Se siente tan bien estar de esta forma con Tom, sin ruido de tráfico ni de personas, solos él y yo.
Que bueno que seguí el consejo de Madeleine y dejé de hacerme la difícil con el abogado.
Es guapo, besa de muerte, cocina rico y tenemos muchas en común además de las leyes. Aunque él necesita vivir un poco y con eso me refiero a explorar algo más que bares y restaurantes.
Confesó nunca haber ido a jugar a los bolos y tampoco ha ido a ferias. Tomo nota mental para eso. Quiero llevar a Rachel a una y Tom debe apuntarse.
Tom me besa, el beso sube de intensidad y mis hormonas gritan desesperadas y están más calientes que divorciadas en una discoteca llena de hombres.
Mi cuerpo quiere, mi mente no. No quiero apresurar las cosas y sé que el sexo puede complicar las cosas, no siempre, mas suele suceder.
Con mi exnovio, el que tuve después de Cody, pasó exactamente eso, en cuanto tuvimos sexo en la segunda cita, todo giró en torno a eso y si quería pasar un momento tranquilo solo besándonos y disfrutando de pasar el tiempo juntos sin estar desnudos, era raro.
No digo que vaya a ser lo mismo con todos los hombres. Que mi ex fuera un idiota, no quiere decir que todos los sean. Cody no era así y Tom no creo que lo sea.
Lo aparto.
—¿Qué clase de hombre eres?
—¿Cómo?
—Me refiero a si eres de los que está en una relación y quiere sexo todo el tiempo o puede disfrutar de una agradable cena y charla sin sexo de por medio.
Me observa con desconcierto.
—Aunque sexo todo el tiempo suena bien, no aguantaría tanto. Lo creas o no, disfruto de una buena charla con una linda chica y un buen vino. ¿Por qué la pregunta?
—Curiosidad.
—Molly, si quisiera solo sexo contigo…
—Tendrías tu mano en mi trasero y mi escote abierto.
Suelta una carcajada, me abraza y besa mi cuello.
—Exacto. La verdad, no soy bueno en eso de las relaciones esporádicas. Las relaciones que tuve fueron serias, monógamas y formales.
—Yo intenté lo de la relación esporádica y no funcionó.
—Mi hermana me aconsejó disfrutar de este momento, salir, conocernos y dejar que todo tome su camino sin pensar demasiado.
—Madeleine me dio el mismo consejo.
Volvemos a besarnos, el sonido de un celular rompe la burbuja y me apresuro a responder sabiendo que es el mío.
Es Madeleine pidiendo que vaya por Rachel, quien está alterada por causa de una pesadilla. Le digo que ahora voy mientras Tom comienza a levantar las cosas.
De camino al refugio permanecemos en silencio todo el trayecto. Le pido a Tom que espere en el vehículo mientras voy por Rachel, pero él se niega y decide acompañarme. No es como si estuviera en peligro por entrar sola al refugio, en especial porque entramos por la puerta trasera, evitando despertar a todo el mundo.
Tom y yo entramos en cuanto Mady abre la puerta y nos guía por el pasillo hasta la sala. Rachel está sentada en la silla aferrada a sus rodillas, ella al verme se levanta y se tira a mis brazos, me agacho y le brindo consuelo hasta que deja de temblar.
—Lo siento.
—Oye, ¿por qué lo sientes? —busco su mirada.
—Por tener pesadillas y hacerte venir hasta aquí.
Niego con la cabeza y corro el cabello de su rostro.
—No digas tonterías. No es tu culpa y no me importa venir hasta aquí. ¿Lista para ir a casa?
Ella asiente y se gira hacia Madeleine.
—Gracias. Espero no haber asustado mucho a Magnolia con mi grito.
Mi amiga ríe.
—Lo superará. Yo le explicaré y no te preocupes por nada. Hago estos campamentos de vez en cuando y cuando te sientas listas, puedes volver. Descansa.
Agarro su mano y nos acercamos a Tom quien está esperando en el pasillo. Rachel lo mira y le explico que estaba con él cuando Mady me llamó.
—Hola, pequeña.
—Tuve una pesadilla—le dice—. No quiero tener pesadillas. ¿Se pueden supimir?
Tom ríe.
—No, por desgracia no. Con el tiempo disminuirán.
—Antes tenía muchas pesadillas, ahora ya no tanto.
—Y a medida que pase el tiempo irán desapareciendo.
Abandonamos el refugio, subimos al vehículo y Tom nos lleva a mi casa.
Miro a Rachel por el espejo retrovisor y se me parte el corazón ver la tristeza en su alma. Sé que odia tener las pesadillas y también se siente mal cada vez que me despierta.
Y de repente se me ocurre una idea. Le pido a Tom que regresemos al muelle, él lo hace sin decir nada, esta vez le pido que estacione del otro lado, a un lugar descampado desde donde se puede observar el lago y la ciudad.
—No sabía de este lugar.