La noche era larga, el hotel caro, y el minibar más tentador que el mismísimo diablo.
Sofía no podía dormir.
El archivo del diario la miraba desde la pantalla como si tuviera pulso propio.
Tomás le había advertido:
—“Leelo cuando estés lista.”
Pero Sofía nunca estuvo lista para nada, y eso no la había detenido antes.
Abrió el archivo.
> “Día 1: La conocí cuando aún creía que el amor era una broma pesada del universo.”
Era la letra de Clara, su ex amiga, su sombra, su rival en mil emociones no resueltas.
Sofía siguió leyendo, tragando la culpa como un trago amargo:
> “No quería lastimarla, pero cuando la vi con él, supe que había perdido. No solo a Tomás. A ella.”
—¿A ella? —Sofía murmuró—. ¿A mí?
Se quedó helada.
El texto seguía:
> “Sofía nunca lo supo. Nunca supo lo que yo sentía. Ni lo que hice después.”
La puerta del cuarto golpeó de repente.
—¡Sofi, abrí, soy Teté!
Sofía casi tiró la laptop del susto. Abrió la puerta y encontró a su madre con un kimono de flores, rulos enredados y una copa de vino tamaño balde.
—¿Qué hacés acá?
—Vine a salvarte. Y de paso a hacer un vlog. Estoy documentando “El camino de mi hija al estrellato”.
Sofía masajeó sus sienes.
—Mamá, esto es un casting, no un reality.
—¡Ay! ¡Reality! Eso es lo que nos falta. Voy a hacer un canal: “La verdadera Teté”.
Sacó el celular y empezó a filmarse.
—“Queridos seguidores, acá estoy en Hollywood, sin entender nada pero orgullosa de mi retoño. #TetéEnLosÁngeles #CherTeEspero”
—¡Mamá, basta!
—¿Por qué? ¡Tengo más views que tu cuenta literaria!
Sofía se dejó caer en la cama.
Teté dejó el celular y se sentó a su lado.
—¿Qué pasa, nena?
—Estoy leyendo algo que me está volviendo loca.
Le mostró el archivo.
Teté entrecerró los ojos, leyó unas líneas… y se quedó muda.
Muda, Teté.
Eso ya era un evento astronómico.
—Ay, hija… —dijo al fin—. Esto no es un diario. Es dinamita.
—Lo sé. Pero no entiendo qué quiere decir con “lo que hice después”.
Teté, con tono de telenovela venezolana:
—Hija, si esa mujer todavía te sigue, es porque no cerró el ciclo. Y si no lo cerró, lo va a abrir a martillazos.
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A la mañana siguiente, Sofía fue al casting final.
Había cámaras, productores, y Eiza González probando un acento paraguayo tan raro que parecía italiano mezclado con guaraní.
—Hola, yo soy Sofía, la chica de la empanada emocional —dijo Eiza.
Sofía la miró, conteniendo la risa.
—Casi, Eiza. Es “la chica que fríe sus sentimientos en aceite caliente”.
Eiza:
—Uy, eso es poético. ¿Y triste?
Sofía:
—Más bien indigesto.
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En plena audición, el director gritó:
—¡Corten! ¡Tenemos un problema!
En las pantallas, la cuenta @RealVerdadSofia transmitía EN VIVO.
Imágenes del diario. Páginas completas.
Fotos de Sofía, Clara y Tomás.
Y un texto nuevo:
> “Todo lo que ella escribió es mentira.
La verdadera historia empieza conmigo.”
El set se congeló.
Sofía sintió un nudo en el estómago.
Zoe corrió hacia ella.
—¿Quién tiene acceso a tu nube?
—Nadie… o eso creía.
Teté apareció, indignada:
—¡Nos están pirateando! ¡Esto es terrorismo emocional!
Sofía apretó el celular.
Tenía un mensaje nuevo:
> “¿Listos para el segundo acto?”
Tomás la llamó justo en ese momento.
—Sofi, encendé la tele.
En el noticiero de espectáculos aparecía Clara.
En vivo.
Desde un estudio de televisión.
Con el mismo título que el libro de Sofía… pero firmado por ella.
> “Reencuentro incómodo: la historia que ella me robó.”
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Sofía dejó caer el teléfono.
Teté juró en tres idiomas y pidió un tereré santo.
El mundo se derrumbaba, otra vez, en cámara lenta.
Pero Sofía se levantó.
Respiró hondo.
Y dijo con la mirada encendida:
—Se acabó el silencio.
Ahora… yo voy a contar mi verdad.
Teté, dramática:
—¡Y yo lo voy a subir a YouTube!
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el amor de dos personas diferentes, el amor no existe para mi, el reencuentro con verdadero amor
Editado: 30.10.2025