Reencontrando al Amor

Capítulo 8. Verdades ocultas

Gabriel y Connor subieron las escaleras con un aire de determinación. Gabriel sintió tanto orgullo por su hijo. Finalmente, había logrado lo que siempre quiso. Connor, por su parte, se sentía ansioso, aunque mantenía una fachada serena. No sabía qué esperar, y la anticipación era casi insoportable. No entendía porque se sentía así.

Llegaron hasta el escritorio de la secretaria de Aurora, Laura, una mujer joven y muy amable, se enderezó en su silla cuando vio a Gabriel y Connor entrar en su vista. Les saludó educadamente.

—Buenos días, señores.

—Laura, ¿la arquitecta se encuentra en su oficina? —preguntó Gabriel.

—Si señor —respondió ella sin imaginar todo lo que estaba ocurriendo.

—Podrías por favor avisarle que necesitamos verla —aunque Gabriel era el dueño de la constructora, era un hombre respetuoso, siempre se anunciaba antes de irrumpir algún lugar.

—Claro que sí, señor, un momento —pidió Laura mientras levantaba el teléfono para anunciar su llegada. Tras recibir la confirmación de Aurora, señaló la puerta con un gesto de la cabeza. —Pueden pasar —declaró amable.

Gabriel agradeció a Laura y luego de mirar a su hijo, le indicó que debían seguir.

Aurora estaba sentada en su escritorio, tratando de mantener la calma mientras su corazón latía con fuerza. Sus dedos tamborileaban nerviosamente sobre la superficie de madera, y su mirada se dirigía constantemente hacia la puerta. El momento que había temido por seis años finalmente había llegado. Apenas unos minutos atrás, Laura, su secretaria, le había informado que Gabriel y Connor estaban por entrar a su oficina. El miedo y los recuerdos se entremezclaban en su mente, creando un torbellino de emociones.

Gabriel abrió suavemente la puerta, dando paso a Connor. Aurora sintió que el suelo se tambaleaba bajo sus pies. Al levantarse con prisa de su silla, y sus ojos se encontraron con los de Connor, y el aire pareció congelarse.

Connor quedó inmóvil por un instante, su rostro palideciendo al comprender por completo quién era la arquitecta en jefe. No podía creerlo. Aurora, la mujer a quien nunca había podido olvidar, estaba justo frente a él. Sus ojos buscaron rápidamente alguna señal en su expresión, pero Aurora mantenía una fachada tranquila, aunque por dentro, sus emociones estaban desbordadas.

Aurora salió detrás de su escritorio, caminó muy nerviosa hacia ellos.

—Buenos días, señor Rushtfort —saludó ellas en un tono que intentaba ser firme, pero que traicionaba su nerviosismo. Sentía una mezcla de emociones: tristeza por los recuerdos dolorosos de su pasado, alegría por ver a Connor y temor por lo que este encuentro podría traer podría traer.

—Aurora —dijo Connor sin resistirlo más, Gabriel giró a mirarlo.

—Connor —dijo ella.

—¿Ustedes, dos, se conocen? —preguntó Gabriel alternando su mirada entre ambos.

Connor respiró hondo antes de hablar, tratando de contener el torrente de emociones que sentía. —Aurora, me sorprende verte aquí. No esperaba… no sabía —susurró, sus palabras colgando en el aire. Ignorando la pregunta de su padre.

—Bueno, sí, es que fuimos compañeros en la secundaria —respondió ella ante la pregunta de su jefe.

—Vaya, eso si es una gran sorpresa, ¿Por qué nunca me dijiste que conocías a mi hijo? —preguntó Gabriel ignorando todo lo que pasaba entre ellos dos, con una gran sonrisa en su rostro.

—No sabia que usted era su padre, además nos conocíamos muy poco, digamos que yo era la chica invisible que no era notada por nadie, y Connor, bueno, él era el chico popular —mintió. Connor entrecerró sus ojos sabiendo la gran mentira que estaba diciendo, pero optó por mantenerse callado. Su padre no tenía por qué saber nada.

—Bueno, no sabia eso —respondió Gabriel volteando a mirarle a Connor quien miraba fijamente a Aurora, sintiendo que su corazón estallaría en cualquier momento. No podía dejar de mirar esos hermosos ojos que lo enamoraron, incluso parecía que estaban más bellos de los que el recordaba, si contar lo hermosa y madura que se veía, aun mantenía su pelo negro y largo, sus mejillas aun posesión ese color tan hermoso. Sus labios aún se veían irresistibles. Por un momento se quedó hipnotizado.

—Probablemente Connor ni sabia quien era, es extraño que supiera o recordara mi nombre —agregó Aurora.

—Hay cosas que no se pueden olvidar tan fácilmente —respondió Connor sin quitarle la mirada de su rostro. Aurora sintió un frio extraño recorrer su cuerpo y tragó la saliva que de pronto se le había acumulado en la boca.

—Bueno, que grata sorpresa, supongo que esto va ser mucho más fácil de lo que imaginé —dijo Gabriel, sin saber que en realidad seria totalmente lo contrario. Sería demasiado difícil para Aurora, trabajar con el hombre que la lastimó tanto en el pasado y a quien no podía olvidar a pesar del tiempo y la distancia.

El silencio cayó sobre ellos, cada uno perdido en sus propios pensamientos.

—Bueno pues, la presentación se ha hecho mucho más fácil, ambos ya se conocen, prácticamente —agregó Gabriel. —Esto es simplemente maravilloso —dijo dando una ligera palmada con sus manos en señal de extrema alegría, mientras los nervios de Aurora aumentaron.

—Creo que quizás deba darles un momento a solas. Aurora, confío en que puedas ponerte al día con Connor y abordar los asuntos importantes y Connor hijo, espero que puedas trabajar en conjunto con nuestra magnifica arquitecta —Connor por un instante no pudo evitar sentir celos al imaginar que su padre podría estar interesado en Aurora, o que ellos tuvieran algo, esa sola idea le heló la sangre,

—Bueno, yo los dejo, por favor si no se conocen bien es momento de que empiecen a hacerlo —dijo, mirando a ambos antes de dirigirse hacia la puerta.

—Aurora, si tienes alguna duda sabes que siempre puedes preguntarme, seguiré por las oficinas, no te preocupes por eso —Connor miró fijamente a su padre, observando la forma amable, casi dulce en que se dirigía a Aurora.




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