Reflejo de un amor. Un comienzo

Capítulo 8: Molly

—¿Quieres que conduzca? —pregunta Tom.

—No, yo lo hago y si no puedes soportar mi forma de conducir, dímelo, te bajo y puedes caminar.

—Lo mismo le dice al tío Scott y al abuelo. —informa Rachel sin apartar la mirada de su libro de colorear.

Me pone nerviosa conducir y tener a Tom a mi lado empeora mis nervios.

Si no fuera por el bebé que llevo en mi vientre y Rachel quiere a Tom, no tendría contacto con él.

¿A quién quiero engañar? Sin el bebé, seguiría en contacto con él, por Rachel y porque él me importa, pero no quiero que lo sepa y saltar a sus brazos como si nada hubiera pasado.

Mi madre opina que Tom merece una segunda oportunidad a pesar de que se dejó influenciar por sus padres. No hay diferencia si tiene doce años, veinte o treinta años. Algunas personas saben como manipular y otras son débiles siendo víctimas de esas manipulaciones, como el caso de Tom.

Casi pierdo a Rachel por luchar por él y él no fue capaz de hacer lo mismo. Yo confié en él con respecto a Samara y esperaba que él confiara en mí con las fotos.

Eso de ponerse en el lugar del otro no funciona en este caso, porque estuve en el lugar de Tom, solo que con la llamada que recibí de esa zorra y no con fotos, y aun así decisión darle el beneficio de la duda y hablar con él.

Es cierto que yo no tengo ningún trauma y no ando desesperada por atención paternal porque tuve la suerte de crecer con padres maravillosos, no obstante, no puedo recibir a Tom con los brazos abiertos por más que lo desee.

Mi mayor defecto es portarme como una perra fría cuando me rompen el corazón y no es fácil ser una perra caliente… Eso no sonó bien. Mejor dejo de hablar de perras.

Él dice que fue a terapia y se rehabilitó de sus inseguridades, yo quiero verlo para creerlo. Pero más importante que eso, necesito estar segura que su padre no aparecerá con una nueva amenaza porque esta vez no solo se trata de Rachel, sino del bebé que llevo en mi vientre y protegeré a ambos con mi vida.

Ese hombre no me asustaba, mas desde que supe del embarazo, prefiero andar precavida.

Un ruido extraño acompañado de un salto me obliga a detener el vehículo.

—¿Qué fue eso? —pregunto.

—¿Un bache? —exclama Tom

Niego con la cabeza. No hay baches en esta parte, el alcalde se ocupa de tener bien cuidada las carreteras gracias a mi abuela Julie.

—No me digas que se cruzó un animal y lo pisé.

Rachel alza la mirada y abre los ojos como platos.

—¿Qué?

—No quiero ser asesina de animales, ni por accidente.

—¿Asesinaste un animal? —cuestiona Rachel.

—Tranquila las dos. Puede que no sea nada. Bajaré e iré a chequear.

Tom baja del vehículo, lo sigo con la mirada mientras se acerca al lugar donde sentí que asesiné a alguien. Se cruza de brazos y niega con la cabeza, luego regresa y se acomoda en el asiento sin decir nada.

—¿Y bien? —preguntamos Rachel y yo al mismo tiempo.

—¿Quieres las buenas noticias o las malas?

—La mala.

—Un niño no estará nada feliz porque no se puede recuperar—llevo las manos a la boca y mis ojos se llenan de lágrimas—. La buena noticia es que eres una asesina de un balón de soccer y como es un objeto no vivo, no te tienes que preocupar por ser acusada de homicidio.

Bajo las manos.

—¿Es broma?

—No, hablo en serio. Eres una asesina de balón de soccer. No te preocupes, deduzco que su muerte fue muy rápida y no sufrió. El dueño del balón debió ser más cuidadoso con este.  Podemos irnos.

Miro a Rachel que se encoge de hombros y se echa a reír. Tom ríe también y yo quiero matarlo.

—Eso no fue gracioso. Me preocupé.

Tom borra la sonrisa.

—¿Eso podría afectar…—mira a Rachel por un momento y vuelve la atención a mí—ya sabes?

Tendría que decirle que sí, para que se preocupe y se sienta mal por la broma, pero su cara de preocupación es real y no quiero usar a nuestro hijo como medio de venganza, no está bien, al menos no hasta que nazca.

—No, tranquilo.

Él suspira de alivio y yo sigo conduciendo.

—Cuando te sientas mal por haber asesinado un balón, recuerda que yo soy asesino de plantas—exclama haciéndome reír—. Y las plantas son seres vivos. Sin embargo, la culpa es del niño por descuidar su balón y en caso de mi planta la culpa la tiene el vendedor por no darme los antecedentes de la planta. Nosotros somos inocentes.

—Gracias por el consuelo. Ya me siento mejor. —compartimos una sonrisa.

Al llegar a la casa de huéspedes, Tom ayuda a Rachel a bajar mientras yo bajo sola y camino a la casa sin esperarlos.

—No sabía que vendrías hoy. —dice mi madre cuando cruzo la puerta.

—He traído a Tom para que se duche y cambie.




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