Reflejo de un amor. Una oportunidad

Capítulo 8: Molly

—Parece que el moreno guapo no puede alejarse de ti. —resalta Madeleine.

Miro a Tom hablando por teléfono a unos metros de mí.

—Estamos trabajando juntos.

—Él quiere más que eso.

—Que siga esperando. No mezclo trabajo con placer, y ni tiempo tengo para el placer.

—Molly, trabajas sin parar, el único momento en que sales son los viernes en la noche cuando vienes a comer a mi casa con mi esposo y mi hija. El único novio que has tenido fue Cody y tenías diecisiete años en aquel entonces.

—No le temo a los hombres ni a enamorarme, solo quiero enfocarme en mi carrera ahora. Ya tendré tiempo para los novios.

—Tal vez Tom sea tu destino.

—No parece muy interesado en una relación. Creo es de los que se acuesta con las mujeres sin compromisos y después sigue su camino. Yo no sirvo para eso. Ya lo intenté en la Universidad y me fue mal.

—Como sea, no te cierres al amor, y menos con Tom Archer.

No agrego nada, no tiene sentido. Mi amiga es una romántica emprendida y quiere que todos encontremos el amor.

Espero algún día encontrar a un buen hombre como mi padre con quien pueda casarme y formar una familia, pero no es mi prioridad en este momento.

Mi prioridad es mi carrera y la pequeña niña de cinco años que necesita apoyo y cariño.

—¿Cómo te fue con Rachel?

—No es muy abierta para expresar sus sentimientos. Tengo fe que con el tiempo se irá abriendo cada día más. Está muy apegada a ti a pesar de que la trataste por poco tiempo. Me dijo que quiere ser una buena niña para que la quieras y no la abandones—se me parte el corazón—. Mi consejo como profesional es que te hagas cargo de Rachel pensando en adoptarla definitivamente, sino deberías olvidarte de ella, buscar una familia que la adopte a pesar de sus conflictos psicológicos o que permanezca en un hogar de niños. Si se queda contigo, se apegará más a ti y cuando tengas que entregarle, será más difícil causando que el avance que se haga en sus terapias sean en vano.

—Lo pensé la noche anterior. Me pidió muchas veces que no la dejara y se aferró a mí luego de las pesadillas.

»No puedo entregarla.

—Tranquila, iremos viendo como evoluciona. Tampoco descarto que avance y entienda que no puedes quedarte con ella permanentemente. Vamos un día a la vez.

—Gracias.

—Iré a buscarla.

Mady se aleja y considero su opinión profesional. Ella tiene razón, yo sé que sí. No puedo dejarla. No perdonaré nunca en mi vida abandonarla.

Tal vez con las terapias y yo ayudándola a ser niña de nuevo, recupere su esencia infantil y logre comprender la situación.

Puedo encontrarle una buena familia y visitarla de vez en cuando.

—¿Nos vamos?

Me sobresalto.

—No tienes que seguirme. Iré a almorzar con Rachel, luego iremos a ver lo de su escuela y regresaré a la oficina.

—Yo también tengo que comer, no me molesta ver lo de la escuela de la niña y regresar contigo a la oficina.

—En serio que puedes ser insoportable. ¿Cómo novio eres igual?

—No, soy más flexible en ese caso, y con eso me refiero a la situación, no a la cama, aunque puedo presumir que ahí soy bueno.

—Entendí. Dices ser bueno, solo que no flexible.

—Exacto.

—Salía con uno que presumía de sus dotes en la cama y no supe encontrar el clítoris.

Tom se echa a reír y acerca su boca a mi oído produciéndome una descarga eléctrica en todo el cuerpo.

No entiendo como puede producir tanto en mí. Se supone que no me gusta.

—Ven a mi cama y compruébalo tú misma. Yo sé dónde está el clítoris.

Lo miro por encima del hombro.

—Sigue intentándolo.

—¡Molly!

Rachel llega hasta a mí y abraza mis piernas, luego mira a Tom o lo saluda con sequedad.

Llegó en el momento justo para evitar que mi cuerpo se ponga a desear al inglés y me traicione a mí misma.

En serio, las hormonas pueden ser jodidas. No sé por qué no se consiguen una vida y me dejan en paz. Yo estoy bien con celibato.

—Vamos a comer, Rach.

—¿Él viene? —señala a Tom.

—Si tú no quieres, no voy. —responde él.

Rachel se encoge de hombros y me mira esperando que yo diga algo. Pongo los ojos en blanco.

No quiero quedar como la mala de la película.

—Claro.

Nos despedimos de Madeleine y vamos a comer a uno de mis lugares favoritos. Tom observa el tráiler de comida con desconfianza.

—Ya he notado que en Nueva York están de moda los carros de comidas.

—Yo los prefiero a los restaurantes. ¿En Londres no hay?




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