Refugiados

Capítulo 3

La mesa estaba servida, la comida era abundante y variada, había algo irreal en eso. Últimamente habíamos comido muy poco, en tiempos de guerra la comida siempre escaseaba, todos estábamos delgados. Las raciones que habíamos conseguido en los últimos meses eran magras, ya habíamos olvidado lo que era comer algo sabroso, comíamos lo que se podía. El día anterior no había prestado mucha atención a eso, pero ahora estaba sentada frente a un verdadero banquete.

-Sírvanse lo que más les guste – dijo la señora Walker y asentí. Mis hermanas se llenaron los platos, entusiasmadas. Yo le serví a Dimitri, y luego me serví a mí misma mientras intentaba recordar qué era lo que me gustaba comer. Hasta mis preferencias alimenticias parecían algo lejano, algo de otra vida, así como la comida de mi madre o descartar alimentos que no nos servían. En momentos así me daba cuenta que el cambio que habíamos sufrido era inconmensurable, la guerra había desgarrado la vida cotidiana, el pasado, la esencia.

-Cuando terminen , iremos de compras – dijo nuestra anfitriona. Yo asentí y luego saqué del bolsillo el sobre que nos habían dado en el refugio.

-Eso es tuyo, guárdalo – dijo Robert Walker.

-Somos muchos – dije yo sintiéndome incómoda.

-Está bien, lo sabíamos al traerlos con nosotros, no tienes que preocuparte por el dinero.

-No podré pagarles - dije. Estábamos recibiendo demasiado de ellos, y yo no sabía qué hacer.

-¿Cómo habrás actuado si la situación fuera diferente? Si tú estuvieras en nuestro lugar– preguntó el señor Walker suavemente y entendí a qué se refería. De haber podido, de haber estado en su lugar habría ayudado sin pedir nada a cambio.

-Gracias- respondí y terminé de desayunar.

Una vez que terminamos, Irina y yo ayudamos con los platos, nadie nos pidió hacerlo pero necesitábamos hacer algo, ser útiles.

-El mercado está cerca a unas cinco cuadras, pensé que podríamos ir caminando así conocen un poco el barrio – propuso la señora.

- Está bien- respondí brevemente, aún me costaba habituarme a hablar en otro idioma.

Un rato después los seis salimos a la calle, el barrio era un lugar muy tranquilo, casi todas las casas tenían jardines, había árboles y flores en las veredas. Era imposible no compararlo con mi ciudad, ahora gris y derruida, el mundo estaba lleno de diferencias y había lugares que bañados por color y luz , y otros sumidos en las sombras. Así de diferente, así de injusto.

Caminábamos tranquilos, mientras los Walker nos contaban cosas, cuando un ruido nos sobresaltó. Alguien había arrancado una moto, pero nosotros, mis hermanos y yo, retrocedimos asustados. Y Dima se largó a llorar.

Me acuclillé a su lado y lo abracé, "no pasa nada, no pasa nada" repetí en nuestra lengua.

-¿Volvemos a la casa? ¿Busco el auto? – preguntó nervioso el señor Walker.

-No, sólo un momento y continuamos – dije. No quería retroceder, no quería dejar que el miedo nos ganara, no quería que Dimitri viviera detenido por el temor. Apenas se calmó, lo tomé de nuevo de la mano, intercambié miradas con Anya e Irina y seguimos caminando.

Al llegar a la tienda nos dividimos, Robert fue por comestibles , y artículos de perfumería , y la señora Walker fue con nosotros a comprarnos ropa interior, pijamas y algo de ropa.

-Lo demás lo buscaremos en el centro más adelante- aseveró y yo solo asentí, algún día encontraría la forma de devolver su generosidad.

Mientras nos medíamos la ropa me di cuenta que mis hermanas habían crecido mucho en este tiempo, sólo esperaba que hubiera días felices por delante, volverlas ver a sonreír. Por lo pronto agradecía verlas lejos del horror, estar en una tienda probándose ropa era un milagro. Imaginé que mamá estaría feliz, luego cerré mi mente porque pensar en ella era lo único que no podía permitirme, dolía demasiado.

Elegimos algunas prendas y Sara agregó varias más.Cuando nos reunimos con su marido, él traía los comestibles y los artículos de perfumería y un oso de peluche que le alcanzó a Dima. Aquel gesto me hizo lagrimear, rápidamente me limpié los ojos. La desconfianza, el temor seguían allí, pero ahora también se asomaba la esperanza.

 




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