Reflejo de un amor. Una oportunidad

Capítulo 18: Molly

Suelto una maldición cuando el café se derrama. ¿Puedo ser menos torpe? No lo creo. Lo bueno es que hoy ninguna paloma defecó sobre mí, eso ya es algo.

Entro en el ascensor al mismo tiempo que lo hace Jake, otro abogado no socio, quien me saluda con su peculiar sonrisa y carisma. Nunca he visto a este hombre de mal humor y siempre es amable. Ha trabajado con Loyal, el abogado socio que tiene clientes duros y difíciles. Supongo que su despreocupación y buen trabajo es el motivo por el cual Loyal lo pide siempre para casos grandes. Yo me entiendo mejor con Edwards, aunque ahora mi compañero es Tom.

—¿Cómo estás, Molly?

—Bien. Gracias. ¿Tú?

—Nada mal—sigue sonriendo—. Oye, el viernes por la noche los chicos irán a tomar algo…

—Sabes que no voy nunca. Menos en este momento de mi vida algo complicada.

—Lo sé. Lo que iba a decir es que quizás podríamos salir a cenar solos tú y yo—lo miro desconcertada.

—¿Por qué?

—Vaya, no es la respuesta que suelen darme—ríe—. Porque me agradas y sería bueno conocernos mejor. Me gustaría conocerte mejor y es difícil. Eres bastante asocial.

—No soy asocial. Nada más no me gusta ir a lugares caros a tomar un cosmo y ventilar los trapos sucios de los empleados de la oficina que no están en ese momento o de los jefes. 

—A mí tampoco me gusta. Lo hago para que haya buena onda laboral. Nunca sabes en que momento puedes necesitar un favor.

Salimos del ascensor.

—Si sales con ellos por las dudas de que necesites un favor futuro, no esperes que lo tengan en cuenta. Te harán el favor si pueden obtener algo a cambio, sino espera sentado.

Él sonríe.

—Me gusta tu sinceridad y falta de hipocresía. Entonces, ¿cenamos?

Jake es un hombre agradable, un excelente abogado y se ve buena persona. No obstante, no es un hombre para mí.

No me interesa salir con alguien que hace lo que sea para complacer a otros y caerles bien o hacer cosas para obtener favores. Si viera más allá de sus narices, sabría que yo soy del tipo de persona que hace favores sin pedir nada a cambio, también lo son Ben y Chloe. Aunque puede que a ellos no los tenga en cuenta por ser asistente y recepcionista.

No lo estoy juzgando, nada más dejando claro los motivos de falta de interés.

—Gracias, pero no gracias.

Él borra la sonrisa.

—Dame una buena razón.

—No eres mi tipo. Me gustan los hombres con una personalidad más fuerte, más marcada y que no necesitan salir a tomar algo con alguien por algún favor futuro. Eres un buen abogado y seguro una buena persona, solo que no el hombre para mí—sonrío—. Gracias por tenerme en cuenta.

Lo dejo de pie con la boca abierta, o tal vez boca cerrada, no lo sé, no me quedé a ver y no voy a voltear para saberlo.

Doblo en el pasillo y una fuerte mano me toma de la muñeca y tira de mí hasta verme en una oficina, apretada contra la puerta por un hombre que reconozco sin necesidad de verlo, aunque lo estoy viendo y este sí es de mi tipo.

Arrogante, sin exagerar, con personalidad que no se deja intimidar por nadie y que no se da por vencido.

Abro la boca para preguntar que le pasa cuando un beso suyo me calla por completo. Y como ya dejé claro, él besa muy bien y no puedo evitar perderme en su beso.

Son besos suaves, intensos y me descolocan por completo. No es bueno que mis emociones se revolucionen por causa de él, no es seguro ya que me tienta a hacer cosas que no debo, como quitarle la ropa y pedirle que me haga suya en el escritorio.

No, debo ser profesional y por eso lo aparto.

—¿Qué crees que haces?

—Creo que es obvio. Te beso.

Ruedo los ojos.

—En el trabajo no. Habíamos acordado mantener las cosas profesionales aquí y dejar lo personal afuera.

—Lo sé. Ayer apenas te vi y tenía deseos de besarte. Hoy lo hice y me has devuelto el beso.

—Tenemos una cita el sábado.

—No puedo esperar—me acorrala de nuevo—. Pierdo la cabeza cuando estás cerca y eso no es bueno.

Al menos no soy a la única que le pasa, pienso.

—Claro que no. Lo último que necesito es un abogado decapitado.

Agarro el pomo de la puerta, Tom se coloca detrás de mí y no tardo en sentir su aliento en mi oído produciéndome descargas eléctricas por todo el cuerpo.

«Control total, hormonas traidoras, estamos en el trabajo. Ya tendremos tiempo para degustar el cuerpo inglés». Eso sonó muy caníbal.

—No puedes irte porque eres mi abogada de apoyo.

Suelto el picaporte, me aparto de él y lo enfrento. Por ahora es mejor guardar las distancias.

—¿En qué caso?

—En el del matrimonio Mitchell. Ambos son clientes de la firma. Ella me quiere como abogado porque no conozco al esposo y seré imparcial.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.