Refugiados

Capítulo 8

Me siento a hacer la tarea en el comedor para así poder ayudar a Irina con la suya, los Walker se ocupan de mis hermanos menores mientras están alertas por si necesitamos ayuda.

Sara sigue enseñando a mis hermanos su idioma, y aunque sé que es algo bueno, pienso que nuestra lengua natal se ha vuelto refugiada también, una extraña en otro país. Es bueno aprender un idioma nuevo, pero duele cuando es por la fuerza, por la necesidad de adaptarnos, algún día solo Irina y yo recordaremos nuestra lengua natal, la musicalidad exacta con la que suenan algunas palabras, el eco de las voces que amamos alguna vez, Dima y Anya seguro lo irán olvidando con el tiempo. No solo nosotros nos hemos vuelto refugiados sino todo lo que somos, nuestras costumbres, nuestra lengua, nuestras canciones, nuestros lugares y recuerdos.

A veces siento que todo eso está acorralado en mi corazón, así como yo misma.

Esa sensación se hace más cierta cuando la tarea de mi hermana pregunta algo sobre historia, una historia que no es universal, una historia que no conozco, que no nos pertenece. La ayudo a buscar en los libros, pero no entiendo la respuesta. Walter oye que le digo que no sé, quizás hasta nota mi nerviosismo y se acerca a explicarle. Lo hace con paciencia y hasta entretenido. Cuando termina de ayudarla se vuelve hacia mí.

-¿Necesitas ayuda? – pregunta y niego con la cabeza, mi tarea es de química, es algo que sé hacer, pero me da tranquilidad que esté ahí para ofrecer su ayuda aún cuando yo no sé pedirla.

Al día siguiente cuando llego a clases y me siento al fondo, por primera vez, noto la presencia de Eric. Está también sentado en el último asiento de la fila, junto a la ventana, se gira y me ve, levanta la mano para saludarme, en un gesto rápido que pasa desapercibido al resto. Le respondo de la misma manera, luego me siento y acomodo mis útiles para la clase. Por suerte es clase de matemáticas, me siento menos presionada con las materias de ciencias exactas que con las sociales que me obligan a esforzarme más y me recuerdan cuan extranjera soy. Los números no hacen eso, solo debo concentrarme. Extraño la música, el pensamiento me sorprende, hasta ahora no me permitido extrañarla, vuelvo a concentrarme hasta que en la clase siguiente vuelvo a sumergirme en el caos.

Durante la clase de literatura la profesora propone una actividad para trabajar de a dos, se trata de poesía. Solía amar la poesía porque mi madre la amaba, porque mi profesor de violín decía que estimulaba la sensibilidad y también porque con mis amigas buscábamos poemas de amor que hablaran sobre los enamoramientos que cada una tenía. Pero ahora me aterra, más si se trata de trabajar con alguien más.

Casi sin darme cuenta miro hacia Eric, pensando en que necesito que me salve de nuevo, creo que él entiende mi molestia porque me mira también, pero antes que podamos hacer o decir algo la profesora me nombra y le indica a una alumna ,que se sienta delante, que trabaje conmigo.

-Sé que harán un gran equipo – dice y me mira con una leve sonrisa. La chica que eligió como mi compañera es la mejor alumna del curso, siento que lo ha hecho con buena intención, ha pensado en mí , me ha tenido en cuenta y ha buscado como hacerlo más llevadero. Pero sigue siendo algo muy difícil tener que relacionarme con alguien, exponer mis debilidades, y aunque mi compañera designada parece amable, tampoco quiero interferir en sus notas. Respiro hondo. He pasado y superado cosas peores que un trabajo de literatura sobre poesía, pero ahora las pequeñas batallas también me desgastan, lo que era la normalidad se rompió en tantos fragmentos que ahora es una tarea titánica.

La profesora sigue dando las consignas para la actividad , mientras que todos terminan de agruparse y nos pide que empecemos a hacer el plan de trabajo. Debemos seleccionar un tema y luego buscar poesías relacionadas a ese tema de autores de distintas nacionalidades, luego haremos una presentación como cierre.

Mi nueva compañera se me acerca y yo sigo repitiéndome que debo respirar y calmarme, esto no es la guerra, eso es pasado y está lejos. Trato de recordarle a mi cerebro que debo relajarme, bajar la guardia, pero sé que en realidad la guerra y el horror se me metieron dentro.

 




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