Reencuentro IncÓmodo

Check-in romántico

—¿Dijeron "suite nupcial"? —repitió Sofía, intentando mantener la compostura mientras se secaba el sudor con la dignidad.

La recepcionista del resort, una mujer con sonrisa entrenada y uñas con glitter, asintió emocionada:

—¡Sí! La habitación más reservada del complejo. ¡Tiene jacuzzi con vista al mar, cama extra king, pétalos de rosa y un espejo en el techo!

Tomás levantó una ceja.

—¿Un espejo en el techo? ¿No es un poco... mucho?

—Es lo que eligieron en el formulario —dijo la recepcionista, mostrando una tablet.

Sofía se asomó y leyó:
“Queremos vivir el romance como nunca antes. Sorpresas sensuales bienvenidas”.

—¿Quién escribió eso? —dijo entre dientes.

Tomás negó, divertido.

—Yo no. Capaz fue tu manager... o la mía. O un demonio con Wi-Fi.

Detrás de ellos, la cámara de uno de los asistentes los seguía como sombra. Todo estaba siendo grabado.

—¿Podemos fingir que nos encanta todo esto? —susurró Sofía, forzando una sonrisa mientras le pasaba el brazo por la cintura a Tomás.

—¿Podemos fingir que no me estás clavando las uñas? —respondió él, con los dientes apretados.

Les entregaron una llave magnética con forma de corazón.
Y un cartelito de madera que decía:
“Recién casados. No molestar (excepto para el desayuno romántico)”

Cuando llegaron a la suite, abrieron la puerta y fueron recibidos por:

Música instrumental de fondo

Velas aromáticas

Una cama tan grande que podía tener código postal propio

Y un cisne de toallas… con preservativos en el pico

Sofía se quedó congelada.

—¿Qué es esto? ¿Una novela de Wattpad con presupuesto?

Tomás soltó una carcajada.

—Y yo que pensaba que nada superaría tu fiesta de cumpleaños con temática “Vivir sin hombres”.

—Callate y ayudame a esconder esos globos con forma de corazón antes de que vomite.

La cámara se apagó al fin cuando el productor cerró la puerta.

Silencio.

Por primera vez desde que llegaron, estaban solos.
En una habitación con cama única. En un resort que creía que estaban perdidamente enamorados.
Y con el contrato pegado como una sombra.

—Bueno —dijo Tomás, mirando el jacuzzi—. ¿Cara o cruz para ver quién duerme en el sofá?

Sofía se giró lentamente.

—¿Vos pensás que te voy a dejar dormir en una cama con sábanas de seda roja conmigo al lado?

—No. Pero tenía que intentarlo.




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