Casting para el caos, un director en crisis y el mensaje maldito
—¿Reunión con el director de la película? —preguntó Sofía.
—Sí —respondió Tomás—. Quiere “conectarse emocionalmente con los personajes”.
—¿Qué significa eso?
—Que probablemente nos haga abrazar árboles y hablar de nuestras sombras interiores.
—¿Y eso no era una secta?
—Ya no hay diferencia con el mundo del cine.
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Fueron citados a una oficina hipster con olor a incienso de palo santo y mate cocido gourmet. Ahí estaba el director argentino, llamado León Márquez.
Tenía bufanda en pleno calor, anteojos sin aumento y una carpeta donde había escrito a mano:
> “Reencuentro Incómodo: el largometraje que nadie pidió, pero todos necesitamos”
—Bueno, chicos… quiero entender la esencia de ustedes —dijo León.
Sofía: —¿Leíste el libro?
—¿Libro? No. Me basé en los hilos de Twitter. Mucho más emocionales.
Tomás tragó saliva. Teté se apareció sin haber sido invitada, con un frappuccino y gafas.
—¿Éste es el que quiere hacerme famosa?
—¿Usted es Teté? —preguntó León, con tono místico.
—La única. Pero si me van a representar, más les vale no usar a una actriz de esas que creen que “ser vieja” es fruncir el ceño y hablar lento.
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Días después, comenzó el casting para el papel de Teté.
Y ay, Raquel, fue una joya del absurdo.
1. Actriz #1: Habló como si fuera una monja rebelde de telenovela venezolana. —“Yo soy Teté y no me callo porque mis arrugas tienen historias.” Teté: —Parecés villana de shampoo barato. NEXT.
2. Actriz #2: Se presentó con un palo de escoba. —“Este es mi bastón emocional.” Teté: —¿Querés que te lo meta en el guion o en otro lado?
3. Actriz #3: Entró gritando: —“¡YO SOY TETÉ, LA ÚNICA, LA LEGENDARIA!” …y se cayó. Literalmente. Se tropezó con el cable del micro.
Teté: —Esa me gusta. Tiene mi espíritu de caos.
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Mientras se reían del desastre del casting, Sofía recibió un mensaje en su celular.
📲 Martín (ex de Sofía):
> “Hola. Vi todo lo tuyo en la feria. No sabía que escribías así. ¿Te gustaría tomar un café y hablar?”
Sofía sintió un patapúfete emocional.
Tomás notó el cambio de expresión.
—¿Todo bien?
Sofía cerró el celular.
—Sí. Solo un… capítulo que no pienso reabrir.
Tomás sonrió.
—Bien. Porque el nuevo capítulo está mucho mejor escrito.
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Esa noche, Sofía volvió a su libreta.
> “A veces el pasado llama. Pero uno no tiene que contestar. A veces el pasado es solo eso: una notificación que se ignora. Porque el presente… está demasiado bueno como para mirar atrás.”
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