Sofía cerró la libreta. Guardó la carta de Tomás en el bolsillo trasero del pantalón —ese bolsillo donde siempre ponía lo que no quería perder, pero que igual podía romperse.
Y reservó un pasaje.
Sin despedirse. Sin drama. Sin escenas. Sólo una nota en la puerta de Tomás:
> “Necesito pensar sin que tu perfume me distraiga. Vuelvo en unos días. O no. No lo sé todavía.”
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El mar la recibió con una brisa que no juzgaba. Ese era su lugar. Su espacio. Un departamento pequeño frente a la costa que alquilaba cada vez que la vida le daba vueltas como un lavarropas sin pausa.
Se instaló con una playlist de canciones tristes, un vino barato y su computadora. Abrió un nuevo archivo.
Título: “La versión de mí sin vos”
Y empezó a escribir.
Pero no sobre Tomás. Ni sobre Milena. Ni sobre traiciones o reconciliaciones.
Escribió sobre ella. Sobre la Sofía que se había olvidado de sí misma por amar demasiado. Sobre la que se quedó en relaciones a medias con la esperanza de que el otro completara lo que ella misma no se estaba dando.
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Tres días después, tocó alguien la puerta.
Ella no esperaba visitas.
Y menos aún a Lucas.
—¿Qué… hacés acá?
—Me enteré por redes que estabas en la costa. No te acosé. Te lo juro. Le pregunté a Clara, tu amiga.
—¿Y para qué viniste?
Lucas respiró hondo. —Para pedirte disculpas.
Sofía se cruzó de brazos.
—¿Por qué exactamente?
—Por haberte metido presión. Por querer que me elijas sin darte espacio para sentir. Y por no haberte dicho que… yo también sabía que Tomás seguía en vos.
Sofía lo miró en silencio. Lucas continuó:
—Pero también vine porque sé que estás escribiendo. Y porque… me gustaría ayudarte.
—¿Cómo?
Él sacó de su mochila una carpeta.
—Trabajo con una pequeña editorial. No te lo dije antes porque pensé que iba a parecer que te quería publicar por interés. Pero tu historia, Sofía… merece ser leída. Y no por lo que viviste con Tomás. Sino por cómo escribís sobre vos misma.
Ella lo miró, genuinamente conmovida.
—No sé si estoy lista para eso.
—Por eso vine. Para decirte que no tenés que estarlo. Que podés tomarte el tiempo que quieras. Pero cuando lo estés… este es tu contrato.
Y se fue. Sin pedir nada. Sin intentar besarla. Sin esperar una respuesta.
---
Esa noche, Sofía volvió a abrir la libreta que le había regalado Tomás.
Leyó sus propias palabras.
> “Escribiré sobre nosotros… si es que hay un nosotros.”
Cerró la libreta. Miró el mar.
Y por primera vez en semanas, sonrió sin culpa.
No porque hubiera decidido volver. Ni quedarse.
Sino porque había entendido que a veces, el reencuentro más importante… es con una misma.
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