Recuerdos Y Promesas Al Mediodía

TCA: ANOREXIA

Nota: He tratado de tocar el tema desde una postura respetuosa, si has sufrido de algún TCA y sientes que he sido irrespetuosa o tratado de una forma equivoada el tema, o te sientes incomodx al leerlo puedes pasarlo y/o hacermelo saber.

TCA: ANOREXIA

Trastornos de conducta alimentaria (TCA)

Se pueden reconocer por un patrón persistente de comer no saludablemente o de hacer dietas no saludables. Están asociados con angustia emocional, física y social; además, no discriminan a base del género, edad, o raza.

Anorexia

Trastorno de la alimentación caracterizado por un temor intenso de aumentar de peso, un rechazo a mantener un peso normal y una imagen del cuerpo distorsionada.

 

“¿Ya viste sus zapatos?”

“¿Has visto cómo se ve con esa falda?”

“¿Enserio piensa que con eso se ve menos gorda?”

“Vaya que le hace falta verse en un espejo; ¡es horrenda!”

Comentarios como esos comenzaron siendo susurros; todos sobre mi apariencia, sobre si había subido de peso, sobre si había comprado una falda nueva, si mi uniforme había sido modificado para que me quedará después de las vacaciones en vez de pedir uno nuevo; que si no podía correr bien por mi peso; que si estaba comenzado a tener más acné por la mala alimentación que tenía.

Palabras que a veces intentaba ignorar y que pedía que se fueran con el viento; pero que muchas de ellas seguían sobre mí, pavoneándose como si fueran un cartel enorme sobre mi cabeza; entonces parecían todos notar todos esos defectos que se señalaban en ese cartel imaginario.

Durante el día no importaban mucho, en realidad conseguía ignorarlos.

—Mira, te he traído un par de galletas. —La dulce voz de mi única amiga se hizo presente en el aula; solo estábamos nosotras, porque todos solían comer en el comedor escolar; pero ella siempre se quedaba conmigo porque temía salir. Aunque algunas veces solía convencerme para salir a caminar por los pasillos.

—No era necesario, no tengo hambre. —Siempre había tenido un buen apetito, y durante la etapa en la que la apariencia física no les interesaba a los chicos de mi edad no me limitaba con las comidas, mucho menos pensaba en maneras para bajar de peso.

—Vamos, no has comido nada y seguro que no es verdad eso de que no tienes hambre; además mi mamá las envió especialmente para ti. Son las que tienen trocitos de almendra. Son tus favoritas y ella lo sabe. —Asentí mientras tomaba el pequeño tóper que mi amiga estaba tendiendo frente a mí.

—Bueno, muchas gracias. —Intenté guardarlas, pero ella no me dejaría en paz hasta que me viera comer, aunque fuera solo una, así que me esforcé por comer una, y tuve que tener más autocontrol después de que la terminara; solo debía de comer una, no más.

Los días que mi amiga lograba convencerme de salir del aula lo pasábamos caminando por los pasillos; y debía de reconocer que me gustaba estar a su lado. Entre sus charlas divertidas y la seguridad que reflejaba se me olvidaba que cargaba con ese cartel que señalaba mis más grandes defectos; durante el día ese no era el problema, los susurros parecían desaparecer entre todo el ruido que había alrededor, y tener cerca de mí a Daniela Anderson mi única amiga me hacía olvidarlos.

El problema se daba cuando llegaba a casa; el silencio que envolvía toda nuestra vivienda me dejaba demasiado en que pensar.

“Es demasiado gorda”

“¿Cómo Dany puede ser amiga de alguien como ella?”

“¿Es que no se ha visto en un espejo? Dany es mucho más bella, solo la hace quedar en ridículo”

“Dany merece una amiga mejor”

Entonces esas voces se apoderaban de mi cabeza, e intentaba callarlas colocando mis auriculares con la música a un nivel exagerado.

Eso hasta que mi padre me descubrió haciendo eso y me confisco el reproductor de música y los auriculares durante todo un año. Además de que revidaba mi habitación todos los días apenas llegaba del hospital para verificar que no tenía un reproductor nuevo.

Pero nunca preguntó porque los usaba.

Nunca preguntó cómo iba todo en la escuela.

En realidad, no tengo algún recuerdo de mis padres involucrándose en mi vida educativa, ni social, ni siquiera parecían ser parte de la familia que se suponía éramos los cuatro juntos.

—Bueno, hasta que Dany decidió alejarse de ella. —Lo voz chillona de Jelena se hizo presente en el baño de chicas. Así que tuve que quedarme callada para que no se dieran cuenta de que había alguien ahí; tampoco es que quisiera que supieran que ese alguien era yo.

—Agh, sí. Dany merece tener amigas igual de bonitas como ella. No esa ballena que camina a su lado. —Las risas de pronto se hicieron presentes; luego se convirtieron en carcajadas; y en mis oídos sonaban como la peor de todas las torturas, sentía como si ese sonido taladrará mis tímpanos, pero intenté ser fuerte al menos hasta que ellas salieran de ahí, lo cual ocurrió cuando la campana sonó y ellas salieron corriendo; la última clase estaba por empezar, y mientras ellas temían por llegar tarde, yo me quedé pasmada dentro del cubículo sin saber porque todos me criticaban de esa forma.




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