Reencuentro IncÓmodo

Vuelta a casa, una Teté influencer y una oferta que lo complica TODO

El avión aterrizó en Paraguay en medio de una tormenta tropical con nombre de vedette.

Sofía, agotada, miró por la ventanilla y soltó un suspiro profundo.
—Volver después de tanto… da vértigo.
Tomás sonrió:
—¿Vértigo? Eso es porque no apagaste el celular desde Madrid y seguro te esperan 379 llamadas de Teté.

No estaba tan lejos.
Tenía 416 notificaciones.
401 eran de Teté.
Las otras 15 eran de TikTok, donde al parecer un fragmento del musical se había hecho viral con la canción "No es tu culpa si el cactus no florece".

Bajada del avión.
Calor pegajoso.
Y una sorpresa en la salida.

—¡Sorpresaaaa! —gritó Teté con una cámara, un micrófono y una remera con su cara.

—¿Qué es esto…? —preguntó Sofía.

—¡Bienvenidos a “Teté Life Show” en mi canal de YouTube, Instagram y próximamente HBO si me llaman!
—¿Vos… tenés un canal?

—¡Desde Madrid! Estoy monetizando mi sabiduría y mi falta de filtros.
Ayer me auspiciaron unos mates con glitter y una marca de calzones de algodón.
¡Estoy IN!

Sofía se quedó pasmada.
Tomás no podía dejar de reírse.

—Decime que no la dejaste sola con el WiFi.

—Peor —respondió Sofía—. Le enseñé a editar.

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Ya en casa, entre el calor del ventilador y las 18 plantas que Sofía había dejado con un vecino (y ahora parecían selva amazónica), Tomás tiró su mochila al piso.

—¿Puedo quedarme unos días?

—¿Con qué condiciones?

—Con que me hagas chipa o me dejes robar de tu almohada.

—Aceptado.

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Tres días después, Sofía fue llamada a una reunión con su editorial.
Virtual, claro. Pero con cámaras encendidas y caras que olían a "propuesta indecente".

—Sofía, el libro fue un éxito rotundo.
—Gracias, fue un parto emocional, pero valió la pena.

—Queremos… una secuela.
—¿Una continuación?

—Sí.
—Pero… la historia está cerrada.

—Justamente. Queremos que la abras. ¡El público pide más drama!

Sofía ladeó la cabeza.

—¿Más drama? ¿No fue suficiente con el ex, la ex del ex, el musical bizarro y el ventilador emocional?

—No, no. Queremos que Sofía… lo engañe.
—¿A Tomás?

—Sí. Pero por accidente. Una noche. En Portugal. Con un chef vegano que hace pan de mandioca.

Sofía abrió la boca y no supo si reír o vomitar.

—¿Qué clase de giro es ese?

—Un giro viral. ¡Lo va a romper en redes! Y además… pensábamos que podrías terminar la secuela con un triángulo amoroso.

—¿Con quién más?

—Con Teté.

Silencio.

Tomás, que estaba escuchando desde la cocina, gritó:

—¡QUE NADIE TOQUE A MI TETÉ!

Sofía cerró la computadora sin despedirse.
Se sirvió un tereré.
Y se sentó a mirar el ventilador con cara de guerra.

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Esa noche, en la terraza, con luces cálidas y olor a tierra mojada, Tomás le preguntó:

—¿Qué pasa?

—Quieren una secuela. Pero… tergiversada.
—¿Y vas a aceptarlo?

—¿Por qué todos piensan que el caos vende más que la verdad?

Tomás se acercó.
Le puso una mano en la nuca.
—Porque no todos conocen tu historia. No como yo. No como vos.

Sofía lo miró a los ojos.

—¿Y si acepto… pero cambiando el guion?

—¿En qué sentido?

—Y si escribo la historia, sí… pero esta vez, no desde el drama, sino desde lo que pasa después del final feliz.
Desde las peleas por la contraseña de Netflix.
Desde el día que no tenés ganas de hablar.
Desde los silencios cómodos.
Desde el amor real.

Tomás sonrió.

—Entonces no es una secuela… es la continuación de la vida.

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En ese mismo momento, Teté subió un video que alcanzó 80 mil vistas en 2 horas.
Título: “Cómo sobreviví a Madrid sin perder mi sensualidad ni mi cartera”
Contenido: consejos de amor, recetas de chipa vegana, y un cierre donde decía:

> “El amor no es perfecto, chicas. Pero si te hace reír cuando querés llorar, ahí es.
Y si no, que se vayan todos a hacer fila al Infierno, que ya bastante calor hace en Paraguay.”

La reina había hablado.

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Pero antes de cerrar el día, Sofía recibió un sobre.

No un email.

No un mensaje.

Un sobre físico, dejado bajo su puerta.

Lo abrió.

Adentro, una nota:

> “Esto recién comienza.
La historia no termina con un beso, Sofía.
Alguien más quiere su versión.
Nos vemos en la Feria del Libro…”

Sin firma.

Pero con un marcador rojo.
Como el que Clara usaba.

Sofía tragó saliva.

—¿Qué más puede pasar?

Tomás, desde adentro:

—¡Se acabó el papel higiénico!

—Claro. Eso.




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