Recuerdos Y Promesas Al Mediodía

SILENCIO

SILENCIO

Falta de ruido.

"El silencio de los bosques, del claustro, de la noche."

 

Desperté.

En realidad, llevaba más de dos horas despierta, mirando en dirección al techo; las goteras han dejado de permitir que el agua se colará al interior de la casa, lo que significaba que la lluvia había cesado.

Era una pena, porque a mí me gustaba mucho el sonido que provocaban las gotas de lluvia que se estampaban contra cualquier superficie; era una manera de relajarme, aunque a veces ese mismo sonido no me dejará dormir, a veces parecía torturarme, en especial en aquellos momentos en los que solo era el sonido de la lluvia y todo a mi alrededor desaparecía; la manera en cómo el sonido parecía aumentar sus decibeles me hacía abrir los ojos y permanecer despierta solo para asegurarme de que mis pesadillas no se estaban volviendo realidad.

En algún momento me percaté de que no había parpadeado en un buen rato, por lo que cuando lo hice los ojos me ardieron, y puede que haya brotado una lágrima de ellos; fue en ese mismo momento en que me decidí a salir de la cama, comenzaba a sentirme más agotada solo por estar recostada en ella.

Mi cuerpo dolía menos que ayer, pero eso no significaba que me sintiera mejor; solo significaba que el dolor seguía ahí, y que probablemente no se iría jamás, que quizás solo me dejaría vivir un poco algunos días y luego regresaría para torturarme, para recordarme que sigo aquí, en esta realidad que ya no tenía sentido para mí.

Coloqué un pie sobre la alfombra y otro cayó directo sobre mi pantufla rosada que me recordaba a casa; no encontré la otra así que decidí salir de la habitación sin ellas, solo con mis calcetines impares; salí de mi habitación, pasando por el pequeño pasillo que llevaba a la otra habitación y al baño hasta llegar a la cocina.

Entré a la cocina, el sitio que no solía visitar muy a menudo, solo cuando enserio tenía mucha hambre, lo cual no ocurría seguido, cosa que no solía agradarme, pero que no sabía como manejar, no tenía un control sobre ello y a veces me odiaba por ello.

Revisé el refrigerador, porque hoy era uno de esos días en los que amanecía con hambre, noté que la mayoría de mis víveres estaban a punto de caducar y uno que otro estaba ya más que caducado.

—Que desastre es este, Seraphine. —Me dije a mi misma mientras sacaba aquello que ocupaba un lugar de más. —Y no hay nada que pueda comer ahora mismo. —Suspiré; decidí primero limpiar el refrigerador y luego de eso iría a comprar algo para comer más tarde; después de mantenerme ocupada el hambre desaparece, por lo que es difícil que pueda comer algo hasta que regrese por sí sola.

Después de sacar todo lo que está en mal estado, lo coloco dentro de una bolsa negra de plástico, y lo que aún tiene un poco más de esperanzas de vida lo dejo sobre la mesa, lo revisaré con mayor detenimiento después y luego lo guardaré; limpio el refrigerador con un trapo húmedo, no estaba como para desperdiciar la poca agua que llegaba a casa; luego limpié la pequeña alacena que estaba en la cocina; de ahí también tuve que sacar varios productos que podrían enfermarme si los consumía.

—¿Aún quedan de estos? —Un par de cajas pequeñas de cereal salieron de la alacena durante la limpieza; fueron lo único que consumí la primera semana.

Suspiré mientras abría una de esas cajas; los cereales con fruta picada son los favoritos de mamá, en especial si es con fresas, dice que le gusta el sabor dulce, pero a la vez acido que a veces proporciona la fresa. En lo personal, me gusta más así solo, sin nada más que el cereal y la leche.

Tomo un gran puño de cereales y me lo llevo a la boca, aun estaban buenos a pesar del tiempo que he pasado aquí.

—Ahm, debería de apurarme. —A veces me sentía animada mientras limpiaba, era una manera de mantener ocupada a mi mente, de esta forma dejaba de pensar en todo lo que me lastimaba y que abrían esas heridas que una vez pensé habían sanado.

Me puse de pie dejando la cajita de cereales sobre la mesa, solo era cuestión de deshacerme de los víveres que ya no servían, y de arreglar un poco mi apariencia para después ir a la ciudad a comprar más cosas; aunque de ahora en adelante debería de ser un poco más cuidadosa con lo que comprará, no quería tirar mucho como esta vez.

Me dirigí al fregadero, abrí la llave de agua fría; aunque era ridículo que siquiera pensará en abrir la del agua caliente ya que aquí nunca salía agua ni un poco tibia, entonces un ruido proveniente de la tubería me hizo sobresaltar y regresar a la realidad.

—Otra vez no hay agua. —Informé a la nada, debía dejar de hablar sola, aunque sea una sola vez. —Cerré la llave de inmediato y me fui al baño, al menos ahí tomaría un poco de la pequeña reserva que tengo para situaciones como esta.

—Y otra vez no podré bañarme. —No era la primera vez, y no es como que me molestará, entendía que debía de economizar el poco recurso que tenía, pero es en estos momentos en los que, si extraño un poco la ciudad de Los Angeles, al menos ahí tenía la oportunidad de bañarme dos veces al día; aquí si bien me puedo lavar el pelo tres días a la semana.

—Ni que decir. —Me dirijo a mi habitación a cambiarme de ropa al menos para lavar mi ropa siempre había cantidad de agua suficiente, y la secadora que era del abuelo sirve a la perfección.

Tomé un conjunto deportivo en tono gris que recuerdo le gustaba mucho a mamá, y que solía ponerse cada viernes cuando sabía que no llegaría a dormir; las jornadas en el hospital eran difíciles, y eso que era el primer año de residencia.

Me até el cabello en un chongo alto, con algunos cabellos rebeldes saliéndose de su sitio, me coloque mis tenis; los únicos que me quedaban limpios, una bufanda y busqué mis guantes, por suerte aparecieron junto con mis auriculares, no podía vivir sin ninguno de estos dos; el frío en Oslo siempre me hacía sentir como si mi cuerpo se pudiera quebrar en miles de pedazos si no estaba lo suficientemente protegida; solo esperaba poder acostumbrarme pronto a esto, no entiendo como cuando niña podía vivir perfectamente en estas condiciones.




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