Reflejo de un amor. Una oportunidad

Capítulo 24: Molly

—Por cierto, lindo hombre de chocolate te estás comiendo.

Suelto una carcajada.

—Trabajamos juntos.

—¿No te acuestas con él?

—No… Todavía—reímos—. Nos estamos conociendo y llevando las cosas con calma.

—Eso está bien—mira más allá de mi hombro—. Oh, mi esposo me hace señas, significa que me quiere presentar a alguien importante.

—Ve, luego hablamos.

—Estoy seguro de que querrá saludarte en cuanto se entere de que estás aquí. Siempre le caíste muy bien.

—Aquí estaré por lo menos hasta el postre.

—Cuida a tu hombre de chocolate.

Mi amiga se va en busca de su esposo y yo giro buscando a Tom, a quien encuentro de pie frente a tres personas que desconozco.

Hay una pareja mayor del mismo tono de piel que la de él. El hombre lleva esmoquin y la mujer un vestido negro y largo que solo deja el rostro y las manos al descubierto.

No paso por alto a la mujer morena que acompaña a la pareja. Es de estatura baja y bastante elegante. Tiene el cabello recogido en un chongo alto y luce un vestido sin mangas de seda de color azul oscuro.

Tom no parece cómodo con ellos, así que me acerco con mi mejor sonrisa. 

—Buenas noches. —exclamo.

Tomo gira hacia mí y parece aliviado con mi presencia. Me rodea la cintura con su brazo y ese gesto me toma de sorpresa.

—¿Y está blanca quién es?

¿Blanca? ¿Acaso son racistas?

—Ella es Molly Miller, una de las abogadas que trabaja en la firma y mi novia—¿Su qué? ¿Escuché mal? ¿Dijo novia? —. Molly, ellos son mis padres y ella es mi ex.

Trato de no poner cara de sorpresa y observo a las personas esperando que no noten mi incomodidad.

—¿Novia? —exclama la morena joven—. Hace unos meses estábamos comprometidos—y eso también me toma de sorpresa, no lo sabía. La mujer me repasa con la mirada—. No sé si sabías que él y yo estuvimos juntos por cinco años y nos íbamos a casar y un día para el otro rompió el compromiso y se mudó.

«No, no lo sabía», respondo mentalmente.

—Sí, ¿y eso qué tiene que ver conmigo? A mí no me conocía en esa época.

La mujer contrae la mirada. ¿Qué esperaba que le dijera?

Si Tom hubiera sido infiel, me habría puesto del lado de ella, pero no fue así, por lo que debo estar del lado de Tom, aunque no me dijera nada de su compromiso roto.

—No puedo creerlo, Tom—exclama el señor—. Dejaste todo en Londres para convertirte en un abogado más del montón y estás traicionando a tu raza saliendo con una mujer blanca.

—Guillermo, no salgas con tus comentarios racistas y no ofendas a Molly. En la vida hay más que posición social y color.  

Con razón Tom no se lleva bien con sus padres. Son unos racistas de primer nivel.

—No puedo creerlo. —exclama la ex prometida.

Todavía estoy un poco desconcertada por las relevaciones, pero es un tema que debo tratar con Tom a solas.

Estos tres no me agradan, por lo que nos les daré el placer de intentar opacarme.

La mujer mayor, o sea la madre de Tom, me repasa con la mirada y niega con la cabeza.

—¿No tienes decencia? Podrías cubrirte un poco.

Tom se pone tenso, lo detengo del brazo y miro directamente a esta mujer.

—Tengo decencia y educación también. Opino que tenemos conceptos diferentes de esas palabras. Ambas se basan no en mostrar un poco de escote o pierna, sino en la lengua y tanto usted, como su esposo y su mascota de turno—repaso con la mirada a la ex de Tom—, tienen una lengua con poca decencia. Sus comentarios racistas dejan en evidencia su falta de clase, respeto hacia el otro e ignorancia. Ahora comprendo porque Tom salió huyendo de Londres—miro al aludido—. Cuando me hablaste de ellos, pensé que exagerabas, ahora veo que te quedaste corto.

Él sonríe y mira a sus padres y a la mascota de turno. Es obvio que ella está esperando que el par de racistas le digan que salte para preguntar que tan alto.  

—Guillermo, antes de irme de Londres me dijiste que para ti estaba muerto, así que puedes seguir tu camino. Ni mi fantasma está interesado en hablar contigo—mira a su madre—. Tú lo apoyaste, por lo que estoy muerto para ti también y no acepto que vengas a imponerte como si tuvieras algún derecho por el simple hecho de haberme dado la vida; yo no pedí nacer—finalmente mira a la mascota—. Con respecto a ti, Brenda, los cinco años que tuvimos juntos fueron sofocantes y más de una vez busqué la forma de salir de la relación sin querer herirte, hasta que me cansé, llegué a mi límite y terminamos. ¿No te lo había dicho? Yo creo que sí, pero lo repito por si no lo entendiste la primera vez. Si te propuse matrimonio fue por presión por parte de mis padres, no porque realmente quisiera casarme contigo. Por suerte, abrí los ojos a tiempo y evité cometer un grave error. Mi consejo es que sigas adelante y en lo posible lejos de la influencia de mis padres. Ya perdieron a sus dos hijos con su forma de pensar y no les importará perderte al menos que sigas sus reglas—Tom exhala aire y sonríe—. Se siente bien haberlo dicho. ¿Qué opinas, Mol?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.