Espero a que el juez Barton llegue al final de las escaleras para acercarme a él. Llevo unos días observándolo, buscando la forma de acabar con su corrupción, y espero que mi plan salga bien.
Camino directo hacia él y finjo chocarlo, me disculpo y sonrío.
—A veces me distraigo tanto pensando que no sé ni por donde ando. —exclamo.
Él ríe.
—Suele pasar—me repasa con la mirada y sonríe—. ¿Te conozco de algún lado?
—No. Puede que conozca a mi padre, pues somos dos gotas de agua o eso dicen todos.
—¿Quién es tu padre?
—Guillermo Archer.
—Oh, claro, un buen amigo. Él me hizo un gran favor ayudándome a librarme de mi antigua firma de Londres.
—Sí, me contó y usted le devolvió el favor arruinando una adopción aquí en Nueva York.
Deja de sonreír y se incomoda.
—No sé de que habla. —musita en voz baja mirando para todos lados.
—Tranquilo, lo sé todo. Me lo contó.
Dudo mucho que Guillermo le dijera a Barton que el motivo por el que quería arruinar esa adopción era para librar a su hijo de una relación con una mujer blanca que tuvo las pelotas suficientes para enfrentarlo y ponerlo en su lugar. Él no revela sus conflictos familiares con nadie.
—Bueno, es que… Somos buenos amigos y no era nada ilegal. Me dijo que la chica no era apropiada para hacerse cargo de una huérfana con traumas por violencia doméstica por parte de sus padres.
—Sí y que le había asignado a un psicólogo amigo que hace favores y eligió una asistente social que hace lo que sea por dinero.
—Yo no tengo nada que ver con eso. Su padre…
—Guillermo Archer se iba a ocupar de pagar al psicólogo y a la asistente social para salirse con la suya. Usted tiene que ver porque lo sabía y no dijo nada. Siguió adelante a pesar de que la mujer que quería adoptar a la niña era la adecuada.
—Ya no tenemos que preocuparnos por eso. El caso se trasladó a otro estado y ahí yo no puedo hacer nada.
—Y mi padre tampoco puede hacer nada.
—No, así que asunto cerrado. Si me disculpa, quiero ir al almorzar mientras tengo tiempo.
—Claro, no lo molesto más. Espero que no suceda lo mismo con otras personas que quieran adoptar niños. La prioridad es el bienestar de los niños.
—Mi puesto en la corte familiar era temporal. La verdad, me importa muy poco esos casos, acepté como un favor a su padre Guillermo, pero ya es hora que vuelva a lo penal que es donde me gusta. Si un niño es adoptado o no, no es de mi interés.
Es un imbécil con todas las letras.
—Claro, yo no opino lo mismo.
—Cada quien con sus propias opiniones y vida. Que tenga un buen día. —exclama.
Él se aleja, me quito el prendedor del saco y miro a través de este mientras llamo a Ben.
—Esto estará bueno. —musita.
—¿Lo tienes todo grabado?
—Sí, su rostro se ve perfecto. ¿Seguro que quieres filtrar esto a la prensa y no denunciarlo directamente? El nombre Archer se verá ensuciado también.
—No, no podemos denunciarlo directamente porque no puedo estar seguro de que hagan algo, la corrupción está en todas partes y desconozco las influencias de mi padre y de Barton. Si esto sale en la prensa, no les quedará más opción que actuar con justicia. Me conformo con que Barton sea destituido como juez y no pueda ejercer como abogado. En cuanto a Guillermo, me da igual lo que suceda con él. Ya pronto me quitaré ese apellido.
—Bien, como quieras. Ahora lo edito y lo envío a mi contacto del New York Times. Les va a encantar la noticia de un juez corrupto que arruina casos de adopción para hacerles favores a amigos.
—Lo sé. Mantenme informado.
Termino la llamada con Ben, guardo el prendedor y abandono los juzgados.
Miro la hora. Molly debe estar yendo a su pueblo justo ahora con su padre, Rachel y Jerry. Esa fue la información que me dio mi tío.
Estuve tentado a ir detrás de ella, decirle que la amo y rogarle por una nueva oportunidad, pero me contuve.
Primero debo poner en orden mi vida, mis emociones y arreglar los desastres de mi padre.
Ya saqué una cita con el psicólogo, mañana comenzaré a ir para tratar mis inseguridades. El esposo de Madeleine me pasó el contacto. Por suerte él no me odia, hasta me comprendió y le parece bien que trabaje en mí primero.
Samara ya no está en la firma. Ben hace un buen trabajo en su lugar y todos están conformes con él.
Expondré públicamente a mi padre y a el juez Barton para evitar que sigan haciendo de las suyas y crean que pueden salir bien librados.
Subo a mi vehículo, suena mi celular y respondo sin mirar quien llama.
—Tom Archer.
—Hola, Tom.
—¿Rachel?