Reflejo de un amor. Una oportunidad

Capítulo 11: Tom

Si bien la travesía en el metro fue interesante y divertida, no es algo que querría experimentar en horas tempranas de la mañana ni en horarios de la tarde cuando la gente sale de trabajar.

En la noche ha sido tranquilo y he oído de lo caótico que puede ser durante el día. Mejor sigo con mi vehículo durante el día.

Fue una aventura nocturna divertida con Molly, incluso con las niñas que se han portado muy bien.

—¿Por qué no tienes vehículo? No digas que es por falta de dinero. Sé que ahorras y toda la cosa, pero también sé que podrías tener un buen vehículo sin que te costara mucho. Uno de los clientes de la firma tiene empresas de vehículos que vende en el país y los empleados de la firma tenemos un gran descuento. Así obtuve mi vehículo.

Molly le dice a las niñas que tengan cuidado al bajar y se sienta a terminar su helado.

—No sé conducir muy bien y me da miedo. No tiene sentido comprarme un vehículo que no manejaré.

—¿A qué tienes miedo? ¿A chocar o que te choquen?

—La gente es muy imprudente. He visto como los peatones cruzan como si nada, en especial los que no son de Nueva York y no están acostumbrados al flujo de tráfico y de personas, y no podría cargar con la herida o muerte de alguien sin importar que fuera mi culpa o no.

»Mi padre trató de enseñarme y no fue difícil, nada más me costó estacionar y entré en pánico en cuanto llegamos a la carretera principal y había dos vehículos.

—Entonces dependes de taxis, del metro y de los choferes de la firma.

—Exacto—sonríe—. Iré a decirles a las niñas que se alejen de ese niño grandote que parece buscar pelea.

Cada momento que paso con Molly me siento más atraído por ella, por su sencillez, franqueza y buen corazón.

En el metro le dio una moneda a uno que tocaba la guitarra, también lo alagó por su linda voz, ayudó a una señora con unas bolsas y a una niña que se le había enganchado el cabello en la mochila mientras su madre estaba más atenta al teléfono.

Entiendo por qué Rachel está tan apegada a ella. No es una mujer que puedes encontrar a la vuelta de la esquina.

Cuando acepté la oferta de trabajo de mi tío, dudé en mudarme a la gran manzana, pensando que sería otra ciudad enorme y tendría que rodearme de gente con dinero e hipócrita. Nada ha sido así. Personas de esa clase las hay, mas yo las he evitado.

Mi tío es bastante simple y está casado con una maestra de primaria que cocina como los dioses. Son personas agradables. Aún no he tratado con su hija, mi prima periodista que trabaja en Boston, pero hemos hablado y es tan agradable como sus padres.

No puedo creer que pasaran años sin hablar con ellos.

Ahora lejos de mi familia en Londres, resalto lo perdido que estaba en la burbuja de cristal que mis padres crearon.

Mi hermana fue más inteligente por desligarse de ellos en cuanto cumplió los dieciocho, yo fui más lento creyendo que las cosas podrían cambiar.

Sacudo la cabeza. Ya no importa. Soy libre y estoy en una ciudad excitante haciendo lo que me gusta, sin darle cuentas de nada a nadie y conociendo a una mujer que cada día despierta más cosas en mí.

No soy bueno en las relaciones casuales, nunca tuve una, y no estoy seguro de querer una relación formal después de la última, lo único que tengo claro es que Molly me gusta, me atrae y quiero profundizar más en las emociones que se descontrolan cuando está cerca.

Yo le atraigo y le gusto, es cuestión de tiempo para que caiga rendida a mis brazos.

Entendí que mi objetivo principal no tiene que ser ella, sino Rachel, ella es la clave para ganarme a Molly. Si bien sería más fácil si la niña tuviera más confianza conmigo y no me mirara como si fuera su enemigo.

Observo a Molly que se ha metido al pelotero con las niñas. En cualquier momento la sacan de ahí. Mientras tanto, ella tira las pelotas con los niños y ríe.

Suena mi celular y respondo cortando mis pensamientos.

—Hola.

—Hola, hermanito.

—Hola, Aisha. ¿Qué hora es allá?

—Casi la diez de la mañana. ¿Estabas trabajando?

—No, aunque no lo creas, estoy en un centro comercial tomando un helado con una colega y dos niñas.

—¿Estás saliendo con una mujer con hijas?

Río.

—Su nombre es Molly. No, no estoy saliendo con ella. Huye de mí por ahora. Sus hormonas me quieren y se descontrolan cada vez que estoy cerca, así que es cuestión de tiempo—ella ríe—. No tiene hijas. Se está haciendo cargo de una niña que quedó huérfana luego de que el padre matara a la madre y se suicidara. La otra niña es amiga de su mejor amiga.

—Que duro lo de la nena huérfana. Aun así, tal Molly suena como una mujer que me agradaría.

—Y mucho. Es abogada voluntaria en un refugio de mujeres. Quiere salvar al mundo al igual que tú. No le da importancia al prestigio y al dinero.

—Sin dudas me agrada—reímos—. No la dejes escapar.




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