Al escuchar el nombre, Aurora sintió como si el suelo bajo sus pies desaparecía. Un torrente de recuerdos y emociones la invadió de golpe: el primer amor, las promesas rotas, el dolor de la traición, y finalmente, el rostro de Benjamín, su hijo.
Sin previo aviso, Aurora perdió el equilibrio y se desmayó en los brazos de Gabriel. Este, alarmado, la sostuvo con firmeza, pero suavemente, cuidando de no herirla.
—¡Aurora! —exclamó Gabriel, sin entender qué había provocado tal reacción.
—Micaela, tráeme agua, urgente —gritó Gabriel a su secretaria y, mientras esperaban, la acomodó en un sofá.
La secretaria volvió con el vaso de agua y comenzaron a abanicarle con las manos.
—Llama al médico, inmediatamente —dijo un Gabriel muy preocupado.
Cuando la secretaria marcaba el número, Aurora empezó a recuperar la conciencia. Parpadeó varias veces, encontrando los ojos preocupados de Gabriel sobre ella. Lentamente se incorporó, apoyándose en el respaldo del sofá.
—Lo siento, Gabriel… No sé qué me pasó —murmuró Aurora, aún aturdida
Ella luchaba por mantener la compostura mientras Gabriel, completamente ajeno a la magnitud de su noticia, la miraba con preocupación. Las palabras “presidencia de las constructoras” resonaban en su cabeza como un eco interminable. Su respiración se aceleró y sintió que el mundo se le escapaba de las manos. Los últimos seis años de su vida, construidos con tanto esfuerzo, parecieron desmoronarse en un instante.
—Te desmayaste por la noticia que te di —repitió Gabriel, tratando de ser comprensivo mientras Aurora intentaba incorporarse en la silla. Su mente estaba a la deriva, perdida en recuerdos de su juventud, del amor fallido con Connor y de su lucha por salir adelante como madre soltera. Pero lo que más temía ahora era el impacto que todo esto podría tener en Benjamín.
Gabriel agarró un pañuelo y lo humedeció con agua fría antes de pasarlo con delicadeza a Aurora. —Debí habértelo, dicho de otra manera. No sabía que te afectaría tanto. ¿Estás segura que te encuentras bien?
Aurora se agrandaba débilmente mientras intentaba sonreír, aunque se le hacía difícil. —Sí, estoy bien, solo fue… una sorpresa muy grande. No me lo esperaba.
Gabriel pareció relajarse un poco ante su respuesta, pero su mirada seguía reflejando preocupación. Aurora decidió que era mejor mantener en secreto su relación pasada con Connor, al menos por el momento. Necesitaba tiempo para procesar la situación y pensar en lo que debía hacer a continuación.
La secretaria le dio el vaso de agua y Aurora lo tomó entre sus manos temblorosas, agradecida por la amabilidad, dio pequeños sorbos, intentando tranquilizarse mientras Gabriel seguía observándola con atención.
—Voy a llamar a un médico para que te revise, Aurora —declaró Gabriel con firmeza. —Es mejor que estemos seguros.
Pero antes de que pudiera hacerlo, Aurora levantó la mano deteniéndolo. —No, por favor. Estoy bien, de verdad. Es solo mi tensión, estoy con problemas —mintió —,solo necesito un momento para recuperarme.
Gabriel dudó unos instantes, pero finalmente ascendió. —Está bien, pero si vuelves a sentirte mal, no dudes en avisarme. Sabes que eres como parte de mi familia.
Para Aurora, esas palabras causaban dolor. Ella era parte de la familia, aunque Gabriel no lo supiera. Benjamín, su querido hijo, era nieto de Gabriel y sangre de Connor. La ironía de la situación era abrumadora.
Mientras, Aurora recuperaba su compostura y comenzaba a pensar en las posibles consecuencias de la llegada de Connor. ¿Qué dirías cuando viera a Benjamín? ¿Cómo reaccionaría al saber que tenía un hijo? Estaba sumida en estos pensamientos cuando la voz de Gabriel la sacó de su introspección.
—Aurora, entiendo que esta noticia haya sido un shock para ti. De verdad aprecio tu compromiso y todo lo que ha hecho por nuestra compañía. Si necesitas un tiempo para procesar todo esto, lo entenderé.
—No, señor Rushforth, no se preocupe, solo fue algo inesperado, totalmente sorpresivo. Pero disculpe mi atrevimiento, pero, ¿Por qué se retira usted, está enfermo? ¿Sucede algo?
Gabriel sonrió amable. —No, nada de eso Aurora. Siempre estaré por aquí, pero mi sueño ha sido que mi hijo, mi único hijo varón ocupe mi lugar. No se lo digas a nadie, pero tengo una especial predilección por mi hijo —confesó él divertido. De pronto Aurora recordó lo que había sucedido en el pasado. Connor molesto porque su padre lo quería obligar a ocupar su lugar y él quería seguir su sueño de Baloncesto.
Aurora por su paz mental había decidido dejar en el pasado a Connor, no saber nada de él. Aurora nunca supo si Connor se recuperó de su lesión, si había seguido en el baloncesto, si se había ido a los Ángeles a continuar sus sueños. Lo que jamás imaginó fue que había seguido los deseos de su padre. Aurora nunca imaginó que eso sería posible hasta ese día.
—Quiero que estés tranquila Aurora, porque tu puesto aquí como mi arquitecta en jefe seguirá. Nada cambiará, al contrario, mi hijo es un gran arquitecto también, se llevarán genial, estoy seguro —ella lo miró perpleja, no podía creer lo que estaba oyendo. Connor se había convertido también en arquitecto.
—Vaya, eso si es una sorpresa —declaró ella. Gabriel sonrió con orgullo.
—Así es mi querida Aurora. Estoy muy orgulloso de él. Estoy seguro que se llevarán muy bien, ya lo verás, creo que ustedes tienen la misma edad incluso, ambos son jóvenes, con muchas cosas por vivir y experimentar, quiero que se apoyen y ambos puedan trabajar en conjunto. Serán un equipo fenomenal.
Aurora estaba a punto de desmayarse nuevamente. Respiró hondo e intentó calmar su agitado corazón.
—Bien, no te quito mas tu tiempo, Aurora, y por favor, mandate chequear la tensión —le dijo y ella sonrió débilmente y asintió.
—Así será, señor Rushtfort. Con permiso, volveré a mi oficina, se levantó lentamente, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Salió de la oficina en dirección a la suya, al pasar frente a la secretaria de Gabriel, le agradeció por su atención y siguió de largo. Sus piernas temblaban, sus manos también, ingresó al elevador y se recostó llevando una de sus manos hasta su pecho y se quedó ahí mientras bajaba hasta su piso.