Seis años despues
Ciudad de Mexico
Aurora peinaba los rizos dorados de Benjamín mientras él jugueteaba con un camión de juguete. Sus ojitos azules brillaban con la luz del sol que se colaba por la ventana de la casa donde vivian en la Ciudad de México. La mañana del sabado estaba serena, pero en el aire flotaban preguntas que amenazaban con romper esa paz momentánea.
Benjamín, con tan solo cinco años, era un niño inquieto y curioso. No dejaba de preguntar acerca de su padre, uno del que Aurora apenas podía ofrecer detalles. Cada vez que lo miraba, veía los rastros innegables de Connor en él: la misma sonrisa traviesa, el mismo tono de cabello, y la misma chispa en los ojos. A su corta edad, Benjamín solo sabía que su madre y él eran una familia pequeña, pero ahora quería saber más.
—Mamá —dijo Benjamín, soltando su camión y girándose hacia ella, —¿dónde está mi papá?
Aurora sintió un nudo en la garganta. Había esperado esta pregunta durante años, pero nunca había encontrado las palabras adecuadas. ¿Cómo podía explicarle a su hijo que su padre había sido parte de una apuesta cruel? ¿Qué nunca había querido ser padre y ni siquiera sabía de la existencia de Benjamín?
—Benji, amor —comenzó, tratando de mantener la calma, —tu papá está lejos y no puede estar con nosotros ahora.
—¿Él no me quiere? —preguntó con inocencia, clavando sus ojos brillantes en los de Aurora.
El dolor que Aurora sintió fue como una puñalada. Quería proteger a su hijo de la cruda realidad, pero también quería ser honesta con él. Sintió la presión aumentar mientras trataba de encontrar una respuesta que no lo lastimara.
—No es eso, cariño —dijo suavemente, acariciando su mejilla. —Tu papá no sabe realmente que existes. Si lo supiera, estoy segura de que te querría mucho —dijo Aurora, ella siempre intentaba ser sincera con su pequeño, aunque Benjamín aun no dimensionaba la magnitud de la situación.
Benjamín frunció el ceño, como si tratara de procesar esas palabras. —¿Por qué no le decimos, mamá? —preguntó, con la lógica simple de un niño. —Quiero conocerlo —dijo mientras seguía jugando.
Aurora sintió que su corazón se aceleraba. La idea de contactar a Connor la llenaba de miedo y conflicto. Ella había reconstruido su vida en México, lejos de él y de todos los recuerdos dolorosos de su juventud. Pero ahora, su hijo inocente le pidió algo que ella no sabía si podía conceder.
—Es complicado, mi amor —respondió, tratando de mantener la compostura. —A veces, los adultos hacemos cosas que son difíciles de entender.
Benjamín avanzaba lentamente, aunque no estaba del todo convencido. Parecía entender que su madre estaba lidiando con algo difícil, pero su curiosidad no había desaparecido.
—Los adultos complican mucho las cosas —dijo él rodeándole el cuello con sus cortos bracitos.
Aurora abrazó a su hijo, queriendo protegerlo de todas las dificultades que el mundo les había puesto en el camino. —Te prometo que cuando seas un poco mayor, mamá te contará todo dijo finalmente.
Benjamín la miró con un brillo especial en los ojitos. —Está bien, mamá — dijo, y regresó a su camión de juguete, aunque Aurora podía ver que la pregunta seguía en su mente.
Aurora había bañado a Benjamín, y mientras lo secaba y vestía, su pequeño reía y se retorcía entre besos y cosquillas. Era uno de esos momentos que le recordaban por qué todo el sacrificio valía la pena, el amor puro y sincero de su hijo iluminaba su vida.
Una vez listo para dormir, Aurora recostó a Benjamín en su cama, arropándolo con esmero. Se sentó a su lado, tomó el libro de cuentos preferido de su hijo y comenzó a leerle una historia. La voz de Aurora era suave y melodiosa, perfecta para calmar a un niño inquieto.
Los ojos de Benjamín comenzaron a cerrarse lentamente, atrapados por el manto del sueño. Aurora cerró el libro, dejó un suave beso en su frente y se levantó cuidadosamente para no despertarlo, encendiendo la lampara de noche y apagando la luz de la habitación.
Saliendo de la habitación, su mente seguía en la conversación que habían tenido. Cada pregunta de su hijo fue como una caricia y una herida al mismo tiempo. Aurora se dirigió a su habitación, sintiendo una mezcla de tristeza y añoranza.
Una vez allí, como cada noche, se sentó en el borde de su cama y extendió la mano debajo de esta. Sacó una pequeña caja que contenía los recuerdos más preciados de su vida. Abrió la caja con cuidado, casi como si se tratara de un ritual sagrado.
Dentro de la caja había cartas de su adolescencia, fotografías descoloridas y un collar que Connor le había regalado. Sus dedos rozaron la carta que había leído incontables veces, su corazón se aceleró ligeramente con solo el contacto. La sacada de la caja y la desplegaba, las palabras de Connor llenaron su mente una vez más, como cada noche.
Las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos, pero no las dejaron caer. Guardó la carta con el mismo cuidado con el que la había sacado y tomó una de las fotografías. En la imagen, ella y Connor estaban sonriendo, aún con la inocencia y esperanza que la juventud les había concedido.
Mirando la fotografía, Aurora sintió una mezcla de amor y dolor. No había sido una vida fácil, pero en su corazón, Connor seguía siendo su primer y único amor. Cerró los ojos, respirando profundamente y tratando de encontrar la fortaleza para continuar con su vida. Sin imaginar todo lo que el destino le tenia preparado.