—Espere ahí, ¿me está diciendo que quiere demandar a su esposa porque le destruyó su equipo de pesca y tiró su ropa al océano luego de descubrir que usted le era infiel?
El hombre parpadea con exageración.
—Sí. ¿Sabe lo que cuesta un buen equipo de pesca? Llevo veinte años comprando cada gancho, algunos ya no se consiguen. El palo de pescar era un diseño exclusivo que me costó mucho conseguir…
—¿Y usted sabe lo que siente una persona cuando lo engañan? ¿Pensó en el dolor de su esposa que ha estado con usted durante más tiempo que el equipo de pesca? ¿Qué hubiera hecho usted si descubría que su esposa lo engañaba con otro?
Él guarda silencio durante un momento.
—Sí, lo entiendo, hasta me hubiera pedido el divorcio, pero el palo de pescar…
Ruedo los ojos.
—Es obvio que usted ama más ese equipo de pescar que a ella y por eso lo hizo, además está la amante. No puede demandar a su esposa por lo que hizo y tampoco denunciarla a la policía. Ambos están casados por bienes mancomunados, lo que significa que todo lo que es suyo también es de ella y en caso de divorcio ella se queda con la mitad de todo lo que le pertenece.
—Eso quiere decir que si yo hago lo mismo con algo que ella aprecie, no pueden hacer nada.
Abro la boca y la vuelvo a cerrar. ¿Está hablando en serio?
—Sí, aunque yo que usted lo pensaría mejor porque si ella pide el divorcio por causa de una infidelidad, puede perder todo, no solo la mitad, a menos que haya sido infiel ella también y lo creo poco probable. La conozco desde hace mucho y ya todo el pueblo lo sabría.
«O es más inteligente que usted y supo ser cuidadosa».
—Entonces, no puede hacer nada.
—No, lo siento. Si tanto amaba su equipo de pesca, habría pensado mejor lo de la amante. Mi consejo es que se olvide del equipo, le pida disculpas a su esposa por el engaño y se divorcien sin problemas. En este momento, ella las tiene de ganar y lo sabe, por eso hizo lo que hizo.
Él no agrega nada, me dice que consultara con mi madre u otro abogado y sale de aquí.
Mi madre y cualquier otro abogado le dirá lo mismo que yo, pero si él quiere hacer la consulta, es cosa suya.
No lo entiendo. Engañó a la mujer con quien lleva veinte años de casado, a la madre de sus tres hijos, y solo le preocupa su estúpido equipo de pesca. Ojalá la mujer decida ir por todo y lo deje sin nada, para que aprenda. Tal vez debería darme una vuelta y ofrecer mis servicios.
Me giro, miro la hora y es la hora perfecta para ir a comer con mi tía Johana en la floristería que está muy ocupada con un pedido importante.
La verdad, hoy ha sido una mañana tranquila, algunas mañana lo son y no pensé que extrañaría tanto el ajetreo de la ciudad.
Mi estómago ruge de hambre, pues apenas comí una tostada y un jugo, no quise café por causa del embarazo.
Pienso en el embarazo y Tom se viene a mi mente. No he hablado con él, solo sé que se está quedando en la casa de huéspedes de mi madre y ella me dijo que le pareció guapo y creyó en su sinceridad, no comentó más nada. Ella prefiere dejar que yo solucione las cosas y ni siquiera sé como.
El sonido de la puerta me obliga a tomar aire y exhalarlo, deseando que sea un cliente decente y no otro como el adolescente que vino esta mañana temprano queriendo emanciparse de sus padres porque no lo dejaron ir de viaje al lago Tahoe con los amigos o el infiel enojado por su equipo de pesca.
Me giro con lentitud y me quedo congelada en mi lugar al encontrarme con Tom. Sigue tan guapo como antes. Se ha dejado un poco la barba y viste vaqueros, una simple remera azul y una chaqueta fina de cuero. Estaba acostumbrada a verlo de traje, o en todo caso desnudo.
«No pienses en eso, Molly».
—Hola, Molly.
—Tom—exclamo con sequedad, cruzándome de brazos. Él me mira por completo y deja la mirada fija en mi vientre—. No me creció el vientre, o tal vez un poco, y no lo noto. He estado comiendo bastante pasta.
—Quiero acercarme, abrazarte y besarte.
—Prefiero que no lo hagas.
—Lo entiendo. No vine solo por mi hijo, también por ti y por Rachel.
—Eso dices. Ahora si crees que es tu hijo.
Él baja los hombros, derrotado.
—Fue una pregunta estúpida del momento por haber sido tomado de sorpresa. No fue porque dudara, sino para confirmar.
—Lo sé. En el momento no, pero luego medité y entendí, de lo contrario no te estaría recibiendo.
Suspira aliviado. Ni que fuera una bruja sin corazón. A veces lo parezco.
—Planeaba venir a buscarte, estaba esperando que el psicólogo me diera el alta y terminar de organizar la firma con mi tío. Muchas cosas han pasado desde que te fuiste.
—Sé que echaste a Samara y Ben ocupa su lugar. Me alegro por él. Es bueno investigando.
—Cierto. Hablas con mi tío y con Ben.
—También con Chloe y con Madeleine. A ninguno le pregunté por ti. Si bien la última me dijo que has ido a ayudar al refugio de vez en cuando.