Recuerdos Y Promesas Al Mediodía

IMPULSIVIDAD

IMPULSIVIDAD

Cualidad de impulsivo.

“Persona que suele hablar o proceder sin reflexión ni cautela, dejándose llevar por la impresión del momento”.

 

El miércoles veintiuno de octubre tomé una de las decisiones más impulsivas, hasta ese momento.

Después de la jornada en el hospital y de terminar con todos los pendientes que tenía en mi agenda me dirigí a casa, cansada de todo el ajetreo del día; estaba dispuesta a llegar y descansar como todos los días, después de comer y de darme un buen baño.

No dejaba de pensar en el momento relajante que me esperaba al llegar a casa, era el único momento en el que me sentía completamente feliz.

Suspiré cansada después de la larga jornada a la que me sometí esos últimos dos días en el hospital, pasar dos días seguidos en ese sitio como paciente parecían ser una verdadera tortura, pero nadie se ponía a pensar en que también los médicos teníamos parte de ella.

Miré fijamente el reloj que estaba sobre la pared gris delante de mí, me había excedido con dos horas más de mi horario, y esas ni siquiera contarían para la siguiente jornada.

—¿Te vas? ¿Al fin? —Alba, una de mis compañeras de trabajo habló mientras yo acomodaba mis cosas, ella estaba a mitad de su primer turno y por la expresión en su rostro entendía que no quería estar ahí ni un minuto más; entendía que le ocurriera eso, ya que no era algo que le apasionara, al igual que a mí; no odiaba la carrea, la respetaba demasiado, pero no era lo que me gustaba, no me sentía plena mientras estaba en el hospital.

—Si, al fin. ¿Estarás de guardia? —Ella asintió. —Pues, suerte. —Las noches estos últimos días eran más fríos que los meses anteriores, y la calefacción no servía muy bien en el área en la que ella estaría.

—No importa, ¿vendrás esta noche? —Asentí, aunque no estaba segura de sí enserio regresaría. Digo, después de haber pasado dos días seguidos aquí, durmiendo en aquellas camas tan incomodas o en algún sofá lo único que quería era recostarme en mi cama y disfrutar de un sueño pleno. —Entonces nos vemos más tarde. —La sonrisa que Alba llevaba en el rostro cuando se puso de pie y se despidió con un beso en la mejilla para luego salir de los vestidores, me hizo querer considerar la idea de venir a verla; sabía que ella lo haría por mí.

—Nos vemos. —Susurré, aunque ella ya había salido.

Solté un gran suspiro cuando salí del enorme edificio en el que trabajaba desde hacía menos de un año, tener veintitrés, casi veinticuatro años y empezar con el pie derecho, encontrando trabajo después del primer mes de haberme graduado fue para mis padres lo que para mí sería haberme sacado la lotería. Pero como he dicho, esto no es lo mío.

—Mierda. —Exclamé cuando las gotas de lluvia comenzaron a caer sobre mi cabeza, no era común que lloviera, pero esta semana ha estado así.

—¿No trajiste paraguas? —La voz de mamá me sorprendió de pronto, ella me alcanzó, se colocó justo a mi lado, cubriéndome de las gotas de agua.

—No. —Exclamé una vez que la tuve cerca, ella soltó esa risa dulce y suave que la caracterizaba, no sabía cómo es que solía dársele muy bien esa facilidad para sonreír y reír frente a todos, al igual que mi padre; esa era una de las tantas cualidades que yo no había heredado de ellos.

—Y supongo que tampoco le dijiste a tu padre de que te irías, él pudo haberte llevado. —La idea de estar cerca de mi padre me causaba aun escalofríos, incluso estando con mi madre, la idea de estar de nuevo juntos hacía que una oleada de escalofríos me recorriera todo el cuerpo, descendiendo lenta y tortuosamente por mi vertebra. Trague suave mientras miraba a mamá.

—¿A dónde? ¿A casa? —Mamá comprendió a dónde quería llegar con ese simple comentario y decidió no dar ese espectáculo en el estacionamiento de su hospital. —¿Quieres decirme algo más? —Ella me miró, no le sorprendía la manera en la que le estaba respondiendo, porque siempre fue así, tanto mi carácter como el de mi hermano siempre fue así, y eso a ella no le agradaba, pero nunca pudo hacer algo para “arreglarlo”.

—¿Me harás caso? —Negué.

—Tengo que irme, el autobús me dejará, madre. —Y sin más salí de su protección y corrí hasta la parada del autobús que pasaba justo frente al hospital.

Desde que comencé a trabajar aquí una sola vez tuve la oportunidad de usar este transporte, después de eso Hansel, mi mejor amigo fue el encargado de llevarme de casa al trabajo y viceversa.

Pero, las cosas habían cambiado un poco, desde que se fue sin siquiera despedirse, ni siquiera llegó a nuestra última cita; el último día de verano.

A pesar de eso, y de que me dejó plantada, estaba feliz por él, al final había elegido la opción que le pareció mejor. Y en cualquier momento lo alcanzaría allá, sabía que me esperaba, porque desde el momento en que nos conocimos y comenzamos a ser tan unidos hicimos esa promesa; siempre seríamos uno.

Tomé el autobús, pagué la tarifa y busqué algún asiento libre en la parte trasera, una vez en algún sitio descente y en el que pudiera pasar desapercibida, coloqué mis auriculares y coloqué esa playlist de solo cinco canciones que siempre repetía.

Me concentré en la melodía de la primera canción e intenté mantenerme así, concentrada solo en la música, pero entonces las letras se atravesaron y jodió el momento; el único momento en el que sentía paz y en el que no me importaba nada, ni nadie; ni mis padres, mis compañeros de trabajo, mis amigos, mucho menos yo misma.




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