SOLEDAD
Carencia voluntaria o involuntaria de compañía.
Lugar desierto, o tierra no habitada.
Nunca me importó estar sola.
En realidad, fue algo a lo que me tuve que acostumbrar conforme crecía y me iba dando cuenta de lo difícil que es formar amistades.
Eso y que el trabajo de mis padres los mantenía fuera de casa por varios días y varias noches.
Entonces comencé a comprender que no siempre tendría a alguien a mi lado, aunque esto de ser pesimista hacía que de pronto la soledad en la que vivía se volviera más grande e insoportable y ese no era un buen sentimiento; menos cuando llegaban en esos momentos en los que me encontraba emocionalmente inestable.
Estaba tirada sobre la alfombra de mi habitación, mirando el techo, con las manos sobre mi vientre; los dedos entrelazados y moviéndose de manera aleatoria uno seguido del otro; no había nada interesante en el techo de mi habitación, salvo la lampará que colgaba de él y que se movía de una manera muy peculiar, solo girando sobre el mismo sitio, mientras emitía un chirrido horrible; al menos así parecía en medio de todo el silencio que hacía en casa.
Cerré los ojos unos segundos, pensando que de esta manera el sonido desaparecería, pero, por lo contrario, parecía que aumentaba cada vez más.
Entonces, mientras el sonido crecía aun más en mis oídos, y mis parpados se unían un poco más, el silencio en el que estaba sumergida antes se rompió y con él se fue el chirrido.
—¡Seraphina! ¡Ya estoy en casa!
Cerré los ojos con fuerza mientras escuchaba esa voz; hacía meses que no sabía nada de él, y hoy estaba aquí, sin ningún tipo de aviso se presentaba en casa.
Me levanté del suelo justo cuando el sonido de sus zapatos se hizo presente en las escaleras. Acomodé mi ropa que de pronto parecía estar arrugada y después arreglé mi cabello, porque puede que algunos cabellos salieron de su sitio. Debía de estar decente para este primer encuentro después de meses de no saber de él.
—Hey, ¿qué haces que no me escuchas? —Y sí, había entrado a mi habitación sin siquiera haber llamado antes; pero es que siempre se justificaba con eso de que era el hermano mayor; mayor que yo por dos años. Aunque a veces se comportaba como si tuviera más edad.
—Oh, lo siento, estaba concentrada arreglando mi cabello. —Exclamé haciendo que se riera.
—Bueno, entonces, ¿no piensas abrazar a tu hermano? —Sonreí asintiendo. Caminé hasta él; lucía un poco más grande, ese tipo de vestimenta lo hacía ver más esbelto y un tanto más alto, además que ayudaba a resaltar ciertas facciones de su rostro que lo hacían ver más atractivo, me preguntaba cuántas chicas estaban detrás de él.
También me preguntaba cuántas de ellas habían continuado a su lado después de haberlo escuchado hablar sobre genética y todos sus rollos médicos.
Era un poco insoportable tener que escucharlo todos los días, mientras estuvo en casa y mientras yo podía permanecer sentada en esa silla en el comedor; después de que él obtuvo su residencia en Seattle, y yo tuviera que asistir a la universidad, las cosas cambiaron demasiado en casa.
Tampoco es como que fuera diferente antes; seguía siendo solo yo, a excepción de ese momento en el que compartíamos una única comida en el día; la cena siempre fue nuestro momento. El único que compartimos como hermanos.
—Hey, que has crecido un poco en este tiempo. ¿Has acompañado a Hansel a sus partidos? —Negué separándome de él. Hansel había dejado de jugar al basquetbol hacía un mes, una lesión en hombro y tobillo izquierdos habían dejado a mi amigo fuera de las canchas.
—Ahm, no… él ya no juega más. Y no creo que pueda hacerlo de nuevo en un buen tiempo. —Estábamos seguros, todos los que lo queríamos ver de nuevo ser feliz mientras jugaba su deporte favorito, que si se esforzaba podría volver a hacerlo. Pero él aún se encontraba en esa etapa de negación e ira. No entendía porque las cosas se habían dado de esa forma, y no veía una forma de que esto pudiera mejorar.
Le conté todo a mi hermano, lo puse al corriente de todo lo que había ocurrido mientras estuvo ausente, pasamos una tarde agradable entre risas y buenas anécdotas por ambas partes; luego de eso nos fuimos a dormir, aunque hubiéramos querido pasar más tiempo él tenía trabajo y yo tenía un examen importante.
Entonces, mientras pensaba que se quedaría, que ya no se iría más; él solo se fue un día sin decir una sola palabra. Al menos no a mí, no se despidió, no dio razones y ni siquiera respondía a mis mensajes de texto, no como antes.
Y en ese momento volví a ser solo yo.
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Suspiro mientras miro el techo de la habitación.
Cierro los ojos poco a poco mientras permanecen mirando la gotera que por las noches no me deja dormir.
Entonces el sonido del reloj en la habitación se hace presente; no es tan fuerte como el chirrido de mi lampara en la casa de mis padres, pero es igual de molesto que eso. Pero aún con ello logró enfocar mis sentidos en otra cosa; el sonido del lago, no estamos tan lejos de él y el sonido del agua corriendo pacíficamente se logra percibir si prestas atención, es lo único que ahora me importa; solo quiero tener un poco de paz, después de las noches de insomnio por las que he tenido que pasar en los últimos meses, es lo único que quiero.