La mañana después del beso bajo la lluvia no se sintió como una victoria.
No hubo música épica. Ni confesiones atropelladas.
Hubo silencio.
Un silencio que se arrastraba como sombra, metiéndose en los huecos que el deseo había dejado abiertos.
Sofía se despertó antes que Tomás. Lo vio dormir, con el ceño apenas fruncido, como si soñara con algo que no se atrevía a recordar. O quizás, como si durmiera mal desde hace años y ella nunca lo supo.
Se levantó en puntas de pie y se encerró en el baño, con el celular en la mano.
El primer mensaje de la pantalla no era de una amiga, ni del equipo de producción. Era de su hermana:
> "¿Es cierto lo del beso? Mamá está preguntando si volvieron. El video ya llegó al grupo de la familia."
Suspiró.
Lo había olvidado: todo lo que haces con un ex, aunque sea en una isla, se entera tu familia antes que vos misma.
Se lavó la cara. Se miró al espejo.
—No te emociones, Sofía. No es amor. Es humedad, nostalgia y un poco de histeria —murmuró para sí.
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Cuando volvió al cuarto, Tomás ya estaba sentado, vestido, mirando el mar.
Había preparado café, y el aroma llenaba la habitación con una intimidad que no sabían cómo manejar.
—No quería despertarte —dijo ella, apenas cerró la puerta.
—No quería levantarme —respondió él.
Silencio. Y entonces, él habló:
—¿Te acordás de aquel viaje que planeábamos después de graduarnos?
—Tailandia. Mochila. Sin planes. Como hippies con tarjeta de crédito.
—Exacto. ¿Sabés qué me dolió más? No habernos ido. Lo pospusimos por lo que "debíamos hacer", y después… ni eso hicimos.
—Nos hicimos adultos antes de tiempo —murmuró ella, sentándose a su lado.
—Nos hicimos egoístas —corrigió él—. Vos querías vivir. Yo quería avanzar. Nadie cedió.
—¿Y ahora?
—Ahora estoy acá, tomando café con vos, deseando no tener que volver a fingir que no siento lo que siento.
Ella lo miró. Quiso decirle algo. Algo grande. Algo honesto.
Pero justo ahí…
Golpearon la puerta.
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—¡Chicos! ¡Necesitamos que bajen a grabar la escena del brunch romántico! ¡Y recuerden: mucha ternura, mucha risa, y si pueden, tómense de las manos! —gritó un productor desde el pasillo.
Tomás rodó los ojos.
—Qué ironía. Fingir cariño ahora es más fácil que fingir distancia.
Sofía se puso de pie.
—Entonces vamos. A dar el show que todos quieren ver.
Pero mientras caminaban por el pasillo, codo a codo, no se tocaban. No se miraban.
Y sin embargo, el aire entre ellos ardía.
No por lo que decían… sino por lo que todavía no se atrevían a decir.
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En la mesa del brunch, rodeados de frutas exóticas, cámaras, flores y empleados con sonrisas plásticas, comenzaron a grabar.
—Sofía, Tomás, ¿pueden hablarnos de su historia de amor? —preguntó una influencer que los acompañaba como parte del “experimento viral”.
Sofía miró a Tomás.
—¿Querés contarla vos, o la cuento yo y lloramos todos?
—Contala vos. Sos buena con los finales trágicos.
Ella respiró hondo.
—Nos conocimos en la universidad. Peleamos por una silla. Literal. Fue una competencia por quién llegaba primero a clase.
—Ganó ella —agregó Tomás.
—Siempre gano. En discusiones, en apuestas… Y en arruinar relaciones.
Él la miró, entre dolido y enternecido.
—Nos enamoramos sin darnos cuenta. Lo difícil fue dejar de estar enamorados cuando ya no sabíamos cómo encajar nuestras vidas.
—Y ahora... —dijo ella, forzando una sonrisa— estamos redescubriéndonos.
Silencio incómodo.
La influencer sonrió, emocionada.
—¡Qué historia tan real! ¡Tan auténtica! ¡El público va a enloquecer!
Tomás la interrumpió.
—¿Sabés qué sería más real? Que apaguen las cámaras y nos dejen hablar en paz.
Y se paró.
Sofía lo siguió, sorprendida.
La producción quedó congelada.
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Ya en la playa, lejos de todos, Tomás la miró de frente.
—No puedo seguir fingiendo que no quiero intentar de nuevo, Sofía.
—¿Y si sale mal otra vez?
—¿Y si sale bien?
—¿Y si esta vez nos destruimos por completo?
—¿Y si esta vez no huimos?
Ella lo miró. El mar detrás de él parecía infinito.
Y por primera vez, no sintió vértigo. Sintió... posibilidad.
—Necesito pensar —dijo, honesta.
—Yo voy a esperarte. Pero no para volver al pasado.
Para empezar... lo que nunca nos atrevimos a vivir.
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Sofía caminó por la playa sola.
Sintió la arena fría. El sol en la piel.
Y por dentro, una tormenta dulce.
Porque cuando el pasado vuelve… no siempre es para repetirlo.
A veces, vuelve para reescribirse.
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el amor de dos personas diferentes, el amor no existe para mi, el reencuentro con verdadero amor
Editado: 01.11.2025