Connor llegó a México con una mezcla de emociones. Cuando su avión aterrizó, los recuerdos de su vida inundaron su mente. Había dejado su vida en Nueva York, era un cambio demasiado grande. En el aeropuerto se encontró con la imponente figura de su padre, Gabriel, esperándolo con una sonrisa entusiasta y los brazos abiertos.
—¡Hijo, bienvenido a México! — exclamó Gabriel mientras abrazaba a Connor con firmeza.
—Gracias, papá. Me alegra verte— respondió Connor, devolviendo el abrazo con sincero afecto. Siempre tuvo una buena relación con su padre, a pesar de la separación con su madre. Porque había sido un divorcio bastante tranquilo.
—Vamos hijo, tus hermanas te esperan ansiosas por verte —Connor asintió. Algunas veces le hubiera gustado tener más hermanos de su misma madre, pero eso nunca fue posible, al menos tenía dos hermanas que eran hijas de su padre.
Gabriel insistió en que Connor se quedara en la mansión Rushforth. Aunque él apreciaba la oferta de su padre, prefirió tener su propio espacio para ordenar sus pensamientos y acostumbrarse a su nueva vida en México. Su padre, entendiendo sus razones, le consiguió un lujoso departamento cerca de la constructora.
—Espero te guste tu nueva casa, intenté conseguirte uno acorde a ti.
—Estoy seguro que sí, papá —respondió Connor. Se había vuelto un hombre de poco hablar, respondiendo apenas con monosílabos, incluso con sus seres queridos. Pareciera que había adoptado la forma de ser de “la chica de hielo”
—Pero vayamos a la casa, que Sara organizó una cena para ti —Gabriel le palmeó su espalda y rodeándole el hombro con el brazo derecho salieron del aeropuerto. El chofer de Gabriel los esperaba en la entrada. Al verlos se apresuró en tomar las maletas de Connor y luego de darle la bienvenida en español, idioma el cual Connor había aprendido a perfeccionar durante todos estos años.
Esa noche, Gabriel organizó una gran cena en la mansión para darle la bienvenida a su hijo. La mansión Rushforth brillaba con luces cálidas, creando un ambiente acogedor y festivo, junto con la nueva esposa de Gabriel y sus hijas, se encontraban presentes, ansiosas por ver a su hermano mayor después de tanto.
—¡Connor! —gritaron las mellizas abrazando a su hermano, dos adolescentes de dieciséis años.
—Hola, niñas —las saludó corto. No era muy afectuoso y no lo demostraba tampoco. —Hola, Sara.
—Hola, cielo, bienvenido a México, espero que te guste mucho nuestro país —Connor asintió con una pequeña sonrisa.
—Estoy seguro que sí, Sara, gracias por la bienvenida.
Connor se sintió algo incómodo al principio, pero pronto se relajó al ver las caras amables a su alrededor. La noche avanzó con entretenimiento y conversaciones ligeras, hasta que Gabriel lo condujo a una sala más privada para hablar en serio sobre lo que le esperaba en la constructora. Y alejarla de las bulliciosas hermanas que tenía, que no lo dejaban en paz.
—Connor, tengo muchas cosas que explicarte, sobre la constructora, no quiero presionarte ni nada, quiero que te acomodes, te adaptes y luego pises la constructora, quiero que estes bien afianzado antes de tomar el timón —dijo Gabriel mientras servía dos copas de vino. —Pero hay alguien en particular de quien quiero hablarte.
Connor tomó la copa y asintió, atento a las palabras de su padre.
—Nuestra arquitecta en jefe es una mujer brillante. Ha modernizado muchos de nuestros proyectos y su trabajo es impecable. Estoy seguro de que trabajarás de maravilla junto a ella —continuó Gabriel, sin mencionar el nombre. —Ahora mismo tenemos una importante licitación, quiero que ambos trabajen en conjunto, ella es joven como tu y tiene tantas visiones y aspiraciones. Además de que es una mujer muy inteligente.
Connor asintió nuevamente, interesado. —Parece que admiras mucho a esta mujer, papá. ¿Hay algo más que deba saber sobre ella?
Gabriel sonrió moviendo ligeramente la cabeza. —Quiero que la conozcas por ti mismo primero. Te aseguro que te impresionará.
Connor sintió una pizca de curiosidad y, por un momento, incluso pensó que su padre podría tener algún tipo de amorío con la arquitecta en jefe. Sin embargo, decidió dejar esas preocupaciones para más tarde y enfocarse en la oportunidad de trabajar con alguien tan talentosa.
La conversación cambió de tema y aquella noche concluyó entre risas y buenos deseos. Connor se marchó de la mansión rumbo a su nuevo departamento, sintiéndose agradecido por la cálida bienvenida, pero con una creciente inquietud por las sorpresas que le esperaban.
Al día siguiente, Connor se instaló en su nuevo departamento, habló brevemente con su madre, con su amigo Lucas, un poco mas de diez minutos y contestó un par de mensajes de su “ex novia” Gabriel le envió un auto nuevo para que el pudiera desplazarse a su gusto por la ciudad. A pesar de su discapacidad leve en su pierna derecha, a Connor le gusta la independencia.
Salió a dar una vuelta por la ciudad, conocer un poco el entorno, antes de encerrarse en las oficinas de la constructora, donde sabia pasaría la mayor parte del tiempo.
Dos días después decidió visitar las oficinas de la constructora. Quería familiarizarse cuanto antes con su nuevo entorno de trabajo. Cuando llegó, fue recibido con respeto y admiración por los jefes. Gabriel estaba orgulloso, la sonrisa que tenía en esos días no cabía en su rostro. Tanta era la satisfacción de ver a su hijo varón ocupar su puesto y emprender vuelo como él lo hizo a su edad.
Gabriel estaba organizando todo para la presentación de su hijo como el nuevo presidente de la constructora. El evento del viernes lo había mantenido ocupado toda la semana, coordinando detalles y asegurándose de que todo saliera perfecto. Sabía que Connor tenía mucho que demostrar, y quería que la transición fuera lo más fluida posible. Gabriel comenzó a mostrarle los detalles mas importantes, las instalaciones. Aunque aún no dejaría la constructora, deseaba hacerlo muy pronto para disfrutar junto a su esposa, de los años de vida y dejar de lado el trabajo.