Volver a la ciudad fue distinto esta vez.
Sofía ya no regresaba escapando ni buscando respuestas.
Volvía con la decisión tomada: iba a elegir su historia. Y también iba a escribirla.
La editorial aceptó su propuesta con una condición:
> “Queremos que sea real. Nada de finales de cuento. Queremos tu voz. Cruda, divertida, sin filtros.”
Y eso era exactamente lo que ella quería.
Lo que siempre había querido.
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—¿Estás segura de esto? —preguntó Tomás, hojeando el borrador del primer capítulo.
—Lo estuve desde que me di cuenta de que escribir sobre lo que me dolió… me dolía menos que seguir callándolo.
Tomás sonrió, pero con esa inquietud que delata que algo ronda en su cabeza.
—¿Y si la gente me odia?
—Entonces será porque todavía te pareces un poco al tipo que yo también odié por un tiempo. Pero quedate tranquilo… también van a enamorarse de vos, como yo lo hice. Otra vez.
Él se quedó mirándola en silencio.
Y después la besó.
Lento.
Como si la confirmación estuviera en ese gesto.
Como si por fin pudiera soltar todo lo que había estado apretando durante años.
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Los días siguientes fueron raros.
Raros en el mejor sentido.
Empezaron a tener rutinas de pareja:
Compartir cafés, discutir sobre dónde dejar los libros, armar playlists conjuntas y pelearse por el control remoto.
Y aunque parecía poco épico, para Sofía eso era amor verdadero.
No el que te lleva flores.
Sino el que te recuerda que hay leche en la heladera y que la alfombra está sucia porque tu gato decidió vomitar encima.
—¿Esto es el amor maduro? —preguntó ella una noche, mientras lavaban los platos juntos.
—No sé. Pero si lo es, me gusta más que el dramático.
—¿Por qué?
—Porque en este, me río más. Y tengo más ganas de quedarme que de salir corriendo.
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Una semana antes del lanzamiento oficial del libro, Sofía recibió una invitación:
> “¿Querés presentar tu novela en una feria de libros en vivo, con público y preguntas espontáneas?”
La vieja Sofía habría dicho que no.
La nueva, dudó cinco segundos… y aceptó.
Esa noche se lo contó a Tomás, con las manos temblando y el corazón galopando.
—¿Y si me preguntan por vos?
—Entonces decíles la verdad.
—¿Cuál?
—Que fuiste mi error favorito.
Y ahora sos mi presente con potencial de futuro.
Ella rió.
—¿Sabés que eso puede terminar en frase de merchandising, no?
—Ya está patentada. Sale remera y taza.
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El día de la feria, el salón estaba lleno.
Había lectores, curiosos, críticos, e incluso ex compañeras del reality que vinieron “por si acaso había drama”. Spoiler: no lo hubo.
Sofía subió al escenario con su vestido preferido, el pelo suelto y una calma nueva.
Leyó un fragmento del libro.
> “Uno no siempre se da cuenta cuándo empieza el final.
Pero sí sabe, muy dentro suyo, cuándo empieza un principio distinto.
Y a veces, ese principio tiene el mismo nombre… pero otra forma de amarte.”
El silencio fue total.
Hasta que alguien alzó la mano y preguntó:
—¿Volverías a vivirlo todo, aún con lo que dolió?
Sofía no dudó.
—Sí.
Porque de eso se trata amar de verdad: de aceptar que no siempre sale bien a la primera.
Pero si hay alguien que vale la pena, se intenta otra vez.
Y otra.
Y otra.
Hasta que deje de doler… o hasta que funcione.
Y si no funciona… que al menos duela menos que callarse.
Y el aplauso fue largo.
Y Tomás, desde la primera fila, lloró un poco.
Aunque después juró que era alergia.
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el amor de dos personas diferentes, el amor no existe para mi, el reencuentro con verdadero amor
Editado: 01.11.2025