Esa noche, el resort parecía otro.
Las luces suaves, la música ambiente, las copas de vino… todo formaba parte de una cena elegante preparada por la producción para celebrar “la conexión entre participantes”, pero todos sabían que era un intento desesperado por capitalizar el drama que había explotado.
Sofía estaba sentada sola, en una esquina del salón, con una copa de vino en la mano y el estómago cerrado como un puño.
A su izquierda, Lucas hablaba con una productora, haciéndose el simpático.
A su derecha, Tomás jugaba con una servilleta, como si eso lo ayudara a no mirar constantemente hacia ella.
Pero la miraba.
Todo el tiempo.
Como si no pudiera evitarlo. Como si cada vez que lo hacía, su memoria llenara los espacios entre lo que eran y lo que aún podrían ser.
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Minutos después, uno de los organizadores pidió la atención del salón.
—Tenemos una noticia importante. Sofía, ¿podés acercarte un momento?
Ella frunció el ceño. Se paró y caminó hacia el centro, sintiendo que cien pares de ojos la seguían.
El hombre sostuvo una tableta en alto.
—Recibimos un mensaje desde una editorial en Buenos Aires. Vieron tus intervenciones, tu forma de expresarte y tu historia. Y quieren ofrecerte un contrato para escribir tu primer libro.
Sofía parpadeó.
—¿Qué?
—Una novela. Romántica. Con vos como protagonista. “Historias de una ex no tan perfecta”.
El salón explotó en aplausos.
Lucas fue el primero en acercarse.
—¡Eso es increíble! —le dijo, abrazándola—. Es tu oportunidad. Por fin. Siempre soñaste con escribir, y ahora...
Pero entonces, el golpe bajo:
—El contrato incluye mudarte a Buenos Aires por seis meses. Curso de escritura, acompañamiento editorial… todo.
Tomás se puso de pie, lento, como quien se prepara para una pelea que no puede ganar.
—¿Cuándo te irías? —preguntó.
—Si acepto… la semana que viene.
Silencio.
Lucas tomó la palabra:
—Yo vuelvo mañana. Podés venir conmigo. Empezás esa vida que tanto querías.
Tomás apretó los dientes.
—¿Vas a dejar que alguien más escriba tu historia... sin saber si ya cerraste la anterior?
Sofía lo miró. No dijo nada.
Porque, en realidad, no lo sabía.
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Esa noche, se encerró en su habitación.
El contrato estaba en su correo.
El cursor titilaba al lado del botón de “Aceptar”.
Pero no lo presionó.
Porque apenas abrió la ventana para respirar, encontró una carta.
Sí, una carta. Escrita a mano. Con letra apurada, torcida. De esas que se hacen cuando uno no quiere pensar demasiado, solo soltar.
Era de Tomás.
> Sofía,
No quiero robarte nada. Ni oportunidades, ni caminos, ni sueños.
Pero si te vas sin saber que todavía me duele no haberte amado mejor, entonces todo esto no habrá servido.
Nunca te dije por qué no fui a tu cumpleaños. Porque no quería que me odiaras más de lo necesario.
Ese día… recibí una llamada. Mi mamá estaba en coma. Y me fui sin decirte nada. Porque soy un idiota que pensó que si te decía eso, ibas a dejar todo por mí. Y yo no quería arrastrarte a mi oscuridad.
Pero también fui un cobarde. Y por eso, si decidís irte, solo te pido una cosa: escribí tu libro. Pero no me borres.
No te olvides de nosotros. Incluso si no hay un "nosotros" al final.
Sofía leyó la carta en silencio.
Y lloró.
Porque, por primera vez…
entendía.
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el amor de dos personas diferentes, el amor no existe para mi, el reencuentro con verdadero amor
Editado: 01.11.2025