Refugiados

Capítulo 4

Aquellos primeros días fuimos acostumbrándonos unos a otros, y estableciendo pequeñas rutinas, dormir seguía siendo lo más difícil, terminábamos todos durmiendo en una misma habitación, tan cerca uno de otro como pudiéramos. También llegaron cambios, tras la primera semana, los Walkers me informaron que debería empezar a asistir a la escuela, Irina y yo que éramos las que hablábamos el idioma, era uno de los requisitos gubernamentales para darnos asilo. Anya y Dima tendrían un tiempo más para adaptarse, pero también deberían ser escolarizados. Pensar en volver a la escuela, me asustó, no estaba preparada. Aún así cuando Irina protestó y gritó diciendo que no iría, usé toda mi paciencia para convencerla. Un poco de normalidad en nuestras vidas no estaría mal, le di muchos argumentos, pero ninguno de ellos me convencía a mí misma.

Sentía que no podría encajar, volver a ser una estudiante, compartir con gente de mi edad, me parecía casi un sinsentido, preocuparme por las notas o la rutina escolar parecía demasiado lejano. Y tampoco creía poder encajar con otros adolecentes, seguramente también tenían sus propias penurias y dificultades, pero no habían atravesado la guerra como yo, esa vivencia se había convertido en algo semejante a un capullo, algo oscuro que me recubría y me apartaba de los demás, algo que impedía que llegaran a mí.

Durante una semana , los Walker , asesorados por los asistentes sociales que se encargaban de los refugiados, buscaron una escuela que fuera adecuada para Irina y para mí, una que entendiera y pudiera tratar con nuestras "circunstancias particulares"

Y durante ese tiempo, tuvimos que ir haciéndonos a la idea mientras comprábamos útiles escolares, nos regalaban teléfonos celulares para estar comunicadas "por cualquier cosa que suceda" y cotejábamos los contenidos de las asignaturas con lo que nosotras habíamos estudiado en nuestro país.

-Sé que es difícil, pero será algo bueno – dijo la señora Walker mientras nos ayudaba – Y tal vez, he pensado, que quizás necesiten ayuda...hablar con alguien...

-No, no por ahora – respondí y ella asintió. Ya antes había hablado de que tuviéramos ayuda psicológica, y quizás la necesitábamos, pero aún no estaba preparada para eso tampoco, ni creía que mis hermanos lo estuvieran. Estábamos poniendo todas nuestras fuerzas en mantenernos de pie, si teníamos que hurgar en el pasado, en lo que nos impedía dormir de noche o en aquello que habíamos perdido, quizás nos derrumbaríamos.

Así que disimulé el terror que me daba volver a la escuela, lo disimulé tanto como pude, incluso en el primer día cuando Irina y yo estuvimos frente a la entrada, agarradas fuertemente de nuestras manos.

Esa vez, solo nos hicieron recorrer el lugar, Sara nos acompañó mientras nos guiaban por las instalaciones. Eran dos edificios grandes y conectados, uno para secundaria baja donde iría mi hermana y otro, para secundaria alta, donde iría yo. Había una inmensa cancha de béisbol, rodeada de zonas verdes para el descanso que eran compartidas por los dos edificios. Era un buen lugar, aún así me intimidaba.

Al recorrer lo que sería mi escuela terminamos llegando al auditorio, allí se hacían los actos escolares y también conciertos de la banda escolar.

Durante un instante, pensé en mi otra vida. Recordé cuando solía subirme a escenarios como aquel para tocar mi violín. Recordé cuando amaba la música. Casi pude sentir el peso del instrumento en mis manos, las notas empezando a resonar en mi interior. Luego, el recuerdo se apagó. Yo ya no era esa.

 




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