La van negra los dejó frente a la terminal privada de vuelos, con el cartel de “Final de rodaje” todavía colgado de una de las puertas.
El reality había terminado.
Las cámaras se apagaron.
Los micrófonos también.
Pero entre ellos… el sonido seguía.
Como un eco suave de todo lo que no se dijeron en voz alta, pero que aún flotaba en el aire.
Sofía y Tomás subieron al avión como una pareja.
No oficialmente.
No con etiquetas.
Pero sí con algo que pesaba más: la promesa silenciosa de no repetir el pasado.
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Una semana después, estaban de regreso en la ciudad.
El semáforo, el tráfico, los vecinos chusmas, los cafés con precio abusivo.
Todo como antes.
Todo… diferente.
—¿Te das cuenta que no tenemos idea de cómo somos fuera de la burbuja tropical? —le dijo Sofía mientras sacaba la ropa de su maleta.
—Sí. Es como una segunda cita, pero con traumas y experiencia.
—Perfecto, la mezcla ideal.
Tomás dejó caer su mochila en el sillón de su departamento.
—¿Querés quedarte a dormir hoy?
—¿Y mañana?
—También.
—¿Y si discutimos?
—Nos pedimos sushi y lloramos sobre los rollitos primavera.
—Trato hecho.
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Pero el mundo no se quedó quieto.
Esa misma noche, Sofía recibió una notificación en su correo:
Entrevista en prime time. Canal 12. “Historias virales: la ex que volvió a enamorar”.
Y cinco minutos después… su teléfono explotó.
Llamadas. Correos. Ofertas para podcasts, entrevistas, colaboraciones.
El programa había terminado, pero el fenómeno recién empezaba.
—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó ella, mirando el celular como si le diera alergia.
—Lo que quieras —respondió Tomás—. Pero si puedo opinar… lo que viviste no es un contenido. Es una vida.
—Y vos… ¿estás preparado para esto?
—Nunca lo estuve. Pero tampoco estuve listo para dejarte ir. Así que si vamos a ser trending topic, que sea porque nos animamos a intentarlo de nuevo.
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Días después, Sofía aceptó una sola entrevista. En vivo.
El conductor, un tipo tan simpático como incisivo, fue directo.
—¿Te enamoraste de nuevo?
—Sí.
—¿De Tomás?
—De Tomás… y de mí misma. En ese orden, pero con la misma intensidad.
—¿Qué aprendiste?
—Que a veces lo que duele no es la ruptura, sino todo lo que uno se calló para evitarla.
—¿Y qué harías diferente?
Sofía miró a la cámara.
—Decir “te extraño” antes de que sea tarde.
Y “te amo” sin esperar que el otro lo diga primero.
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Esa noche, Tomás la esperaba en su puerta con una caja.
—¿Pizza?
—No.
—¿Helado?
—Tampoco.
—¿Un gato?
—No, Sofía. Abrila.
Ella lo hizo.
Dentro había…
una libreta en blanco. Con tapa dura.
Y una inscripción dorada:
> Nuestra historia, sin cámaras. Sólo para nosotros.
—Quiero escribirla con vos —dijo él—. Día a día. Error a error. Beso a beso.
Sofía lo miró.
—¿Y si no tiene final feliz?
—Entonces lo escribimos hasta que lo tenga.
Y se besaron.
Con la ciudad detrás.
Con las luces encendidas.
Con todos los ruidos del mundo real.
Pero sin miedo.
Porque esta vez…
la historia era sólo de ellos.
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el amor de dos personas diferentes, el amor no existe para mi, el reencuentro con verdadero amor
Editado: 01.11.2025