la vio, solo se topó con unos ojitos cristalizados y desorientados, como si no supiera donde estaba. ¿Lo peor? Es que Eric tenía razón. Alessia no lo recordaba.

—Me recordará. —aseguró bestialmente y se giró para largarse de ahí, pero le advirtió. —Ya tuviste tu oportunidad y la malograste, no me hagas odiarte más de lo que ya lo hago. —sentenció, revolviéndole todos los celos y momentos de ira a Eric.

—Quiero recuperarla.

—Sobre mi cadáver.

—¿Y qué harás?

—Lo correcto sería ¿qué no haré?




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